Revista Cultura y Ocio
Y que no se me pase, como se les ha debido pasar a 400 millones de conciudadanos el dia de la que considero mi Nacion. No soy un europeista de los de la crisis. De esos que olian fondos de cohesión o ayudas financieras. Desde que mi miserable país se asoció al que parecía ser el embrión de un país unido, que sentí como mía la bandera azul, las doce estrellas y el bello himno, con letra de Friedrich Schiller y musicado por Beethoven. Un embrión de lo que podría ser el anhelo milenario de unos pueblos que, siendo diferentes, compartían muchas cosas. La invención de la democracia, de gran parte de las artes y oficios, del progreso, de la industria... Los cenizos dirán lo que aportamos de negativo. Pero me atrevo a decir que no se compara a lo que aportamos de positivo. Y mucho más podría ser si fuesemos solo un país, una democracia.Tan vehemente soy en esta causa que creo que la UE es un sucedáneo de lo que debía ser, pues ni la libre circulación es real, y creo que incluso se debería replantear una refundación con los países que decidiesen estar, perdiendo de inmediato la soberanía que no sea la propia europea.Estamos en días difíciles para la Unión Europea y el Euro. A los habituales reyezuelos, nacionalistas minúsculos, euroescépticos, neuróticos, paranoicos, incultos y cerriles en general, se le suma ahora una crisis real de los de siempre asociada a un ataque sin precedentes por parte de compañías privadas con intereses que en mi opinión podrían ser públicos y los sustitutos perfectos a una guerra, normal o fría.Hoy, los ministros de Economía se han reunido, después de haberlo hecho los jefes de gobierno, con el fin de asegurar la moneda única y, con ella, la propia Unión. Espero, sinceramente, que salgamos reforzados de esta crisis. Por el bien de todos. Por poder seguir escuchando cosas como estas: