Esos pretendidos bloques que se pretenden levantar por medio del triunfo de discursos políticos que se basan en echar balones fuera, descargar la responsabilidad de la audiencia y confortar con el tribal mensaje de unidad de la manada que les acompaña son un monumento de pésimo gusto a la estupidez humana.
No se trata tan sólo de la queja que se levanta en la Europa mediterránea sino que a este juego también contribuyen desde el norte, con sus pigs y su xenofobia velada. En cierta manera, las explicaciones culturalistas y el prejuicio siempre tuvieron un rincón en el debate político, pero es hoy, que andamos como pollos sin cabeza, cuando más éxito tienen. Y ese éxito también es transversal en la política europea: partidos extremistas a los que cualquier individuo con dos dedos de frente no concede el mínimo crédito, viven momentos de gloria a un lado y otro de los Alpes.
La pugna de este debate impostado lo vemos estos días con el resultado de los atemorizados griegos dejando a un lado el partido de la izquierda tradicional y votando a otro partido con un discurso metido de lleno en este juego (recordemos que en las elecciones el partido que antes estaba en el gobierno no fue castigado y la victoria neocomunista se debe únicamente a un trasvase de votos en la izquierda).
Cualquier descripción del escenario que leamos en la prensa estos días, ofrece una visión que responde de forma cristalina a quienes compran el discurso norte-sur. Grecia lo pasa fatal porque tiene muchas deudas y la troika sólo sabe endeudarla más y obligarla a privatizar empresas públicas y recortar servicios sociales. Parece que la búsqueda de la eficiencia económica está reñida de manera irreconciliable con la voluntad plebiscitaria del sabio e infalible pueblo. Así las cosas, el debate norte-sur, se convierte también en el debate austeridad-democracia. Como si no pudiera haber una sin la otra.
Estas etiquetas tan fáciles de esgrimir son la comidilla diaria de esos partidos extremistas. Sin nadie que les enfrente otro discurso, los nuevos políticos —que en condiciones normales permanecerían en la irrelevancia—, cambian súbitamente el lenguaje, los referentes y los discursos a un lugar donde se sienten cómodos. Nadie hace tan sólo una década tomaría en serio a ningún tarado que hablara de nacionalizar una compañía aérea porque simplemente la experiencia empírica demuestra que la liberalización de ese sector significa bajada de precios y creación de empleo. Sin embargo hoy surge desde la oscura charca de la irrelevancia política el discurso opuesto que pretende afianzarse como "el nuevo normal". Si fuera inglés podría poner de ejemplo el discurso anti-inmigración para explicar lo del nuevo normal.
Como decía, parece que se dan las condiciones óptimas para que las bacterias se multipliquen en la placa de Petri de las ideas políticas y Grecia es un gran ejemplo.
El discurso extremo podríamos resumirlo como un cuento en el que los griegos estaban muy tranquilos sin meterse con nadie y de pronto unos malvados Klaus les obligan a tomar decisiones a cambio de prestarles dinero y en el proceso matarlos con los intereses del préstamo. Ahí está la destrucción de la soberanía griega y los malvados tecnócrtas europeos imponiendo su agenda. Que la realidad no tenga ninguna relación con este cuento parece no importar, al fin y al cabo se trata de eso, de un cuento con el que sumar voluntades y vender un mensaje. Cocacola hace lo mismo en sus anuncios. El problema es que cocacola no se presenta a las elecciones y los revolucionarios del iPad sí.
Que Grecia estuviera en recesión y su deuda pública no cotizara en los mercados por estar calificada de bono basura, parece que hoy no tenga nada que ver con el primer rescate soberano que aprueba la troika en mayo de 2010. Que esa misma troika sea una reunión ad hoc de representantes de la UE, del BCE y del FMI y por tanto responda a intereses políticos, parece que no importa para quienes insisten en culpar a "los mercados" de la "puñalada en la espalda" que supuestamente han dado a Grecia.
Akropolis, Leo von Krenze. Hubo una época en que los alemanes estaban fascinados con Grecia y el mundo antiguo.
Y es que la realidad es aburrida y prosaica y no deja en buen lugar a los nuevos redentores políticos que por la vía de cerrar las fronteras, no pagar las deudas y echar la culpa a los demás, prosperan —insisto— a ambos lados de los Alpes.Ni es cierto que se dio ninguna puñalada en la espalda a Grecia, ni es cierto que los problemas económicos de la Europa del sur (más Irlanda y Holanda, por ejemplo, que supongo que están en el sur también) tan solo respondan a nuestra indolencia para el trabajo y a nuestro conformismo con vivir de pagas públicas.
