Revista Viajes
El despertar de mi último día de vacaciones fue pausado, pero muy temprano para aprovechar el tiempo, apenas me levanté salí del Hotel Carlos V, recorriendo calle Maestro Vitoria por la parte trasera del Corte Inglés, que ya engalanaba su juguetería con aires navideños, a pesar de estar recién finalizando noviembre.
Partí mi recorrido en la Plaza Mayor, la que desde ese mismo día sería sede de una Feria Navideña, estando ya a esa hora todos los puestos comenzando a armarse bajo los primeros rayos de la mañana.
Nada más atravesé los arcos de la Plaza di con el remozado Mercado de San Miguel, del cual me había enamorado cuando visité Madrid el año 2009, estando entonces recién inaugurado: dos años después sigue pulcro, lindo e iluminado y lleno de puestos de delicatessen, frutas y verduras que relucen de frescas y coloridas.
Seguí bajando por calle Mayor y entré a tomar desayuno a la Cruz Blanca, un café muy simpático atendido a esa hora por Mario y Carmen, quienes con todo el cariño del mundo atendían a sus comensales, respecto de quienes conocían sus nombres, gusto en café y si estaban tarde para el trabajo.
Yo me tomé un latte riquísimo con tostadas con mantequilla, feliz y entretenida con la conversación y el resumen de actualidad que me hicieron desde tras de la barra.
Ya desayunada y al tanto de la situación política y económica, caminé hasta el final de la calle- un par de cuadras - hasta dar con la Catedral de Santa María la Real de la Almudena, la que fue erigida en el soglo XVII y está dedicada a la Virgen de Almudena, patrona de Madrid, la que - según cuenta la leyenda- permaneció oculta tras uno de los muros de la cuesta de la Vega, mientras duró la ocupación musulmana, descubriéndose por si misma de una cubierta de cemento, con que la habían protegido de los Moros, una vez que el Rey Alfonso VI reconquistó Madrid.
Lo primero que recibe al visitante - por la entrada lateral- son las tres puertas de bronce en las que se encuentran tallado el capítulo cuando la Virgen es encontrada tras la tapia y la visita de Juan Pablo II, que consagró la Catedral.
Una vez que ingresé a ella, quedé maravillada con su interior que relucía bajo el sol de la mañana, brillando los muchos colores y el dorados de sus techos y los reflejos que salían de los vitrales a los pálidos pilares.
Subí al altar donde las personas hacían fila para orar frente a la imagen de la Patrona de Madrid, y luego descendían seguros que aquella intercedería para que sus peticiones fueran escuchadas...
Terminada mi visita salí hacia la Plaza de la Armería donde se encuentra su entrada principal, y se enfrenta al Palacio Real, el que a esa hora estaba a plena actividad y con una gran fila de turistas esperando su turno para ingresar.
Bajé hasta los jardines de Sabatini, que se sitúan en la parte posterior del Palacio y que permanecen abiertos al público verdes y perfectamente recortados.
Seguí avanzando hacia la Plaza España, hasta que encontré en una porción del Parque del Oeste con una sorpresa: el Templo de Debod, un verdadero Templo Egipcio en el Centro de Madrid.
Este Templo fue un regalo del gobierno Egipcio a España por la ayuda prestada por ellos en la conservación de los Templos de Abu Simbel, cuando se construyó la represa de Aswan y reluce aún después de 2.200 años en medio de la capital.
Terminado mi paseo por el centro tomé el Metro en Plaza España para ir al Museo Tyssen Bornemisza, situado en el paseo El Prado (8 euros la entrada con derecho a la colección general), que con orgullo exhibió a nuestro maestro Matta hasta el 23 de octubre de 2011 en una colección especial con ocasión del centenario de su nacimiento.
Si bien el museo alberga colecciones de artistas de los últimos 8 siglos, que incluyen en forma permanente a grandes como Vangoh o Monet (con el bellísimo Puente sobre Charing Cross), se destaca más bien su énfasis en la pintura contemporánea, principalmente del siglo XX, manteniendo en su colección a Matisse, el ya mencionado Matta, Picasso, Rodin, pasando además por representantes del pop art como Lichtenstein.
Saliendo de ahí volví al hotel por mis cosas, hice algunas compras de último minuto, y partí al aeropuerto en taxi, que me consiguieron del mismo hotel por 25 euros, abordando justo en la hora el Air France que me conduciría a casa, previa escala breve en París.
