Revista Cultura y Ocio

Desentierro de mamushkas

Publicado el 04 abril 2016 por María Bertoni
Costi y Adrián, en el afiche para la distribución internacional de -en rumano- 'Comoara'.

Costi y Adrián, en el afiche diseñado para la distribución internacional de -en rumano- ‘Comoara’.

Costi interrumpe dos veces la sesión de lectura en voz alta de Robin Hood (sesión que le dedica a su hijo pequeño) para atender al vecino que lo busca con la intención de contarle otra historia, la del tesoro que su abuelo habría enterrado para evitar la confiscación comunista. De esta manera, Corneliu Porumboiu avisa que su cuarto largometraje -aquél que ARTE France Cinéma anunció a mediados de 2014 y que el jueves antepasado desembarcó en salas comerciales de Buenos Aires- alberga tantos relatos como muñequitas la clásica colección de mamushkas.

La primera muñeca -también la más grande- viste la ropa del legendario encapuchado que roba a los ricos para ayudar a los pobres. Cuando por las interrupciones pierde continuidad, se abre y libera un segundo relato: aquél del tesoro escondido, a su vez antesala de una tercera historia que comienza cuando Costi decide ayudar al mencionado Adrián a rastrear y eventualmente recuperar el botín familiar.

Por su parte, la crónica de esta aventura del siglo XXI alberga varios cuentos breves: el del viejo comunista que detecta metales y le birla clientes a su actual patrón; el del jefe de oficina que cree haber descubierto un romance entre subalternos; el del ladrón que abre cerraduras complejas a pedido de la Policía; el recordatorio de la Revolución de Valaquia de 1848; una rápida referencia a la llamada “crisis europea” que también afecta a los sufridos rumanos.

Como Costi y Adrián, Porumboiu cava sin prisa hasta dar con el tesoro anunciado. A diferencia de sus personajes, el realizador encuentra más de uno. Son esas historias que, cual mamushkas, dan a luz a otras.

Fiel a su manera de entender el cine, el autor de la futbolera The second game deja picando pelotas para que las patee el espectador. Quien se niegue a participar del juego quedará desconcertado ante algunos cabos que parecen (sólo parecen) sueltos, y ante un final a priori abrupto y sin embargo consecuente con el tributo inicial a Robin Hood.


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