Revista América Latina
Escribe: Guillermo Peña H.En una época de deserción masiva de la moral, cuando se hace imprescindible, esencial, la fiscalización y denuncias serias de un periodismo “subjetivamente bien intencionado (la objetividad es una fantasía que todos presumen tener pero que ninguno posee)” contra las instituciones públicas del Estado (Fiscalía, Poder Judicial, municipios distritales y provinciales, gobiernos regionales, etc), contra la política y otras epidemias que carcomen una sociedad tan alejada del calificativo de civilización como Cañete, donde reina el pensamiento provinciano y todos los temas de fondo se abordan desde el provincialismo histórico. Lo que debe ser materia de investigación para la prensa, posteriormente publicada y, como consecuencia, corregida por la presión mediática de las denuncias serias, más bien se convierte en algo soslayado por los autoproclamados objetivos y líderes de la comunicación, que presumen ser propietarios de un nivel académico y empírico en el respetable campo del periodismo —capitalino—. O sea, lo que merece máxima importancia es dejado de lado para darle cobertura a la ordinariez, a lo chabacano, a lo grotesco, a lo cacósmico; muy bien maquillado, eso sí, como grandes primicias y adheridos a las mentes indigentes que sobreviven en el entorno.Es más, desde hace ya unas semanas en que algunos migrantes del periodismo han encontrado en esa carencia del sentido común público cañetano una gran ventana para transmitir sus frustraciones en forma de reportajes, de humor político negro evidentemente direccionado contra un actor político fijo, algo que a largo plazo terminará victimizando a este último y elevando sus bonos proselitistas quizás sin merecerlo. Es decir, le están haciendo un gran favor más que perjudicarlo. ¿Y qué con esto? Que lo verdaderamente relevante de fiscalizar en gestión pública, es tirado por la borda y reemplazado por un asunto estrictamente laboral.Y ni hablar de su material audiovisual, notas medianamente pulidas, emitidas por la TV local y rebotadas a través de las redes sociales por sus “colegas”; mal estructuradas, pero no por falta de conocimiento ni de experiencia de quienes lo producen, no, sino por la maledicencia que ellos mismos se plantean como objetivo principal: joder. Nunca he visto un reportaje tácito sin pruebas suficientes para considerarlo como tal. Jamás en mi vida había observado un distingo entre un registro migratorio (hago evidente el caso de Alvarado y sus viajes al exterior) sin evidencias que solventen la acusación, mediante suspicacias y ambigüedades, de búsqueda de paraísos fiscales en el extranjero contra otro masivamente demostrado, como el de Alejandro Toledo; es más, utilizando archivos de entrevistas realizadas a analistas y jurisconsultos ajenos al tema de fondo, que opinan no sobre el presidente del GORE-LIMA, sino sobre el tan sonado caso ECOTEVA que envuelve al expresidente de la república.¿Cómo le llamamos a esto? ¿Seriedad, quizás? Sí es así, ¿eso es lo que importan los extrabajadores de medios nacionales? Más allá de las antipatías personales a ciertos políticos y funcionarios públicos, creo que este tema merece un análisis imparcial de todos los que comulgan con la gestión actual y no. Porque es la audiencia, su audiencia la más perjudicada. Piensen. Hagan por favor un esfuerzo.