Generalizando (o echando mano de estadísticas testimoniales, que es lo mismo), puedo asegurar que una de las cosas que más chocan a las (mamás)españolasenalemania (sí sí, somos una plaga) es la frialdad de los autóctonos.
Entre los temas “serios” más recurrentes se encuentran siempre la soledad y la falta de apoyo familiar. Es difícil hacer amigos alemanes en Alemania (propios, los de la pareja no cuentan) y sorprende mucho ese desinterés de la familia política (incluso cuando hay niños de por medio), ya que en ocasiones la relación llega a parecer más comercial que familiar.
También es habitual escuchar quejas constantes sobre el empeño alemán en que todos los demás cumplan las normas establecidas. No es raro que tu vecino desde hace 10 años todavía no te salude al pasar, pero que ya haya llamado un par de veces a tu timbre para recriminarte que has tirado los huesos del pollo en el contenedor equivocado o calificarte de malamadre (Rabenmutter) por dejar al niño con su padre la hora que dura tu cita con el médico.
En comparación con el prototipo de familia metomentodo y traepacáalniño española, a las conversaciones sobre intimidades medioinconfesables con la peluquera de turno y a los interrogatorios profesionales sobre tu vida privada a los que es capaz de someterte cualquier señora mayor de 60 años en un viajecito de ascensor, los alemanes nos parecen más bien fríos y distantes. Si ese día estás positiva, quizás los califiques sólo de correctos y formales.
Frente a la mentalidad pícara/lasnormasestánparasaltárselas española sorprende también esa rectitud alemana, su adoración a la ley y devoción al cumplirla (¡que sólo les falta regular las visitas al baño!), contado con un atisbo de vergüenza (¿ajena?), como si por ello los alemanes fuesen mejores personas, o más nobles.
El caso es que, por lo general, solemos caer en la tentación de pensar que los alemanes son independientes, rectos e individualistas y los españoles, en cambio, grupodependientes, poco formales y bastante impertinentes.
Pero resulta que, a raíz de un intercambio de ideas con Mamá(contra)corriente y al haberle recomendado un libro del que sólo me quedaba ya un regusto indefinido y demasiado limitado como para concretar, lo redescubro (por si acaso, no vaya a ser que la noche me haya confundido) y me encuentro con esto:
“Pocas personas negarán que los alemanes, en general, son industriosos y disciplinados, directos y enérgicos hasta llegar a la rudeza, concienzudos y tenaces en cualquier tarea que emprendan, que poseen un fuerte sentido del orden y del deber, que muestran una estricta obediencia a la autoridad y que a menudo revelan una gran disposición para sacrificarse personalmente y un gran valor ante el peligro físico. Todo ello hace del alemán un instrumento eficiente para llevar a término una tarea asignada, y han sido cuidadosamente educados de acuerdo con ello en el viejo Estado prusiano y en el nuevo Reich dominado por Prusia. Lo que a menudo se piensa que falta al “alemán típico” son las virtudes individualistas de la tolerancia y el respeto para otros individuos y sus opiniones, de la independencia de juicio y la entereza de carácter y disposición para defender sus propias convicciones frente a un superior, que los mismos alemanes, en general conscientes de su carencia, llaman Zivilcourage, de la consideración hacia el débil y el enfermo y de aquel sano desprecio y desagrado del poder que sólo una vieja tradición de libertad personal puede crear. También parecen mal dotados de la mayoría de aquellas pequeñas pero, sin embargo, tan importantes cualidades que facilitan el trato entre hombres en una sociedad libre: cortesía y sentido del humor, modestia personal, respeto a la vida privada de los demás y confianza en las buenas intenciones de su vecino.”
Y sobre su sentido de la rectitud (y el supuesto mérito de este):
“Lo que nuestra generación corre el peligro de olvidar no es sólo que la moral es necesariamente un fenómeno de la conducta individual, sino, además, que sólo puede existir en la esfera en que el individuo es libre para decidir por sí y para sacrificar sus ventajas personales ante la observancia de la regla moral. Fuera de la esfera individual no hay ni bondad ni maldad ni oportunidad para el mérito moral, ni lugar para probar las convicciones propias sacrificando a lo que uno considera justo los deseos personales. Sólo cuando somos responsables de nuestros propios intereses y libres para sacrificarlos tiene valor moral nuestra decisión. Ni tenemos derecho a ser altruistas a costa de otros, ni tiene mérito alguno ser altruista si no se puede optar. Los miembros de una sociedad a quienes, en todos los aspectos, se les hace hacer el bien, no tienen motivo para alabarse.”
El libro en cuestión es una de las razones por las que no he actualizado el otro blog (la otra ha sido la lectura apasionada del Coure y el InTouch, que una cosa no quita la otra). Es de 1944, pero las reflexiones (no sólo de tipo cultural, sino más bien y sobre todo de tipo político y económico) y la argumentación que en él se exponen, bien le valdría salir a la palestra en estos momentos de crisis y desesperación que vivimos en todo el mundo. A las (mamás)españolasenalemania, además, les puede descubrir (o confirmar) que no todo es como parece en el tan alabado civismo alemán.
Como ensayo político que es, no quedará lugar a dudas de que no se lee como un folletín rosa, pero sí que resulta bastante más asequible que otros textos del estilo y engancha como la mejor novela negra.
Camino de servidumbre de Friedich A. Hayek.
Se lo recomiendo encarecidamente a todo el mundo.