[Cada año, el día 16 de Octubre, miles de blogs unen sus voces en el Blog Action Day para llamar la atención mundial sobre un tema en concreto: en 2015 este día se dedica a las reflexiones sobre la desigualdad.]
La desigualdad existe, lo quieras admitir o no. En la escuela, en la universidad y en los primeros años de tu carrera es fácil negarla. Te ves progresando igual que tus colegas y las diferencias salariales no están a a la vista. Hasta el día que entres en esta “edad típica de procrear”. De repente te ves reducida a tu capacidad reproductiva, sin importar si quieres o no quieres, si puedes o no puedes tener hijos. Si tienes ovarios no eres de fiar cuando se trata de puestos de responsabilidad.
A tus compañeros hombres se les pregunta cuál será su próximo reto profesional, a ti te preguntan cuando tendrás hijos. Se da por hecho que las tendrás y que por lo tanto no existe reto profesional. Ser madre es un trabajo a tiempo completo, que no permite otros intereses. Ser padre es un hobby de fin de semana, opcional, especialmente si trabaja. Nadie le pregunta a ella si está conforme con perder su personalidad ni a él si le gusta la idea de no conocer a sus hijos únicamente durmiendo.
No quiero acabar como una lechuga
Para ser sincera, esta desigualdad me da miedo. Miedo, porque está tan arraigada en esta sociedad que parece una lucha contra molinos, contra molinos envueltos en tinieblas porque nadie quiere reconocer ni siquiera su existencia. La percibo en comentarios de amigas con hijos. Bajo la promesa de que no se lo comentaré a nadie, me confiesan que están agobiadas. Que tener un hijo es la mar de bonito, pero no puede ser lo único. Que su pareja está más ausente que nunca por entender la responsabilidad como algo monetario más que emocional. Que temen resignarse y dejar de creer en si mismo, de crear sus propias ideas y sus propios proyectos. Es un miedo femenino, y es un miedo muy real. El hecho de que te digan que “no te pongas así” y “estás exagerando” lo acentúa todavía más.
El antídoto personal: mentores y ejemplos
Tengo miedo de esta desigualdad que no depende de mi y sí de mi entorno. Así que me aferro a los mentores y ídolos que demuestran que existe un camino alternativo. Mi madre que nunca dejó de trabajar, dejándonos a cargo de mi padre. Mi hermano que cogió siete meses de licencia de paternidad y que se pelea con su jefe si no le dejan salir a tiempo para recoger el niño de la guardería. La amiga que lleva sus dos empresas mientras educa a los hijos en casa. Y esta otra amiga que desafía el mundo volviendo a la universidad con el niño en brazos. Conociendo modelos diferentes a la materniadad y paternidad tradicional me demuestran que hay alternativas, aunque la sociedad no las quiera reconocer.
Tengo miedo de la desigualdad y quizás por eso no pienso ignorarla. Tengo el privilegio de poder crear mis propias reglas y la ventaja de tener el apoyo necesario en casa. No lucharé contra los molinos, crearé un faro unos km más allá, con luz propia que quizás atraviese las tinieblas aunque sea un poquito.