Revista Arte
Detonador de vida, principal receptor de miradas, enojador y lascivo, emperador y rastrero: El Rojo.
Por ArtepoesiaEl principal color del espectro, el primero de todos, el más fuerte y poderoso fue ya el Rojo. Pero, ¿qué razón ha tenido para llegar a ser, desde el Romanticismo para acá, el asociado a las fuerzas malignas, a lo destructor y a lo fiero? La única referencia histórica en este sentido es el antiguo Egipto. Estaba relacionado con la sangre y con el fuego, aspectos lógicos por su rasgo físico evidente -por tanto con la regeneración y la vida-, pero, además, se asoció con fuerzas peligrosas, fuera de todo control. Los ojos, el cabello y la piel del dios Seth eran rojos. Este dios egipcio asesinó a su hermano Osiris, envidioso del carisma de éste. Por tanto, Seth representaba el mal, el poder destructor -descuartizó en cientos de pedazos a Osiris-; el ámbito de lo desolador, por esto el rojo era el color del desierto. Sin embargo, también fue considerado un dios protector, siendo el benévolo patrón de las guerras, confundiendo y creando discordia entre los enemigos.
Y, luego, cuando el imperio romano conquistó y culturizó todo el mundo conocido, este color, el rojo, tendría un sentido glorioso, heroico, salvador, insigne, magistral y aristocrático. Los emperadores y los senadores eran los únicos que podían llevarlo en su vestimenta. Es por ello que la iglesia católica después, cuando alcanzó en Roma el simbolismo imperial y regulador de sus antiguos opresores, utilizaría este color para sus próceres y jerarcas. En el Arte, en el comienzo de su iniciar histórico en el siglo XV, llegaría a ser todo este color menos hiriente, erótico, demoníaco o destructor. El pintor Hasn Memling por ejemplo lo utiliza para una madonna, La Virgen y el niño, y el pintor austríaco del Gótico -movimiento inmediatamente anterior al Renacimiento- dejaría claro que las fuerzas malignas serían de otra tonalidad -verde-, aunque eso sí, con los ojos y la boca encarnadas de fuerte carmesí.
Y es que el rojo es el símbolo pictórico por naturaleza, su emoción, su firme consistencia, su clara fuerza sobre todos los demás colores le han hecho haber sido elegido para resaltar, para indicar algo especialmente señalable. Pero, entonces, ¿por qué ese cariz erotizante, pasional y de alarma mortal de este extraordinario color? Su rasgo alarmante -peligroso- es propio de la Naturaleza, algo inocuo sin embargo moralmente. Al pasar los años, después de la Contrarreforma religiosa del siglo XVI, el color rojo dejaría de utilizarse ya en las Vírgenes pintadas por los creadores del Renacimiento y el Barroco. Se entendería que la fuerza vigorosa de este color no se asociaría bien con la pureza.
La pasión terminaría por asumirse también. Los siglos posteriores comenzaron a mostrar un claro motivo pecador con el rojo de la manzana del paraíso. Fue a partir del Romanticismo cuando este color adquiriría su fuerza trágica en el envolvente mundo de lo oscuro, de lo diabólico y de lo vampírico. Hasta que llegó el Cine, y santificó el perverso y seductor estigma del Rojo para sus historias neogóticas. Y, algo antes, los radicales movimientos revolucionarios encontraron ya en este color el justo emblema para sus reivindicaciones. ¡Qué manipulado y sinuoso destino para el único, desbordante, lúcido, inconfundible, útil, áspero y maravilloso color!
(Óleo El hombre del turbante rojo, 1433, de Jan van Eyck, National Gallery, Londres; Cuadro del pintor impresionista y retratista italiano Giovanni Boldini, La Dama de rojo, 1916; Cuadro El viñedo rojo, 1888, Vincent Van Gogh, Museo Pushkin, Rusia; Pintura Armonía en Rojo, 1908, Henri Matisse, Hermitage, San Petersburgo, Rusia; Obra de Michael Pacher, San Agustín y el Diablo, 1475, Munich, Alemania; Cuadro del pintor expresionista Lovis Corinth, Cristo Rojo, 1922; Óleo Virgen y el Niño, siglo XV, del pintor Hans Memling, Museo diocesano de la Catedral de Burgos, España; Cuadro del mismo pintor Memling, San Jerónimo y el León, 1485; Óleo Retrato de una Dama, 1460, Rogier van der Weyden, National Gallery de Art, Washington, EEUU; Fotografía de la fotógrafa holandesa Suzanne Jongmans, Julie, retrato de una mujer, 2012 -semejanza con el anterior, en este caso matizada con la envoltura reciclada con algunos signos rojos; Óleo Alegoría de la Historia, 1620, José de Ribera, Hermitage, San Petersburgo, Rusia; Fotografía de la actiz estadounidense Scarlett Johansson.)
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