Estuve 1 hora y media en el moderno Aeropuerto Charles de Gaulle donde luego de comer y vitrinear abordé puntual.
El viaje de 12 horas fue tranquilo y sin sobresaltos, el servicio a bordo es excelente; la opción vegetariana, como ya se ha hecho usual, se sirve con puntualidad, siendo muy rica y variada (incluye harto queso) incluyendo el servicio abierto de noche bebidas, agua y helado de paleta de chocolate de Haggen Daz.
Durante el viaje mayormente me dediqué a ver películas y repasar las fotos de los 47 días que recorrí con toda la calma y en una ruta lógica que tuvo las correctas transiciones: cinco países en tres continentes; viaje que en minutos me hizo incluso retroceder en el tiempo, a épocas sin reloj y marcadas sólo por los ritmos de la naturaleza: Gracias a Nepal, por hacerme recuperar la esperanza en que eso es posible al igual que volver a sentir el viento de montaña y el aroma del campo.
Gracias a Turquía por mostrarme a través de su arquitectura e historia los más de 2.000 años de su asentamiento, a través del paseo de las Ruinas Romanas de Pammukale y Efeso (que me regaló la más linda sorpresa- al lado del mar Egeo- de poder visitar la casa de la Virgen María), las formaciones rocosas milenarias que originaron los valles eternos de Capadocia, y de la magia de Estambul, donde pude vivir la dicotomía de lo actual y pasado, tradición y proyección, lo oriental y occidental, Europa o Asia, a cada momento, maravillando al visitante con sus obras de arte como la mezquita Azul, Santa Sofía, y los palacios de Topkapi, y Dolmabache y deleitándolo con las delicias Turcas, el café y los baños.
Gracias a España, por mostrarme la siempre entretenida Madrid por segunda vez, y por revelar el diverso Sur de la Península marcado por la influencia Mora que los gobernó antes de los Reyes Católicos, con su arquitectura de ensueño, los colores, la comida y también la música, que resonó al ritmo de la guitarra, las palmas y el taconeo durante toda mi estadía.
Gracias a Marruecos por permitirme encantarme por segunda vez ahora con su parte norte, desde el blanco de Tánger y Assilah, hasta el azul índigo de Chefchaouen, donde pude bajar mi ritmo y sincronizar con la calma de las montañas del Rif, y descubrir la comida, los colores y la gente, disfrutando además del imprescindible Hamman.
Y finalmente gracias a India, el objetivo de esta travesía y mi viaje personal más aventurero: por las luces, los colores, el sol, el calor y la música, por Mahendra Singh y Dipa que me pasearon con profesionalismo y cariño por ciudades tan diversas como Nueva Delhi, con todas sus contradicciones Mandawa, Bikaner, Jaisalmer, Jodhpur (mi favorita), Udaipur, Jaipur, Rantambhore, Agra, Orchha y Khajuraho, abriéndome las puertas de su casa y alegrándome las jornadas con sus entretenidas conversaciones y enseñanzas.
A Varanasi, por sus enseñanzas sobre la vida, la muerte y el desprendimiento (y sobre dejar ir) y por el Ganges- el alma India- que transcurre eterno a su costado recibiendo a sus hijos en sus abluciones y liberándolos del ciclo eterno de las reencarnaciones una vez arrojadas sus cenizas a las aguas.
Le doy gracias a la vida por permitirme hacer un viaje así, que fue una enseñanza en historia, geografía y religión, pero más allá fue también una lección de vida, sobre la tolerancia, la necesidad de adaptación y aceptación de cada realidad, sobre el amor y el destino, y la tarea urgente de volver a conectarme con la naturaleza y sus ritmos, ver las estrellas, sentir el pasto y la tierra con los pies, energizarme con el sol y arrullarme con el sonido del agua, porque no se necesita nada más y ahí están todas las respuestas ....
En palabras de la flor más importante de Chile Violeta Parra: "Gracias a la vida que me ha dado tanto.
Me ha dado la marcha de mis pies cansados; con ellos anduve ciudades y charcos, playas y desiertos, montañas y llanos, y la casa tuya, tu calle y tu patio"
Namasté India, Dhanyavaad, nos volveremos a ver !!!
Next Destination : Máncora, Perú!!!