Revista Viajes
Despertamos de un salto para no perdernos el nutrido desayuno que nos brindó nuestro hotel Holiday Inn Zocalo, con la vista más linda de D.F., disfrutamos en la terraza como iba despertando el centro histórico, felices de la vida con la variedad del buffet .
Iniciamos el City Tour de medio día, desde la puerta misma del Hotel, cruzamos el Zócalo o Plaza de la Constitución al vecino Palacio Nacional de México, el que según dicen en el pasado habría servido de residencia desde el Emperador Moctezuma, al Virrey de España, pasando por Hernán Cortés, y que hoy sirve de sede al Poder Ejecutivo.
Nada más entramos al edificio quedamos todos hipnotizados frente a la escalera interior: la razón obviamente los Murales de Diego Rivera, quien con maestría y carácter, relata a los visitantes a través del inmenso mural la historia Mexicana teñida por su propia visión: desde la leyenda del Águila y el Nopal, pasando por la conquista española y las masacres, los gritos libertarios de los Insurgentes - cuyas imágenes e historias ya podía identificar con claridad - la Independencia, la Reforma, los movimientos Revolucionarios de carácter social, y los episodios más contemporánea al momento de su realización entre 1929 y 1935, incluyendo su ideario comunista y el desprecio al capital industrial extranjero.
Había en sus pinturas realmente espacio para todos los protagonistas de la historia desde el resplandor del Imperio Azteca, la llegada del Europeo, sus costumbres, alimentos, animales y usos, la inclusión del Clero, y sus simbolismos, los militares, los obreros presididos por el mismo Marx, políticos y amigos, además de su querida Frida, quien también aparece inmortalizada como ella misma e inspirando a varias mujeres en actividades cotidianas durante los siglos que representó en sus pinturas.
Caminamos por los pasillos del palacio admirando más pinturas y también las formas de arco del edificio, haciéndonos notar nuestra guía que el suelo está en declinación y la ciudad hundiéndose- al haber sido erigido el centro histórico sobre Tenochtitlan que a la vez se erigió sobre un complejo sistema de canales sobre el lago Texcoco, que luego fueron drenados- lo que se hace evidente en los vértices del edificio.
Recorrimos el patio trasero y una especie de Jardín Botánico entre medio de oficinas administrativas, que exhibía decenas de tipos de cactus, de distintos tamaños y tonalidades de verde.
Terminamos la visita al Palacio con los colores grabados en la retina, y caminamos hacia la Zona Arqueologica Ruinas del Templo Mayor situadas al costado de la Catedral, donde se habría fundado la Gran Tenochtitlan (el pedregal donde abundan las Tunas) y funcionado ésta en total esplendor.
Deambulamos por la zona, llena de turistas y de personas representando danzas originarias al ritmo de percusión y de otros dispuestos a hacer limpieza energética con varias hierbas humeantes, asegurando bienestar, protección y abundancia.
Visitamos la Catedral y el Sagrario, en pleno funcionamiento, incluyendo ceremonia de Bautizo colectivo, recorrimos su interior lleno de fieles, aprovechando además de agradecer por tener trabajo, salud, familia y por supuesto vacaciones, para poder conocer países y ciudades maravillosas como esta.
Encontré al interior de la Catedral una figura de un Jesús Negro que me llamó mucho la atención; la encargada me contó la historia de Nuestro Señor del Veneno, que le habría salvado la vida a un clérigo, cuyos sirvientes habrían puesto veneno en los pies de Jesús para que se envenara cuando le besara los pies como acostumbraba, pero Jesús para protegerlo subía las rodillas para que no lo alcanzara y absorbía el tóxico tornándose del color negro que lo caracteriza.
Pude admirar además los "votos" que dejan los fieles en gratitud por algún milagro concedido y los candados que cierran las madres en el altar de San Ramón para asegurar la llegada de sus hijos o la salud de ellos.