La "explicación total" del problema de los desequlibrios europeos depende de a quién le preguntes. Yo cada vez que me formo alguna idea sólida al respecto me encuentro nuevas ideas que ponen en aprietos a mis hipótesis de partida. Como resultado, tengo muchos hilos pero no tengo la manta. Por el camino además me encuentro con un gran volumen de explicaciones de caracter económico que no me satisfacen (desde la explicación marxista de la acumulación del capital hasta las teorías libertarias sobre el papel de la banca central en el abaratamiento de los tipos de interés y la promoción del endeudamiento).
Creo que cuando muchos echan la culpa a "los mercados", simplemente ignoran que "los mercados" se mueven en el ambiente que los políticos les dejan. Y quienes culpan en exclusiva a los políticos parecen ignorar que en el momento en que un país comercia con su deuda, sus dueños ya no son exclusivamente sus ciudadanos (recuerdo que algunos patres patriae americanos hablaron mucho de este tema). Por cierto, ya que hablamos de "los mercados": el mayor fondo inversor del mundo es el Fondo del Petróleo que paga el Estado del Bienestar noruego. Digo esto porque cuando se empieza a hablar del tema algunos siempre acaban mencionando extrañas conspiraciones de gobiernos en la sombra.
No me quiero quedar en una posición intermedia y podría señalar cómo el coste de la reunificación alemana cayó sobre todos los europeos (más de dos veces el PIB de España para traer a 16 millones de personas del tercer mundo al primer mundo en tiempo récord). Cómo el precio a pagar ese astronómico coste tuvo como contrapartida varias reconversiones industriales. Sin duda Alemania es en parte responsable de los actuales desequilibrios europeos. Pero quiero llamar a más personas al estrado, señoría.
El eterno problema del paro español, que parece que sólo baja a niveles aceptables con boom crediticio o emigración masiva. Es cierto que los datos de desempleo en España tienen una prima del 33% debido a quienes tienen ingresos pero aún así figuran como parados, sin embargo contando esa prima el paro sigue siendo muy alto de forma estable en el tiempo. Llama la atención este fenómeno cuando la productividad en España es superior a países con tasas de paro inferiores. Puede que la culpa sea precisamente de la productividad: quizás en España se trabajen demasiadas horas y eso repercuta en un mayor desempleo. El problema entonces sería de regulación del mercado laboral. Y a su vez entonces habría que buscar el origen de las descompensaciones del mercado laboral. Muro. Aquí con la Iglesia Sindical hemos topao, media vuelta.
Si hablamos de desequilibrios en Europa podemos buscar cosas en común que tengan los países para poder agruparlos. La teoría que nos pintan es que hay un norte rico y un sur pobre. La pregunta que se haría un niño de doce años es: ¿qué hacen bien en el norte y qué hacemos mal en el sur? Responder a esta pregunta con un amplio debate público es lo que devolvería a los extremistas de última hora a las cloacas de las que salieron. Pero no veremos ese debate porque la respuesta simplemente no la queremos oir.
¿Qué tenemos en común países como Portugal, Italia, España y Grecia? Un economista respondería aludiendo a nuestra insana tradición de los déficits crónicos, al problema del desempleo estructural, a la mala regulación económica, al bajo nivel de exigencia educativa. Como yo no soy economista, a mi se me ocurren otras cosas que tenemos en común.
Los cuatro países hemos tenido una historia reciente de grandes desequilibrios interiores que provocaron importantes migraciones interiores y exteriores. Migraciones en aluvión. Los cuatro países han estado recaudando tarde, mal y a rastras los impuestos. Puede que debido a esto ninguno de esos países haya corregido sus propios desequilibrios internos: hallamos diferencias de renta y de acceso a servicios públicos superiores a las diferencias que pueda haber a nivel nacional entre las medias de por ejemplo Portugal y Finlandia. Dicho esto, también es verdad que no existe un especial problema de desigualdad de rentas en estos países (puede que debido a que tenemos pocos muchimillonarios por tener pocas multinacionales, es más, de estos países sólo Italia y España cuentan con empresas multinacionales (en una proporción muy inferior a por ejemplo Holanda)).
Los aficionados a las explicaciones culturalistas también verían similitudes en el nivel de religiosidad y en el hecho de tener recientes dictaduras (o la cosa esa que tenían en Italia que no era una dictadura pero tampoco un régimen político homologable a los actuales).
