Día Mundial del Medio Ambiente, una buena ocasión para volver a señalar la crisis política detrás de la crisis ecológica 05/06/2013
Posted by María Bertoni in Visto y Oído (¡más!).trackback
Hoy, Día Mundial del Medio Ambiente, conviene hacerse un tiempito para leer el Informe Anual 2013 elaborado por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA). Los datos, proyecciones, diagnósticos, pronósticos allí vertidos dan cuenta de un panorama poco alentador en materia de calentamiento global, contaminación, explotación y consumo de los recursos naturales. Impresionan la precisión de las cifras y la elocuencia de gráficos e imágenes. Decepciona, en cambio, la habitual costumbre de interpelar a una comunidad internacional casi-casi homogénea, cuyos integrantes parecen compartir en igual medida la responsabilidad de un presente extremadamente crítico.
El documento subraya la importancia de la Conferencia sobre Desarrollo Sustentable que la misma ONU organizó en junio pasado en Río de Janeiro, Brasil (Rio+20 fue el nombre corto), y sin embargo no retoma una sola observación de la atinada ponencia de José Pepe Mujica, tan celebrada por estas latitudes. Tampoco incorpora siquiera una nota recordatoria sobre la negativa de Estados Unidos, Japón, Rusia, Canadá y Nueva Zelanda a firmar la prórroga del acuerdo de Kioto (esto también sucedió en 2012, a fin de año).
Dicho de otro modo, el Informe 2013 sigue sin reconocer de manera explícita, con la debida urgencia, la pata política de la problemática ambiental.
“Permítasenos hacer algunas preguntas en voz alta”, solicitó el Presidente de Uruguay cuando expuso en Rio+20. Y dijo a continuación…
Toda la tarde se ha hablado del desarrollo sustentable, de sacar las inmensas masas de la pobreza… ¿Qué es lo que aletea en nuestras cabezas? ¿El modelo de desarrollo y de consumo, que es el actual de las sociedades ricas?
Me hago esta pregunta: ¿qué le pasaría a este planeta si los hindúes tuvieran la misma proporción de autos por familia que los alemanes? ¿Cuánto oxígeno nos quedaría para poder respirar? Más claro… ¿Tiene el mundo hoy los elementos materiales como para hacer posible que siete mil u ocho mil millones de personas puedan tener el mismo grado de consumo y de despilfarro que tienen las más opulentas sociedades occidentales?
¿Será eso posible? ¿O tendremos que darnos algún día, otro tipo de discusión?.. Porque hemos creado esta civilización en la que estamos: hija del mercado, hija de la competencia y que ha deparado un progreso material portentoso y explosivo. Pero la economía de mercado ha creado sociedades de mercado. Y nos ha deparado esta globalización, que significa mirar por todo el planeta.
Ahora bien, ¿estamos gobernando la globalización o la globalización nos gobierna a nosotros? ¿Es posible hablar de solidaridad y de que “estamos todos juntos” en una economía basada en la competencia despiadada? ¿Hasta dónde llega nuestra fraternidad?
No digo nada de esto para negar la importancia de este evento. Por el contrario, el desafío que tenemos por delante es de una magnitud de carácter colosal y la gran crisis no es ecológica, es política”.
Antes de volver a subrayar el “carácter político” del problema, Mujica aclaró: “no se trata de plantearnos el volver a la época del hombre de las cavernas, ni de tener un ‘monumento al atraso’. Pero no podemos seguir, indefinidamente, gobernados por el Mercado, sino que tenemos que gobernar al Mercado”.
Aunque a simple vista pueda sonar pueril, la aclaración se revela pertinente cuando leemos a Eugenio Raúl Zaffaroni en La Pachamama y el humano:
Nadie puede ignorar que en el siglo XX se deterioró más el planeta que en todos los milenios anteriores y que el ritmo de degradación de las condiciones de habitabilidad humana, si se proyecta sin interrupción, lleva a la catástrofe y a la extinción de la vida humana en la tierra… (El problema es que) cuando se traduce en términos políticos, este argumento puede resultar tentador para cualquier radicalización crítica de derecha y de izquierda”
(pág. 90).
“Es muy fácil pervertir el discurso ecológico -prosigue el penalista y juez de la Corte Suprema- hasta caricaturizarlo y convertirlo en discurso antihumanista que, por quitar al humano del dominio absoluto de la naturaleza, lo degrada a microbio eliminable si se opone a su conservación”. El dilema político de la cuestión ecológica también se manifiesta en este otro plano.
Hoy, Día Mundial del Medio Ambiente, y aprovechando la relectura de La Pachamama y el humano, también vale la pena recordar que la Constitución de la República de Ecuador de 2008 y la Constitución Política del Estado Boliviano de 2009 conciben a la Tierra en tanto sujeto de derecho. De esta manera, ambas Cartas Magnas conminan a que los ciudadanos de sus respectivos países respeten los derechos de los demás seres vivos y los reconozcan como especies con la que todos los seres humanos establecemos una relación de interdependencia: si desaparecen ellos, también desaparece(re)mos nosotros.
Tal vez para despertar a los autores del último Informe Anual del PNUMA, convenga destacar que estos primeros pasos latinoamericanos en materia de constitucionalismo ecológico no habrían existido sin una clara iniciativa política.
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