La economía española ha vuelto a entrar en la UCI, aquejada de una rara enfermedad de tipo vírico, muy extendida en el mundo occidental, pero que, con las defensas del país en clara desbandada, afecta con más crudeza. El paciente ha permanecido estable dentro de la extrema gravedad, si bien la tendencia en las últimas horas apunta a un grave deterioro de los órganos vitales de la sociedad (sanidad, educación, servicios sociales…), agudizado por la toma de decisiones y terapias de choque erróneas que han convertido al paciente en un despojo y han menguado todavía más su sistema inmunológico. Ha sido un encadenamiento de movimientos erróneos los que han estado cercenando el sistema hasta la recaída final, si es que llegó a producirse alguna mejoría en algún momento, algo que los médicos ya dudan. El resultado de los últimos análisis corroboran el diagnóstico más pesimista: se han destruido, sólo entre enero y marzo, 365.900 unidades laborales (aquellas que mantienen el sistema con su actividad e impuestos), con lo que el número de células desempleadas se sitúa ya en 5.639.500, el 24,4% del total. Un ejército de unidades productivas condenado a vagar por el sistema circulatorio y acentuar el riesgo de formación de coágulos que obturen las arterias y provoquen la paralización definitiva. El equipo de Standard&Poors, tras un exhaustivo análisis de los resultados, ha apostado en las últimas horas por la eutanasia sin paliativos y, en su último parte, ha reducido la esperanza de vida A a BBB+. Ya nadie recuerda cómo aquel cuerpo sano, acostumbrado a la calidez del sol, se ha convertido en un saco de huesos que languidece bajo una luz tan fría.