Revista Ciencia

Después del alud

Por Albertoastu
El pasado mes de febrero cayó una gran nevada. Lejos de los calificativos de "histórica" o "nunca vista", lo cierto es que fue una nevada importante que acumuló grandes espesores en poco tiempo, y en muchos lugares sobre capas de nieve previas y en su mayoría heladas. Un cóctel explosivo para provocar aludes. Si además se suma un aumento repentino de las temperaturas... pues lo lógico es lo ocurrido: numerosas avalanchas de nieve.

He tenido la suerte de ser testigo de alguna avalancha, algún alud o ádene, pero siempre a una distancia agradablemente lejana. Suficiente para disfrutar del espectáculo, para sentir el atronador temblor que acompaña y estremecerme de nerviosismo y alegría por verlo de lejos. 

Y el otro día pude de nuevo sentir la alegría de verlo de lejos, pero esta vez lejos en el tiempo.
Subiendo hacia Mumián, en el pequeño hayedo que se atraviesa nada más salir de L.lamardal, atravesé los efectos de un par de aludes en el bosque. El primero descomunal, aplanó los árboles, los tumbó como palillos.
El segundo, más lógico (si algo como una avalancha pudiese tener alguna lógica) derribóhayas y acebos a lo largo de una cal, justo en el límite del bosque. 
Aquí, se notaba menos arrastre y al menos un par de los árboles mayores, quedaron en pie.
El camino aquí también quedó tocado.
Todo ello efectos secundarios de un fuerte temporal y comienzo de una nueva etapa de regeneración del bosque, con nuevas especies para los nuevos espacios.

Después del alud

Efectos de la avalancha


Después del alud

Aspecto de la destrucción provocada por el alud de mayor tamaño, el más cercano a L.lamardal



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