Me resulta pintoresca la tendencia de los humanos de creer en el poder de los deseos. Me asombro, como se asombraba Kant de nuestra natural propensión a la metafísica.
Una relación viciada, una crisis persistente, una depresión profunda... todo parece poder resolverse a golpe de deseo. Los psicoterapeutas nos aconsejan practicar el pensamiento positivo. Sin embargo, el deseo por si mismo de nada sirve: solo funciona como combustible en el motor de la acción.