Revista Opinión

Día de la independencia. Caso práctico

Publicado el 21 septiembre 2012 por Vigilis @vigilis
Siento cierto morbo por saber los pasos concretos hacia la separación o secesión de una comunidad del resto de España. En este debate, mucho se habla de reyes medievales, de piedras en descampados y de cualquier tipo de anacronismo para justificar tesis cuanto menos discutibles (o cuya importancia sólo es achacable al frikismo hooligan).
Día de la independencia. Caso práctico
También es un debate viciado y espeso en el que la gente da su opinión sobre lo que es o deja de ser una nación o qué repercusiones concretas políticas tiene esto. Asimismo, en este tema, se orbita alrededor de la aburrida cuestión de las lenguas. Algo más interesante es la explicación de cosas fiscales porque revela carencias del sistema de financiación autonómico: para mucha gente, el estado central es un ente abstracto que quita impuestos, sella pasaportes, tiene tanques y cuartelillos de la Guardia Civil. En general, la administración del Estado tiene mala fama excepto cuando aparece en forma de salvamento marítimo o hay una redada en un local de trata de blancas. Incluso estas cosas buenas, la gente puede pensar que no hay razones por las que su comunidad no pueda desempeñarlas. Pero como digo, ahora no es ese el tema. Vayamos a lo concreto.
Hacia la separación
El primer problema que nos encontramos es que no existe un método jurídico para la secesión. En un país normal esto impide cualquier debate sobre el tema (claro que un país normal que no quiera estas cosas, también ordena el resto de sus leyes de forma que no puedan dar lugar a la demanda política de la secesión). Pero como para los que quieren la secesión esto se la sopla, cojamos una pértiga y saltemos sobre la ley para especular con lo que hay al otro lado.
Se habla de que un parlamento autonómico puede declarar unilateralmente el estado propio. Es decir, una votación extraordinaria de un texto que una mayoría suficiente aprueba. Después ¿qué?
Me imagino que habrá fiesta en la calle de los que están a favor. Mientras hace buen tiempo, una fiesta en la calle es bienvenida. Las celebraciones colectivas suelen inspirar un éxtasis de la masa, un jolgorio y alegría del que brota la camaradería. Es el mismo sentimiento de los forofos cuando su equipo gana algo (la Copa del Rey al Real Madrid el día de su centenario, por ejemplo). Pero después ¿qué ocurre?
El presidente de la comunidad celebra con los suyos, hay abrazos y la gente se ríe mucho. Supongo que el acto estará revestido de esa liturgia no escrita que obliga a políticos subdesarrollados a imprimir caracter a un acto mediante semblantes serios. Pero una vez que ha hablado con familiares, cual concursante de Gran Hermano, habrá un momento en que el teléfono le suene.
Día de la independencia. Caso práctico
Estoy intrigado por esa llamada. Puede ser cualquiera, desde un fiscal al Delegado del Gobierno pasando por el jefe de tu policía autonómica. Pasemos por alto que esa declaración unilateral en el parlamento carece de valor jurídico. Pensemos que lo votado es un delito contra la Constitución. ¿Habría una reunión de urgencia en Moncloa para plantear el estado de excepción?
Lo de suspender la autonomía no lo acabo de ver: no hay un método para hacerlo. Aunque militarices algunos servicios públicos, estás dependiendo de un ejército de funcionarios autonómicos y no hay tantos militares como para controlar lo que se hace en cada sitio. Desde luego que los servicios públicos básicos continuarían su funcionamiento sin más problema del que pueda haber un día de huelga (o un domingo). Pero los funcionarios que se dedican a cosas que al gobierno central no le importan (como la gente del Observatorio de la Alcachofa), quedaría inmediatamente de brazos cruzados.
Es más, tengo el problema de la elaboración de un presupuesto alternativo de emergencia. ¿Puede el Gobierno hacerse cargo del presupuesto que maneja una autonomía?
Regresemos a la especulación de lo concreto. Pensemos en que un juez debe cursar una orden que llegue a la policía para proceder a la detención de docenas de ex-parlamentarios, ex-consejeros y el ex-presidente de la comunidad. Es más, es que habría que detener a todo aquel que colaborara con la rebelión. En términos prácticos esto es muy complicado.
Día de la independencia. Caso práctico
Pero volvamos la cámara al punto de vista de los nuevos padres de la patria. La primera orden del nuevo estado bien podría ser la de nombrar embajadores. Todas las comunidades autónomas tienen algún tipo de representación en el exterior. Se habrían de cursar peticiones de presentación de credenciales ante jefes de estado extranjeros. ¿Qué país estaría dispuesto a reconocer la independencia de una región española? Descartemos a todos los que tienen algún tipo de pulsión secesionista y a todos los que dependen en gran medida de relaciones comerciales con la Unión Europea. ¿Qué queda? ¿Venezuela?