Terminado nuestro paseo por la Plaza de la Constitución y los edificios del Centro Histórico, nos subimos a nuestra van y emprendimos el trayecto a través del Paseo de la Reforma hacia los Bosques de Chapultepec y el Museo Arqueológico, haciendo una breve parada para fotografiar otro icono de la ciudad: el Ángel de la Independencia, ideado por Porfirio, y que se erige orgulloso como obra Centenaria desde 1910.
Continuamos nuestro recorrido en el Museo Nacional de Antropología, que es uno de los museos mas importantes de América, albergando sus 24 salas piezas de las épocas del poblamiento de América y de las culturas Teotihuacan, Tolteca, Mexicas, Oaxaca y Maya entre otras.
La entrada estaba incluida en el paseo, así que hicimos una corta fila y a disfrutar; en honor al tiempo debimos elegir a que sala le dedicaríamos más tiempo y elegimos la Mexica, dueña de las piezas arqueológicas más conocidas para mi al menos.
Nos recibe en la entrada los arcos del Juego de Pelota o Tlatchli, los que tenían que ser atravesados por los jugadores con una bola de caucho pero sin usar las manos. El juego, nos contaba la guía, muy popular, era más que una actividad deportiva, sino una representacion de la lucha entre los señores del inframundo y los habitantes de la tierra.
Encontramos en esta sala tallada en piedra la figura del Águila y el Nopal, que ilustra el escudo del país y además la leyenda de la fundación de México, mediante la cual se cuenta que el Dios Huitzilopochtli les indicó a los Mexicas donde él reinaría y donde tenían que levantar la ciudad.
Caminé distraida por los pasillos encantada con las representaciones de los animales más comunes en esa época, a los cuales le rendían culto buscando la protección, así encontré Ocelotes, Serpientes y a hasta el mítico Quetzacoatl.
Y también un mapa donde se ilustra el Lago Texcoco, la situación original de la Gran Tenochtitlan y como se organizó la Capital Federal sobre ella a través de los años, con enormes obras de ingeniería y drenaje, quedando a salvo, solo el área los canales de la zona de Xochimilco.
Presidiendo la sala estaba la Piedra del Sol, conocida popularmente como el Calendario Azteca. Fue encontrada en el Templo Mayor de la antigua Tenochtitlán en 1790 y luego de pasar casi 100 años en la Catedral, por obra de Porfirio se convirtió en pieza del Museo Arqueológico.
Se dice que sus cinco círculos - en cuyo centro está Xiuhtecuhtli quien emerge desde el centro de la tierra sosteniendo dos corazones humanos y mostrando su lengua transformada en cuchillo de sacrificio- contienen cálculos exactos sobre las estaciones del año, los puntos cardinales, astronomía y la medición del tiempo.
Sin embargo, el mismo Museo derriba en la placa explicativa la creencia que es el Calendario señalando", por su contenido simbólico en el que se advierten los nombres de los días y los soles cosmogónicos se le llamó injustificadamente Calendario Azteca", aclarando que se habría tratado más bien un altar de sacrificio.
Salí un poco apenada porque me hubiese encantando ver las otras salas, pero teníamos una hora fija para reunirnos con el resto del grupo, así que pensando en regresar el lunes, salimos al parque al punto de encuentro (El lunes el museo esta cerrado, así que es un pendiente para mi volver).
Una vez en el parque contiguo esperando a los demás, sentimos tambores y flautas que pertenecían nada más y nada menos que a los Voladores de Papantla, a los que sólo había visto en Televisión (muy probablemente en la Cámara Viajera de Don Francisco) y ni soñaba con verlo en vivo, un real regalo.
"Los Voladores" se lanzan de una altura de unos 30 metros de alto, al son de tambores, girando sólo atados de sus pies, completando entre los 4, 52 giros que coinciden con los ciclos solares del calendario Maya y las 52 semanas del año.
Nos contaba nuestro guía que era un ritual para la fertilidad de los Totonacas, que luego los Aztecas continuaron, dándole además un tinte más lúdico.
Llegamos de regreso al Hotel y salimos de inmediato a tomar el metro en Zócalo para nuestro destino planificado para la tarde Coyoacán y sus atractivos.
