Revista Espiritualidad

Día de Muertos es Día de la Impermanencia Budista

Por Chocobuda
Foto http://www.frutismo.co/

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México es un país lleno de tradiciones. Algunas son modernas y otras vienen desde antes de que los españoles llegaran. Ese es el caso del Día de Muertos.

Hay demasiadas cosas escritas al respecto. Sabemos que es una festividad que honra a los difuntos y que se celebra en más lugares de América del Sur. UNESCO ha declarado el Día de Muertos como parte de la herencia cultural de la humanidad y promueve su observación y conservación.

Aquí se montan altares llenos de colores, fotos y comidas completos para los muertos que vienen a cenar por un día con nosotros.

Hacemos mil bromas regalando entre nosotros cráneos de azúcar, chocolate o amaranto con el nombre de algún amigo.

Por un día, noviembre 2, los muertos regresan a comer y bailar entre nosotros. Lo celebramos y bromeamos porque tenemos un miedo terrible a reconocer que todo muere. Como muchas otras culturas de este planeta, los mexicanos tratamos de asirnos desesperadamente a lo que amamos. No lo soltamos tan fácil.

Como monje budista, veo el Día de Muertos como la celebración de dos lados de la misma moneda. Callo mi eterna verborrea para admirar la danza de la Vida convirtiéndose en Muerte, y de regreso. Viven en el mismo espacio-tiempo, inseparables se manifiestan ante mis ojos. A veces es la luz del día apagándose. Otras es mi reflejo en el espejo que me muestra cabellos blancos en mi cabeza y barba. A veces es un insecto muerto o un mosquito que he matado.

El Día de Muertos se convierte en Día de la Vida justo frente a mi. El resultado es perfecto, a pesar de que mi enorme ego detesta la idea. Pero es lo que es. Sólo sucede. Es todo lo que hay. Millones de seres nacen y millones se van de esta vida, pero nunca del Universo. Y menos del Multiverso.

El Día de Muertos se convierte en Día de la Impermanencia porque es un recordatorio de que todo cambia y está en perpetuo movimiento. Constantemente se mueve, se adapta, destruye y crea. Y las cosas pasan mucho más rápidas de lo que puedo apreciar. Sólo puedo intentar en vano tratar de ver la magnitud.

Me sirve para tomar consciencia de que nada permanece, que todo se desgasta y muere. Y yo estoy en esa lista de pendientes del Universo.

El Día de Muertos se convierte en Día de la  Totalidad cuando me muestra que el Camino jamás termina y que nunca es plano o recto. Tiene partes con áreas verdes y pasturas perfectas, pero también rocas y lava. Sin embargo es parte del viaje, no importa cuánto me resista.

Cuando nos sentamos en zazen podemos sentir todo sucediendo al mismo tiempo. Entendemos que todo cambia y muere… razón por demás para reconocer que cada una de nuestras acciones cuentan y tienen consecuencias.

Es por ello que en cada momento, sin importar que tan largo o corto sea, necesitamos estar atentos y presentes. Siempre pensando en el beneficio de los demás.

Somos impermanencia. Somos vida y muerte en sincronía. Y es una razón ideal para celebrar.

¡Feliz Día de Muertos!

Y gracias por leer esta Semana de la Impermanencia.


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