Una consecuencia secundaria de los desequilibrios europeos que nadie pone sobre la mesa es que los países del sur somos lugares de paso para la inmigración. La "pobreza" del sur está facilitando el auge del nuevo extremismo del norte. Si los políticos tradicionales en el norte no quieren competir con bocachanclas, les interesará que no exista una Europa de dos velocidades.
¿Qué hacen bien en el norte? Aparte de venir aquí a tomar el sol y dormir pedos sobre sus propios vómitos, algo que parece que hacen bien es eliminar la competencia para ser lugar de compras del sur. Al menos esa es la historia que hoy nos repiten incesantemente los malos. El caso es que no sería la primera vez que se deslocalizan fábricas de lugares más baratos que España para traerlas a España. En el norte da la impresión que sus instituciones son más fiables. No sólo porque da la sensación de que allí recaudan mejor, sino porque la esfera de las organizaciones sociales —i.e. universidades, sindicatos— parece que cumplen con la labor para la que son creadas. Aquí y en Francia nos sorprende que la actividad de un sindicato no sea sacar a pasear cada jueves a cuatro barbudos con un megáfono. Las universidades no parecen ser tampoco el coto privado donde prosperan favores políticos y justificaciones de aumento del gasto público sin mucho sentido.
Pero para ver estas diferencias tampoco hace falta apelar al "norte". En España, por ejemplo, hay comités de empresa que funcionan para lo que han sido creados y curiosamente los encontramos en las fábricas que mejor funcionan (pienso en industria pesada y sector de construcción de automóviles y aviones, cosas que aquí se nos dan de fábula).
También encontramos en España escuelas por encima del nivel finlandés y en cuanto a calidad de vida medida en términos de resultados sanitarios, parece que no es necesario recordar que España destaca para bien en todos los baremos.
De todos estos hilos surgen varias intuiciones: cuando nos ponemos a hacer las cosas bien, somos tan buenos como el mejor. Y de eso tratan al final los desequilibrios europeos, aquí no nos condena ni la historia ni la Kultur, la parte de los problemas que podemos resolver por nosotros mismos tiene que ver con nuestras instituciones, con la falta de involucramiento de la sociedad en los asuntos públicos y con incentivos manifiestamente equivocados para quienes se cuelgan de los presupuestos. Si tengo razón, la cosa es muy fácil de resolver: que más gente pague impuestos. No que los que ya pagan paguen más, sino que los que no pagan paguen algo, que les duela. A continuación, cortar el cordón de los jirones que cuelgan de los presupuestos. Los presupuestos públicos tienen que servir para poquitas cosas: ayudar al que lo necesite ante causas sobrevenidas, una justicia y seguridad funcionales y tener a punto bonitos cazas de combate. Punto, nada más. Nada de rotondas para poetas que nadie lee ni nada de boinas enroscadas. Y si alguien quiere eso, que lo pague, es decir, descentralización de presupuestos que se pueda llevar a cabo mediante una mayor descentralización política. Si en tu pueblo queréis celebrar el cumpleaños de Cthulhu, en tu pueblo pagaréis una tasa extra.
Es evidente que hay una parte de estos problemas que vienen de fuera. La culminación del famoso proyecto europeo se ha dejado por el camino porque supongo que la UE es una semi recta (¡malditas semi rectas!). Antes de que holandeses e irlandeses pagaran los mismos impuestos en la misma oficina, los pusieron a compartir moneda para traer a esos 16 millones de alemanes que no habían visto un tanga en su vida al primer mundo. Gol de Señor.
Claro, tú llegas a un pueblo de Holanda y les dices que van a pagar impuestos conjuntamente con los desdentados borrachines de Cork, y te corren a tulipanazos porque saben perfectamente lo que eso significa en última instancia: pagarles las pensiones a los irlandeses. Si ya nos cuesta aquí que los nazis de ERC quieran pagar servicios a sus primos de Extremadura, imaginad a nivel europeo.
La única forma de convencer al público europeo de la necesidad de una futurible unión política fue esposarles a la misma moneda. Ahora no hay tu tía. No creo que pueda resistir eternamente el euro sin una unión política que lo respalde. Y los problemas no han hecho nada más que empezar. Sin embargo son problemas que tienen solución: si los problemas de un país son sentidos por otro país, existirá el incentivo para arrimar el hombro. Yo creo que los desequilibrios europeos tendrán una solución política. El problema de las soluciones políticas es que irremediablemente habrá una parte perjudicada. Procuremos no ser nosotros esa parte.