Se me ocurre que sería muy gracioso que pidieran presentar credenciales al ministerio de asuntos exteriores en Madrid.
También está el problema de requisar todas las propiedades del estado español en el nuevo territorio. Para eso debes mandar funcionarios de justicia que tendrían de pronto dos amos. Además, hay algunas propiedades que son del ministerio de Defensa. Habría un conflicto muy serio entre las madres/novias de quienes están dentro contra las de los que quieren entrar a quemar banderas. Cualquier movimiento de repliegue de soldados sería interpretado desde el exterior como una vía libre para el reconocimiento diplomático del nuevo país.
Esto la gente lo sabe, así que el nuevo estado declararía solemnemente que de sus asuntos de defensa se encargaría el Reino de España a cambio de un cupo anual. Sería quitarse un problema de encima.
Otro problema inmediato de caracter práctico sería el de la gente que en ese momento está viajando. Un funcionario de aduanas, dependiente del gobierno de España, que trabaje en el nuevo país, dejaría pasar todos los ositos de peluche bomba que encontrara en los equipajes. O no. Pero seguro que con los pasaportes habría un lío: gente que te llega sonriendo con pasaportes del Eurodisney o de Transnistria. Los tienes que dejar pasar mientras no tengas ninguna legislación ni firmes ningún tratado.
Día de la independencia. Caso práctico
Cosa que me lleva al problema del espacio aéreo. De pronto, todos los vuelos en ruta hacia el nuevo estado serían desviados a aeropuertos españoles. Y todos los vuelos programados para salir desde el nuevo estado se quedarían sin control de tráfico, con lo que no podrían despegar. Adiós a las vacaciones con la yaya.
En los pueblos pequeños
No lo puedo remediar: siento debilidad por las actitudes predemocráticas de los caciques de pueblo. En los pueblos la independencia sería más efectiva. Atendiendo a la tesis de Max Weber, en un pueblo pequeño es fácil asumir el monopolio de la violencia. Tres quinquis subidos a un Seat Ibiza con Camela a tope, pasarían a ser el nuevo cuerpo de la policía local. Incluso podrían ir a la farmacia a requisar de forma oficial cierto tipo de sustancias.
El consistorio haría una declaración de adhesión a la que probablemente no fueran algunos concejales, se declararía el día festivo y, en función de la inclinación del nuevo poder local, se usaría la parroquia para hacer botellón o misa solemne.
En los pueblos pequeños del resto de España
La declaración de estado independiente de una comunidad, mandaría un mensaje de debilidad muy claro a pueblos cuyo programa de la tele favorito, después de Sálvame y el fútbol, es la tertulia de Curri o el pestiño del Wyoming.
En unos, se asaltarían supermercados buscando productos con origen en el nuevo país independiente para quemarlos. Los mozos irían a meter migas de pan en las cerraduras del nuevo vecino extranjero. Y habría una declaración solemne de condena en el ayuntamiento. Al alcalde de turno le viene de perlas la noticia para así tener a la gente entretenida sin tocar el presupuesto para fiestas.
En los otros, habría una votación igual de solemne apoyando la secesión e incluso los más graciosos, se declararían cantón independiente. Se asaltarían supermercados con fruición para comprar productos de la región independizada y así mostrar apoyo e incluso se recaudarían exiguos fondos para enviarlos al nuevo estado. Como la gente no tiene un duro, se aceptarían donaciones en especie: un burro tuerto, nueve gallinas, doce kilos de chorizos,... Me deleito con la escena.
Día de la independencia. Caso práctico
La gente normal
La gente normal, sea centralista, federalista, independentista o cubista; seguirá todo por la tele comiendo palomitas. No pocos irán a los cajeros y a los bancos a retirar lo que puedan. Algunos comprarán provisiones en los supermercados, habrá tiempo para repasar hemerotecas y en general se elevará la preocupación en aquellas familias que tengan hijos estudiando una carrera de letras. Las horas que dure el nuevo estado serán todo un acontecimiento que quizás les haga reflexionar sobre los espacios que el misticismo ha conquistado a la política con su silenciosa colaboración.
El día después
Continúo especulando. Esa comunidad, una vez detenidos los padres de la patria, se puede olvidar de tener autonomía durante por lo menos un año tres meses. Todas las leyes aprobadas con anterioridad, en uso de su autonomía, continuarán esta vez bajo un gobierno delegado de Madrid. Sería interesante saber cómo reaccionaría políticamente la gente. Por los precedentes que manejamos de una situación similar, parece que no habría grandes cambios. Así que todo seguiría igual. Eso sí, con una intervención de la troika del tamaño de la Luna.

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