Cuando leí el artículo sobre castigar los éxitos mediocres no sé por qué, pero lo primero que me vino a la mente fue una anécdota que pasé en mi época de colegio...
Cuando yo era puntual, recibía toda la información escolar en el salón de clase. Una vez, la clase fue solo una asignación, que nos dieron en los primeros 10 minutos de la clase, y luego podíamos irnos a casa. El día de la entrega de la asignación, hasta los que no asistieron el día de la asignación, llevaban su entrega, pues el mismo profesor, el día que nos dió la asignación, después que terminó la clase, se encontró a los muchachos jubilados de su clase en el patio jugando, y les dió la asignación.
El profesor cumplió con ellos, porque legalmente estaba en su horario de clases, pero yo en aquel momento, sentí que no valía el esfuerzo llegar a la hora al salón de clases.