Revista Opinión

Destruyendo puentes

Publicado el 02 noviembre 2012 por Carmentxu

Hoy hago puente. Quizá el último que disfruto en el corto-medio plazo si antes no choca contra la Tierra un meteorito, concretamente contra el Congreso de los Diputados y lo deja reducido a cenizas y a sus señorías padeciendo una extraña amnesia. No es un deseo, no es que quiera el mal de nadie, es sólo una hipótesis que condicionaría el futuro de todos, seguramente a mejor.

Destruyendo puentes
Como la Virgen no deja de echarnos capotes (primero con los datos del paro y ahora con unas “señales esperanzadoras”, por ahora solo visibles para unos pocos iluminados), el Gobierno ha decidido mantener, al menos el año próximo, la fiesta de la Purísima en 8 de diciembre, año en que dejará de utilizarse la palabra puente como sinónimo de día bisagra entre dos festivos: no se sabe bien si porque caerá en domingo o en compensación por el trato de favor que nos dispensa la Virgen. La ministra de Empleo, que no en vano se llama Fátima, es la prueba viviente de que el nombre influye en la personalidad y en las cosas que te suceden a lo largo de la vida, de acuerdo con teorías no probadas científicamente, aunque esto último a nadie le importa a estas alturas en un país que desdeña la ciencia como un gasto prescindible o una mosca a la que se disuade a base de manotazos al aire.

La intención de suprimir buena parte de los puentes, excepto algunos religiosos (con la Iglesia hemos topado), es loable: mostrar al resto de Europa, sobre todo a los alemanes, qué trabajadores somos los españoles. En un país con el 25% de desempleo esto puede resultar una tarea imposible. Así, en lugar de promover políticas que impulsen el empleo, no hay más idea que la de hacer algo más desgraciados a los que aún todavía hoy trabajan: ya saborearán las mieles de la ociosidad cuando se queden en paro, deben pensar estos grandes estrategas de la nada que nos gobiernan. Lo más deprimente de todo, además de quedarse sin puentes (que al fin y al cabo cada trabajador decide cogerlos a cuenta de los días de vacaciones anuales, así que no son días extra de asueto) es que el Gobierno se preocupe más por dar una imagen de España como país trabajador que de que lo sea realmente. La reforma laboral aprobada y aplicada luego como una apisonadora por empresarios no ha hecho más que agravar la situación: facilitando los despidos y condenando a los que todavía tienen trabajo a la precariedad más absoluta. Y ahora, además, sin días de despresurización.


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