Recibir como regalo un anillo de compromiso con uno o varios diamantes puede ser el sueño que se nos ha vendido a través de la publicidad a un enorme contingente de mujeres en el mundo, en una clara demostración del éxito que tuvo desde sus inicios y aún conserva la sencilla frase “Un diamante es para siempre” creada en 1947 por Frances Gerety, redactora de NW Ayer & Son, la primera agencia de publicidad en los EE.UU, entonces contratada por la multinacional De Beers.(1)Y como es para siempre, como todas queremos que sea el amor, encontramos anillos, aretes, collares que lucen sofisticadas mujeres en revistas de moda o en los comerciales que publicitan los diamantes, que anuncian felicidad, reconocimientos, agradecimientos, recuerdos, aunque lo más probable es que la mayoría de nosotras nunca tendremos ni uno minúsculo ni siquiera cerca y quizá sea mejor.Cuando nos alejamos de esa sofisticación mercantil y nos introducimos en la industria del diamante, en su historia y en los impactos que en algunas zonas ocasiona su extracción, vemos que hay muchas emociones que no tienen nada que ver con el romanticismo de las publicidades.En pocas ocasiones, sin embargo, pueden coincidir el glamour de una modelo y los impactos que puede tener la extracción de los diamantes. Se ha dado cuando la famosa modelo Naomi Campbell fue llamada por el Tribunal Especial de Naciones Unidas para Sierra Leona para testificar contra el dictador de Liberia, Charles Taylor, quien estaba acusado de cometer crímenes de guerra, debido a que éste aparentemente le habría regalado, en Sudáfrica en 1997, “diamantes de sangre”, así llamados porque son utilizados para financiar ejércitos que intentan derrocar gobiernos legales o que provienen de zonas en donde se violan los derechos humanos.Hay mucho dolor, muerte y desconcierto tras la explotación del diamante en África, situaciones que para la mayor parte del mundo son poco conocidas o que son poco evidenciadas por la prensa mundial, muchas veces más interesada en obtener la publicidad de la industria del diamante que en denunciar lo que sucede en los lejanos parajes africanos. “No los reconocí como diamantes. Para mí son algo bonito, brillante y que viene en una caja. Ya saben,” dijo Naomi en su testimonio ante el tribunal.Si seguimos la ruta del diamante, llegaremos a Marange (2), en el este de Zimbabwe, donde podemos encontrar -según el gobierno de este país- el que sería el mayor yacimiento de diamantes de aluvión de la historia de la Humanidad. Tiene una extensión de 60 mil hectáreas y podría contener el 25% de las reservas mundiales de diamantes, proyectándose sus beneficios a unos 3 mil millones de ingresos anuales para el país.Pese a los ingentes recursos que generará la extracción de diamantes de Marange, la historia de su explotación está plagada de situaciones dolorosas y conflictivas que llevaron en el año 2009 a que se le prohíba a Zimbabwe vender las piedras porque se le acusó de que eran “diamantes de sangre” (3).Esta prohibición fue motivada por los numerosos casos de violación a los derechos humanos que se habrían dado en las minas. Así tenemos que en el año 2008, se realizó la llamada operación “Hakudokwi” (que significa “sin retorno” en shona, uno de los idiomas oficiales de Zimbabwe), en la que, según se denunció, el ejército durante tres semanas realizó disparos de artillería indiscriminadamente sobre mineros ilegales y población cercana, ocasionando unos 200 muertos, según reportó Human Rights Watch (4).Desplazamientos, reubicaciones, restricciones a la libertad de movimiento, pérdida de las tierras ancestrales son parte de la historia del diamante en este lugar del mundo, en donde se repiten las mismas historias que podemos encontrar en nuestros países cuando empiezan los grandes proyectos de las industrias extractivas. Sin consulta previa, la población fue arrancada de sus localidades como si de piedras se tratase, de un momento a otro, como lo señala en su voz suave, tranquila, en su idioma shona, una mujer afectada al preguntársele cómo participaron de la decisión: “No teníamos tiempo para participar, no tuvimos oportunidad para participar, nuestra responsabilidad fue tomar las maletas e irnos.” Al escucharla, notamos ese halo de tristeza de quien siente que todo lo que ha construido, lo que le da significado a su vida y la de su familia lo ha perdido. A ellas se les notificó verbalmente que iban a ser reubicadas y a las familias se les dio 1000 dólares por las “incomodidades” que ocasionaría la reubicación. Como no hacer un símil con las negociaciones y los pírricos pagos que suelen hacerse por las tierras cuando empieza una minera en nuestros países.Cuando la Unión Europea estaba a punto de levantar la prohibición y permitir que los diamantes de Marange se vendan en el mercado internacional, un programa de la BBC denunció la existencia de campos de detención en donde se afirmaba que se torturaba e incluso que se cometieron violaciones sexuales. Un entrevistado en dicho programa testificó: “Esposaban al prisionero y liberaban al perro para que mordiera… Había muchos gritos”.