Pedimos varios consejos para llegar a la casa de Frida Kahlo, porque aún estábamos reticentes a tomar taxi (nos habían metido mucho miedo con robos y estafas, y la verdad que con cuidado mediano, no es más inseguro que en cualquier otra parte del mundo), el Concierge del Hotel nos miraba con cara rara preguntándose porqué nos gustaba el Metro (ya habíamos ido a Xochimilco), pero nos indicó que la ruta más directa era ir hasta la estación Coyoacán y de ahí tomar un taxi, con tarjeta verde en la puerta.
Llegamos a la estación, donde tuvimos que hacer una pequeña fila para abordar el Taxi, que nos condujo por unas 12 cuadras hasta la calle Londres 247, donde se encuentra la Casa Azul, donde vivió Frida hasta el día de su muerte.
La entrada vale 80 pesos y hay que pagar además un suplemento de 60 pesos por cada cámara fotográfica que ingresa (Flash prohibido).
Iniciamos el recorrido por la muestra pictórica de la artista, donde pudimos apreciar algunas de sus obras más conocidas, sus auto retratos, episodios de su vida, sus versiones de su adorado "Panzón" y las que contenían sus mensajes universales de "viva la vida" y su más querido "pies para que los quiero si tengo alas pa´volar" que realmente emociona tener en frente.
Paseamos por las habitaciones de la casa, donde se lucen los cojines bordados con mensajes y algunos elementos propios de sus antiguos habitantes, como la jardinera de trabajo y la escopeta en el dormitorio de Diego Rivera.
Visitamos la cocina muy colorida y las demás habitaciones de a casa.
Las habitaciones de la parte de la casa de Frida, albergan también sus camas: la que tiene un espejo encima, puesto por orden de su madre, el que facilitó sus auto retratos y la que usaba de noche, de la cual colgaban ángeles y calaveras, que velaban sus sueños.
Y encontramos su estudio de pintura...
El Patio de la casa es impresionante, verde y grande, y lleno de piezas prehispánicas, de las cuales Diego Rivera era un entusiasta, realmente uno se puede imaginar la vida y el acontecer cultural en él, más cuando había una representación de la artista, que la traía al tiempo real.
Y encontramos la version "Catrina" de Frida, emulando la obra caláverica de José Guadalupe Posada, que Diego Rivera bautizó con este nombre, con el que se conoce en la actualidad a la original Calavera Garbancera.
Terminada nuestra visita caminamos paseando por varias ferias hasta la Plaza de Coyoacán, con su pileta que inmortaliza a los Coyotes que le dan su nombre... la atmósfera de la plaza es increíble, pasa un tranvía que le da aire de otra época, pero está rodeada de cafés, heladerías y restaurantes muy modernos que le dan un aire muy actual y cosmopolita.
Nos habían recomendado pasar por un Jaroche, café muy tradicional, el que pasamos a probar, eligiendo para un almuerzo tardío uno de los restaurantes que rodea la plaza Corazón de Maguey, que era precioso y muy moderno.
Saliendo de la Plaza seguimos recorriendo el Barrio encantada con sus calles y tiendas y emprendimos el regreso al centro de la ciudad, animándonos a un tomar un bus (aquel que nos instruyeron amablemente los transeúntes) y que después de esperar largo rato que pasara, nos dejó en zona conocida al lado del Bellas Artes.
Caminamos por calle Madero hacia el hotel, visitando todas las tiendas, especialmente The Body Shop, y las disquerías hasta que ya se hizo bien de noche, terminando esta intensa jornada en el Restaurante del Hotel, donde conocimos una nueva amiga que cenaba sola e invitamos a conversar: ella profesora Guatemalteca, se reuniría a la mañana siguiente con su amor Gringo en territorio neutral, entretuvo nuestros tequilas con su historia de amor, sus consejos sobre la vida y los viajes que escuchamos con total atención.
Nos despedimos muertas de la risa y nos fuimos a descansar para la siguiente jornada: Teotihuacan, otro sueño hecho realidad.
Hotel: Holiday Inn Zocalo.
Guía: City Tour Medio día. Agencia Kinich Coyol (www.kinich.com),