–¿Pero qué le va a decir? ¿Lo del discernimiento a un hombre que sigue enamorado después de cuarenta y cuatro años? Honestamente padre, ¿usted cree que las siete parejas que se vienen a casar aquí por sábado tienen discernimiento? ¿No le dan ganas de decir a veces: “No chico, tu pareja no es lo maravillosa que vos crees que es”, “este tiene una cara de chanta infernal”, “ella no va a ser tan comprensiva dentro de tres años”…? ¿Por qué no me pidieron discernimiento cuando me casé? ¿Sabe la mala sangre que me hubiera ahorrado? No, cuando me casé, víctima del amor, algo con lo que ustedes trafican desde hace dos mil años, me recibieron con los brazos abiertos. Diez años después, en mis cabales y con un discernimiento espantoso, me quise separar y me dijeron “ahora no, ahora no se puede”. ¡Por favor padre! ¿Ahora resulta que para ser católico hay que razonar? Mi mamá no razonaba cuando la bautizaron, pero en ese momento no importó, había que aumentar la clientela. El primero [sacramento] te lo regalan, el segundo te lo venden, y después te borran.
El hijo de la novia. Guión de Juan José Campanella y Fernando Castets.