Irene Borges Lara, directora del espacio teatral Aldaba, revela su amor por la profesión
GRADUADA de la Escuela Nacional de Instructores de Arte, de Actuación y Dirección Teatral en la Escuela Nacional de Arte (ENA) y de Dramaturgia en la Universidad de las Artes (ISA) , Irene Borges Lara es una eterna apasionada por su profesión. Fundadora del proyecto Teatro Dédalo, asistente de dirección del ya desaparecido Teatro Buendía, colaboradora del grupo mexicano Origami Teatro y directora del espacio teatral Aldaba, no deja de transformar la realidad en cada obra.
Un día del pasado enero, temprano en la mañana, me recibió en el pequeño local del Museo de Historia Colonial, donde ensaya. Ejercicios matutinos, música, risas y un exquisito olor a incienso envolvían el mágico lugar.
«El teatro ocupa un sitio importante en mi vida, todo mi tiempo está en función de él. A veces llego a sentirme un poco egoísta con respecto a mi familia —confesó con tono culpable—, pero, aunque quiera, no me puedo desprender de su magia».
En el año 2002, mientras trabajaba en Teatro Buendía, coescribió y dirigió De París, un caballero, obra galardonada en varias ocasiones. Con ella obtuvo el Premio Villanueva de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC), como una de las mejores puestas en escena vistas en Cuba en 2003.
«Siempre existe el temor de lo que pueda suceder con las obras hechas. Cuando las realizo tengo el deseo de obtener premios y agradar al público, pero no pienso demasiado en esos detalles. Si emprendo un proceso de trabajo, me concentro en todo lo que puedo aprender de él como persona y como artista.
«De París, un caballero era un desafío, pues luego de la tesis, realizaba mi primer montaje como profesional. No esperaba los lauros obtenidos: gustaría a las personas por la presencia del actor José Antonio Alonso, mas no soñé tanto. Es que si me preocupo excesivamente, no disfruto mi labor».
Sobre el tipo de teatro preferido para crear, comentó: «Aún no he definido un estilo, una manera de hacer. Indago en todos los géneros, formas y lenguajes, hago teatro de calle, de sala… me gusta la variedad.
«Creo, también, para todas las edades. Luego de presentar un trabajo para adultos, los espectáculos de niños son una manera de desintoxicarme de la angustia que ocasiona tratar temas y problemas para personas mayores; representan una forma de oxigenarme.
«Por otra parte, el espacio teatral Aldaba tiene una peña para el adulto mayor, aunque recibe diferentes tipos de públicos, al tiempo que organiza funciones para la comunidad».
—¿Cómo concibe los textos de sus obras?
—Me seduce crear a partir del actor en la escena, no la escritura pasiva frente a un ordenador. Provoco a los actores en los ensayos, llevo temas, y son los artistas quienes arman el tejido del texto, según su inspiración y espontaneidad. Eso lo aprendí de Flora Lauten y Víctor Varela, profesores que marcaron mi carrera.
«No me interesan los temas comunes como la marginalidad, La Habana de noche, el fin del mundo… esa dramaturgia donde no hay una transformación hacia el bien. Siempre trato de renovar y ser útil al público, desde la virtud».
—¿Qué importancia le confiere a la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en el inicio y desarrollo de su profesión?
—La AHS es fundamental en la trayectoria de los jóvenes realizadores. Luego de graduarme en la ENA, la organización auspició el proyecto Teatro Dédalo que fundé. Me proporcionó locales de ensayos, recibí promoción. No tuvo reparo en abrirme sus puertas. Actualmente, aunque ese proyecto no existe, la Asociación sigue dándome asistencia.
—¿Y los planes futuros?
—Estamos remontando una obra de teatro callejero titulada La cesta mágica, así como Por los caminos del mundo, para llevarlas a Manzanillo durante la próxima Feria Internacional del Libro en este municipio granmense, del 14 al 26 de febrero.
«Estamos involucrado en otro proyecto a partir de la interpretación de la obra pictórica del artista francés Alain Kleinnman, para presentarlo, como actividad colateral, en la venidera Bienal de La Habana, mientras en febrero comenzaremos a montar Cuarteto para cuatro actores, de Boguslaw Schaeffer, autor polaco de quien habíamos representado Ensayo para siete.
«Aldaba mantiene, además, sus peñas con el adulto mayor y realiza encuentros con los niños, los terceros jueves de cada mes, en el parque ecológico Hans Christian Andersen, en La Habana, donde presentamos clásicos de la literatura infantil universal. También colaboramos con el grupo alemán Peces volando, en un proyecto a larga distancia, con el objetivo de unificar y conformar un espectáculo».
Sin dudas, el teatro despierta en Irene una pasión efervescente que alienta emociones y criterios: «No puedo negarlo, el teatro es mi vida. Me atrapa con todas sus fuerzas».
Por: Amalia Ramos Ivisate / [email protected]
Tomado de Juventud Rebelde