Ayer, sábado 4 de mayo, mantuvieron por cuatro horas preso al destacado escritor cubano Jorge Ángel Pérez. Lo sacaron de su casa esposado, como se hace con un tenebroso delincuente, ante todos los vecinos y su anciana madre en puro llanto, que no entendía que lo arrestaran, máxime cuando los policías no le exponían ningún posible delito, ninguna orden de arresto oficial, que no fuera su uniforme, su palabra y su arrogancia ultrajante; porque realmente callan que su única transgresión es escribir su punto de vista en un diario digital no oficialista. Lo mantuvieron en la unidad policial sin darle una explicación y esposado, como el más vulgar de los malhechores. Jorge Ángel no silenció su voz y todo el tiempo les estuvo recordando la injusticia que cometían. Al final le dijeron como despedida y cito: vete pa´ la pinga.
Este no es más que el comienzo de enseñarle los primeros instrumentos a Jorge Ángel. Querían estudiarle su reacción. Quizá pensaron verlo amilanado y aprovechar, como las aves de rapiña y, desde su machismo ultrajante de a comienzos de los años sesenta, arrinconarlo como homosexual al fin –pensaron– como hicieron con la mayoría en los años en que comenzó la barbarie y los enviaban a la UMAP para “readecuarlos” y hacerlo desistir de haberse convertido en una voz altisonante e imprescindible para la visión libre que necesita la sociedad cubana y el mundo que sigue los acontecimientos en el archipiélago cubano.
Y a Jorge Ángel, como a mí en su momento, ha recibido los consejos de otros intelectuales enviados para advertirle que se retire de esa “insurrección” y regrese al redil, esos, los que se hacen los amigos entrañables, y hasta quizá lo fueron, pero que cuando ven en peligro a sus personas, entiéndase viajes al extranjero, publicaciones y homenajes, olvidan la amistad, consideraciones y admiraciones literarias, y se desmarcan, porque ven la honestidad como un asunto caprichoso y prescindible. Ellos supieron soportar y callaron hasta que les permitieron hablar, por única vez, sangrar sus heridas y volvieran al olvido. ¡Se conforman con tan poco!
El vecino de enfrente, un gordo abusador y prepotente, aprovechó para decirle a la madre que él es de la Seguridad del Estado y que lo va a meter preso y asesinarlo. A Jorge Ángel le han robado en la casa, la misma noche que acababa de llegar del extranjero. La policía no hizo nada al respecto porque fueron ellos, interesados en la información y documentos que transportaba, amén de hacerle sentir el rigor por permanecer en rebeldía intelectual. En los días de fin de año fue asaltado para arrebatarle el teléfono. Luego lo citaron de la unidad policial y le dijeron que el celular había aparecido; pero nunca más lo volvieron a llamar. La policía política hizo detener el asunto porque el susodicho, era su delincuente cumpliendo sus órdenes.
Ojalá que no continúen con lo que sigue en el guión de la policía política, que es buscarle un delito a Jorge Ángel, de los más feos, en su caso, podrían endilgarle el de compra ilícita, corrupción de menores –aunque jamás lo haya visto con un menor de edad, pero eso qué importa– u otro que se les ocurra, pero ya los hemos visto hacer todo y sabemos lo inescrupuloso que son –siempre, por supuesto, con un falso testigo–, y en la Uneac aprovecharán para que, “por casualidad”, coincida con un evento contra la “pederastia”, o el delito que le hagan incurrir, y vuelva Laydi Fernández a sacar su voz de oportunista y ave de rapiña, e invitar a su coro: otras y otros, para que plasmen sus firmas en apoyo de la hijeputada oficial, sin importarle la injusticia que comenten, porque lo que tiene que salvar también son los miserables viajes al extranjero, aunque tengan que hacer en esas plazas de Ferias del Libro Internacionales, como casi siempre, sus papeles de mendigos ante el resto del mundo intelectual.
En este caso, a Mariela Castro no le importará la detención por muchísimas razones, entre ellas que Jorge Ángel no es un gay oficialista, aunque se encuentre entre los escritores más renombrados. La Uneac, como todos sabemos, con Miguel Barnet y sus acólitos en la dirigencia, solo cumplen lo que Abel Prieto, la policía política o el Partido comunista, le bajan de ordenanzas. El presidente de la Asociación de Escritores, Alex Pausides, también hará silencio como en mi caso, cuando presenció mi juicio en la Sala Especial de la Seguridad del Estado, supuestamente por un delito común, acompañado de la jurídica de la Uneac, y ambos entendieron, según lo expuesto en la vista oral, que no había nada en mi contra, por ende, no podían sancionarme. Demás está decir que hicieron silencio con todo lo que vino después. Al supuesto PEN de Cuba, con Antón Arrufat y Reinaldo Montero al frente, les queda por decir alguna palabra en protesta de esta detención arbitraria de uno de sus miembros. De ellos depende que salven su honor, así como a lo que representan. Porque el silencio es tan cómplice como el que plasma la firma para repudiar lo que no sabe, y quedar a tono con el oficialismo.
ACERCA DEL AUTOR
Ángel Santiesteban
(La Habana, 1966). Graduado de Dirección de Cine, reside en La Habana, Cuba. Mención en el concurso Juan Rulfo (1989), Premio nacional del gremio de escritores UNEAC (1995). El libro: Sueño de un día de verano, fue publicado en 1998. En 1999 ganó el premio César Galeano. Y en el 2001, el Premio Alejo Carpentier que organiza el Instituto Cubano del Libro con el conjunto de relatos: Los hijos que nadie quiso. En el 2006, gana el premio Casa de las Américas en el género de cuento con el libro: Dichosos los que lloran. En 2013 ganó el Premio Internacional Franz Kafka de Novelas de Gaveta, convocado en la República Checa con la novela El verano en que Dios dormía. Ha publicado en México, España, Puerto Rico, Suiza, China, Inglaterra, República Dominicana, Francia, EE UU, Colombia, Portugal, Martinica, Italia, Canadá, entre otros países.
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