Revista En Femenino

Diabetes gestacional – La evolución de Bichito

Por Clara Ingeniera @mamaingeniera

Ayer os dejé caer por Twitter, recién salida del hospital, que me habían hecho la ecografía de las 32 semanas (aunque estoy de 33) y que me quedé un poco plof.

Quería desahogarme un poco, porque desde ayer tengo como un nudo en el pecho y muchas ganas de llorar. Entre las hormonas, la cantidad de médicos de esta semana y que maridín ha trabajado un montón y casi no le he visto, me he sentido… no sé ni como explicarlo.

El caso es que ayer a las 9:15 de la mañana tenía visita con la enfermera de endocrinología. Estas visitas duran unos 30-45 minutos. Miramos mis valores de azúcar y la enfermera toma decisiones. Decidió aumentar dosis de insulina en el desayuno y en la cena. Bien, por eso no hay problema.

Pero le expliqué los dolores de cabeza que me están dando en el CAP porque no tienen el mismo material que en el hospital (tiras de glucosa) y ella aún me insistía en que tenía que exigirles que me lo consiguieran. Ahí ya me mató. Quiere que entre en una lucha CAP – hospital que sinceramente no me apetece nada, así que yo asentí con la cabeza pensando que ya le volvería a pedir tiras de glucosa a ella y punto.

Por otro lado, como en el hospital no me hicieron receta electrónica, el CAP no podía ver que me habían pautado insulina, por lo que no me podían facilitar las agujas. ¡Si es que me tienen harta! Hoy tengo cita con el médico de cabecera para que me actualice la baja y aprovecharé para pedirle que me haga la receta y llevarme agujas.

Mi siguiente visita ayer, era con el ginecólogo especializado en diabetes gestacional a las 11:30. Puesto que me iban a hacer ecografía, maridín vino también y esperamos juntos a que se hiciese la hora en un bar de fuera del hospital (yo no tomé nada, más que mi almuerzo traído de casa, claro). No fuimos a casa porque, aunque el hospital está cerca, está cuesta arriba, y preferíamos quedarnos allí.

Primero me vio el ginecólogo, que miró mis valores de azúcar, midió mi útero y no sé porque narices me mandó a monitores dentro de dos semanas (estaré de 35). Utilizando como referencia a mi amiga que dio a luz en septiembre y que estaba en la misma situación que yo, me resultó muy extraño, pues a ella le mandaron monitores la primera vez a las 38 semanas.

Por otro lado, le pregunté lo del sangrado de la nariz y no le dio la más mínima importancia, así que perfecto. También me mandó los análisis del tercer trimestre. Rutina pura.

Después de esa cita de monitores, volveré a ver al ginecólogo.

Una vez terminé con el ginecólogo, no me llamaron para ecografía hasta las 13h. La ginecóloga que hacía la ecografía me dijo que esta era rutinaria, la que correspondía al tercer trimestre, pero que si el ginecólogo de diabetes solicitaba otra más, pues me la harían.

Cuando me tumbé en la camilla en plena contracción de Braxton Hicks con la barriga deformada con un bulto a cada lado, la residente dijo “parece que está cruzado”, y le dije “no, es una contracción”. Ella me miró con cara de pepinillo y al poner el ecógrafo casi en mi pubis dijo “ostrás, pues si, la cabeza está aquí”. ¿Es que eso no lo estudian en la carrera? En fin.

Tras 15 minutos de silencio me dijeron que todo estaba bien, pero entonces yo pregunté, “¿y de tamaño?”

Bueno, si, es grande eh, pero claro, eso ya te lo lleva el ginecólogo de la diabetes que es el que lo valora. El niño está en percentil 98 con 2,600kg. Pero está todo bien.

Ahí me vine abajo y dejadme que os explique por qué.

