Revista Arte
Pueden haber diferentes formas de esperar, por ejemplo tres: la espera definida, la espera indefinida y la espera indiferente. Porque, a veces, podemos desmenuzar el tiempo sin complejos, sin angustias ni abstraciones. Es el caso, por ejemplo, de cuando nos sentamos a esperar un transporte. Aquí sabemos cuál esperar, a qué hora aproximada llegará, e incluso a dónde nos llevará por fin. Esperamos también convencidos de qué esperar. Como en el cuadro del pintor decimonónico y victoriano James Tissot, A la espera del ferry, 1878, que presenta dos figuras articuladas a la espera en un muelle otoñal. Ella se muestra estacionada y pensativa, firme, y preparada. Pronto llegará el vapor, y, o todo cambiará o todo cambiará... ¿Qué podemos entrever sin embargo ante esta espera? ¿Resignación? ¿Confianza? ¿Ilusión? En cualquier caso alguna seguridad, ese cierto control ante las cosas azarosas de la vida. El otro personaje, ladeado y somnoliento, sugiere certeza ante la espera, cotidianeidad, familiaridad con los viajes. Él no espera posiblemente nada más allá de lo que espera.
Otras veces esperar es sufrimiento. No se espera, desespera más bien el ser que, ahora, no sabe nada de lo que ese desnudar el tiempo podrá traer en su regazo. No hay definición alguna. No sabemos con certeza si llegará ya o no lo que esperamos. Es el ejemplo paradigmático del personaje mítico de Penélope. Ella sólo sabe que debe esperar, porque además sabe qué esperar. Pero lo que no sabe, ni sabrá nunca, será si eso llegará o no, si los días o los años serán luego un favor consumido gratamente, ante la escena ya de un final desagraviado. Como en el mito, Penélope volverá y volverá a deshilar su ovillo para retomar así de nuevo su esperanza. Ha pasado a la historia como el ejemplo heroico de virtud sosegada ante la soledad -ante sí misma- y ante la presión de un medio interesado. ¿Qué certeza se puede tener ante la incertidumbre? Ninguna; tan sólo la que uno quiera componer ya con los duros momentos de la ausencia.
Pero, todavía hay una espera más espera, más imposible de salvar con nada. Es la indiferente, la que el ser desengrana de la nada, la que ni siquera sabe qué esperar, si espera algo. Es una sensación sin sentido, una rara forma interior de desazón. Pero, sin embargo, el espíritu ahora alberga la vaga espera de lo inútil, de lo que no existe, lo que no obedece a nada de una vida concreta y de sus cosas. Como en el cuadro del artista actual chileno Badilla, aquí su obra Espera trasluce una especial quimera sin respuesta. No sabemos más que esperamos algo sin saberlo. No entendemos qué nos pasa, qué maldita sensación oculta nos abruma. ¿Qué esperar, si nada se espera ya ni en tiempo, ni en cosa alguna, ni en persona? O como en la obra del pintor italiano Venanzio Zolla, La espera, de 1917, donde lo único que sabe su conciencia es que algo debería acontecer para esperarlo. Aquí no existe una cosa que se espere, sólo la rara sensación de no esperarlo.
(Óleo A la espera del ferry, 1878, del pintor inglés James Tissot; Pintura Espera, 2010, del autor chileno actual Francisco Badilla Briones, Chile; Óleo Penélope deshaciendo su trabajo, 1785, del pintor Joseph Wright de Derby; Cuadro La espera, 1917, del pintor italiano Venanzio Zolla; Fotografía de Parados en una cola en Oregon, años treinta, EEUU.)
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