(5) El recuerdo de estos hechos permanece en la memoria de la población que lo vivió, formando parte de su narrativa. Nos lo contaron actuándolo, porque en la actuación, aunque no entendíamos el idioma, pudimos llegar a sentir la angustia, el dolor, el sonido de los perros atacándoles.Pese a todo, en noviembre del 2011, el Proceso Kimberley retiró la prohibición de venta de los diamantes de Marange, lo cual posibilitaría a las compañías que habían hecho la extracción vender sus piedras en el mercado internacional. Con seguridad, una de las más felices fue la compañía Anjin Investment, de copropiedad china, la cual, apenas levantada la provisión, vendió en diciembre del 2011, 50 mil quilates de diamantes, del millón que se supone posee, compartido con la empresa estatal Zimbabwe Mining Development Corporation. Esta empresa habría acumulado durante la prohibición entre 2 y 3 millones de quilates de diamantes, que tendría listos para vender. Fue esta misma empresa la que realizó la reubicación de un grupo de pobladores y pobladoras, a casas aparentemente cómodas, pero sin respetar los usos, el manejo del espacio, sus modos de vida, y sin que se consideren las diversas actividades que realizaba la población para su sustento, como el pastoreo, la agricultura. “Ahora sólo tenemos jardincitos pequeños y no podemos cultivar, no tenemos para hacer nuestras artesanías,” señala una joven mujer, integrante de una de las 500 familias desplazadas, mientras la mayor cuenta que “las casas chinas tienen grietas, las hicieron con materiales malos, los techos de amianto se caen y vivimos en habitaciones sin techo”, mientras levanta la mirada. “Somos como los hijos de Israel saliendo hacia Canaán,” concluye.Que se haya permitido que Zimbabwe pueda volver a entrar al mercado con sus diamantes, existiendo aún serias dudas sobre si estos son diamantes limpios, pues aún persisten las violaciones a los derechos humanos (6), implicó que en diciembre último Global Witness deje de ser parte del Proceso Kimberley, lo cual ha significado un duro golpe para el organismo.Lo que pasa en Marange se repite en nuestros países; la riqueza que se genera con las industrias extractivas no parece beneficiar a las comunidades locales, de donde se extrae el producto. Son ellas las que, por el contrario, viven duramente los procesos de exploración y explotación, viendo reducirse sus niveles de vida, arrancadas de sus localidades en donde se reproduce su cultura, donde se desarrollan sus conocimientos, sin que en la mayoría de casos tengan siquiera la posibilidad de opinar, menos aún de consentir, sobre lo que se proyecta para su futuro. Luego de conocer a las mujeres desplazadas de sus localidades por la explotación del diamante en Marange y de quedarme sin poder responder a la pregunta de una de las mujeres – “¿qué podemos hacer para que se oiga nuestro mensaje, para que se entienda nuestro mensaje?” – la pregunta que surge es que si en verdad será posible una minería que se realice sin que haya miles de personas que tengan que perder su dignidad, su futuro, su cultura, en nombre del llamado crecimiento económico y el mal llamado desarrollo. De todas maneras, ya nunca un diamante podrá ser lo mismo para mí y jamás podré dejar de conectar esta industria con las mujeres de Marange, para quienes los impactos bien podrían ser, igual que un diamante, “para siempre”. Ojalá tuviéramos más respuestas a sus preguntas y más voces para llevar su mensaje.Mujeres desplazadas de la zona de Marange, en el este de Zimbabwe, a causa de la extracción de diamantes.
Por Osa Montalvo Reinoso[email protected] Noticias Ser Perú
Notas:1) La célebre frase también parece ser para siempre. Véase un ejemplo de la publicidad de DeBeers, alrededor de 1993 : http://www.youtube.com/watch?v=4vXHm8TzLzE2) Este caso fue uno de los que fueron compartidos en la Ruta de Aprendizaje sobre la industria extractiva en el Sur de África, organizada por la Fundación Ford y PROCASUR, y en la que participamos.3) El comercio del diamante es regulado por el Proceso Kimberley, instancia fundada en 2003, para certificar que los diamantes de sangre no lleguen a los mercados internacionales. Agrupa a más de 75 países, entre ellos Zimbabwe,, al Consejo Mundial del Diamante y a varias ONG, que buscan eliminar del mercado los diamantes de sangre.4) Human Rights Watch: End Repression in Marange Diamond Fields, 26 de junio del 2009.http://www.hrw.org/news/2009/06/26/zimbabwe-end-repression-marange-diamo.... Esta institución ha reportado numerosas violaciones a los derechos humanos desde el descubrimiento de las minas en junio del 2006. 5) Grupo Sipse, “Aún ‘sangran’ los diamantes de Zimbabwe”, 9 de agosto del 2011http://sipse.com/noticias/115719--sangran-diamantes-zimbabwe.html6) Instituciones de la sociedad civil como ZELA vienen trabajando arduamente para proteger los derechos de las comunidades locales y por la transparencia y rendición de cuentas de la industria minera.
Revista En Femenino
Diamantes de Marange: los impactos son para siempre
Publicado el 15 abril 2012 por Daniela @lasdiosasSus últimos artículos
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