Llevo ya 6 semanas con dieta estricta (excepto un día puntual que me la he saltado en una única comida), he pasado hambre, me duelen las yemas de los dedos de tanto pinchazo (5 al día), y ahora también los brazos porque pincharme la insulina en la barriga me da muy mal rollo (3 al día). Me dijeron que debía pincharla en los brazos o en la barriga y no en los muslos. Y así lo hago.

Me paso el día pensando en la siguiente comida, en cuando me tengo que medir, en que me tengo que pinchar. No puedo quedar con gente para hacer planes normales, tengo que ir con mi comida detrás o simplemente, no ir. Tengo mis horarios porque no puedo estar más de 3 horas sin comer, y aún así y todo, por las mañanas, sigo dando positivo en cuerpos cetónicos.

Que todo este esfuerzo que estoy haciendo de momento parezca que no haya servido para nada, me frustra. Me frustra mucho. Me pone triste y sé que las que han estado en mi situación, me entenderán.

Sé que las medidas de una ecografía siempre son estimaciones, pero ahora mismo no tengo nada más, así que es en lo que me tengo que basar. A mi amiga le dijeron que su niña pasaría de los 3,5kg y luego no llegó a los 3kg, pero también conozco otro caso en el que le dijeron que pasaría de los 4kg y así fue.

Y pensaréis, “pues bueno, si viene grande pues es grande y ya está, más margen de pérdida de peso tendrá”. Pues eso no es todo, porque como cualquier mujer, yo soñaba con un parto normal, un parto vaginal. Y claro, con un niño macrosómico las posibilidades se reducen, aunque puede ser posible.

No me asusta el hecho de la cesárea. Sé que una vez tenga a mi niño en brazos me dará todo igual, porque lo sé, porque yo de lo que tengo ganas es de tenerlo conmigo, pero me asusta mucho la recuperación en sí.

Como en todo, cada mujer es un mundo, y las hay que se recuperan de maravilla de la cesárea y las hay que no. Eso me asusta a mí. No poder tener la independencia suficiente de cuidar a mi retoño, tener que depender de alguien para moverme. Me da pánico.

Nunca me han abierto en canal, nunca he estado ingresada, y según escribo todo esto, voy entendiendo porqué tengo tanto miedo, y es por el desconocimiento de la situación.

El problema ha sido que en ningún momento me he planteado que la posibilidad de la cesárea podía estar ahí, pero cuando yo buscaba quedarme embarazada hubiera firmado por una con tal de preñarme. Lo recuerdo perfectamente.

Ahora tengo que trabajar en ello. Pensar que si me rajan, tampoco es para tanto. Que lo importante es que Bichito llegue sano y salvo a mis brazos y que pase lo que pase, vamos a estar juntos, porque en el hospital en el que yo daré a luz, hay piel con piel también en la cesárea (era otro aspecto que me asustaba, que me separasen de Bichito al nacer).

Estoy llorando a moco tendido mientras escribo esto, y por supuesto, la nariz me sangra (daños colaterales). No sé exactamente porqué tengo este berrinche porque si lo miro de forma racional, no es para tanto, pero supongo que las hormonas están haciendo de las suyas.

Ayer por la tarde tuve que meterme en la habitación de Bichito y montar la minicuna (no quería hacerlo tan pronto para evitar que cogiese polvo, pero la monté y la tapé con una sabana… muy abuelil por mi parte). Necesito estar haciendo cosas para él, es lo que me pide el cuerpo. El problema es que ya está toda la ropa lavada, doblada y lista. No tengo nada más que hacer. Y me siento un poco ansiosa.

He decidido que hoy empezaré a preparar mi maleta para el hospital, pero ni siquiera tengo la lista de lo que me piden, porque como no tengo matrona… así que cuando vaya luego al CAP a por la baja, bajaré a ginecología a ver si me pueden dar una y así entretenerme con algo.

Mañana es Halloween, fiesta que me encanta y además tengo que preparar un pequeño detalle que le falta a mi disfraz. Intentaré también centrarme en eso y relajarme. Sé que mis pucheros no le van bien a Bichito.


Diabetes gestacional – La evolución de Bichito
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