DIANA
Título Original: Diana Director: Oliver Hirschbiegel Guión: Steven Jeffreys Fotografía: Keefus Ciancia, David Holmes Música: Rainer Klausmann Intérpretes: Naomi Watts, Naveen Andrews, Cas Anvar, Geraldine James, Charles Edwards, Michael Byrne, Douglas Hodge, Laurence Belcher Distribuidora: eOne Spain Fecha de Estreno: 13/12/2013
Pese al tiempo que ha transcurrido desde su muerte, la imagen de Lady Di sigue bien presente en la mente de todo el mundo, no en vano, fue la última gran imagen reconocible que nos ha dado el mundo. Diana de Gales fue la última heredera del glamour de los Keneddy o Marylin, una persona con una vida tan fascinante, y que mostraba una cercanía con el pueblo que la hacían una persona querida. Hay mucho en el personaje de Diana de Gales por lo que merece la pena indagar, fue una chica que se casó joven, quizá completamente ilusa y sin saber cuál era el mundo al que se acercaba. Una chica que venía de la desdicha de una familia desestructurada, cuando esto no era nada habitual, y que cayó en las redes de un matrimonio que jamás funcionó, siendo engañada y arrastrada a la infelicidad. Diana jamás conoció lo que era el mundo real, pues desde bien joven le fue imposible dar dos pasos por la calle sin que una maraña de fotógrafos se abalanzasen sobre ella. Y para mayor dramatismo, fruto de esto último, falleció prematuramente de una manera trágica. Desde luego si existe un personaje real contemporáneo al que sea interesante acercarse, Lady Di sería el primero de la lista.
El problema reside en que no por hablar de un personaje que sea interesante, ya tienes construido a uno del que merezca la pena hablar, y es esto exactamente lo que ocurre en Diana, una película de tintes telenovescos que tiene todos los peores tics del cine romántico y en la que cada decisión parece más desastrosa que la anterior. Diana se centra en los dos años anteriores a la muerte de Lady Di, tras su divorcio con el Príncipe Carlos, la princesa tuvo una relación secreta con el cardiocirujano de origen pakistaní Hasnat Khan, del que los amigos de la princesa llegaron a decir que fue el amor de su vida.
Hay veces que parece que cuando algo va mal, todo lo que la rodea tiende a ir a peor. La historia que Diana decide contar es de por si poco interesante, pero podría aún así, haber rescatado piezas sobre el carácter de la princesa que hubiera dado pie a una historia más interesante. Y es cierto, también, que por momento parece que lo intenta, y toca de puntillas temas como el del falta de la privacidad, pero todo se resuelve de manera inútil. Y es que resulta demasiado idiota ver a Lady Di paseando por medio de Londres con una peluca, no ya sin que nadie sea capaz de reconocer a la persona, que la propia película, se esfuerza en recalcar que era la mujer más famosa del mundo. Si no incluso por mostrar que sigue siendo sexy aún con una irreconocible peluca morena, hace girar a los jóvenes para que la miren el culo. Pero este complejo de Hannah Montana se evapora rápidamente cuando, una vez que es incluso ya conocida su relación por los medios, no sólo se plante delante de la casa de su amado, si no que se ponga a pegar gritos en mitad de la calle sin que nadie se percate de nada, como si por un momento Diana Spencer hubiera mutado en Katherine Heigl.
Y es que la película quiere recalcar por completo aspectos de la vida de Diana de Gales, pero en numerosas ocasiones se olvidan por completo del personaje para narrar esa nada interesante historia de amor, que transcurre de la manera más tonta posible, con juegos de miradas y abuso de la música incluidos. La Diana de la película es una niña grande a la que no le han permitido crecer, una ilusa enamoradiza que da saltos de felicidad (de manera literal, encima de la cama) por culpa del amor, pero que se siente completamente triste, aunque necesita ser fuerte por unos hijos a los que nunca ve, y que salvo por un par de menciones, y una aparición estelar, tampoco parecen importarle demasiado. Y es que por momentos la película está más cerca de parecerse a un Notting Hill sin gracia (al menos de manera intencionada), descafeinado y culebronesco, que al retrato de tan singular personaje. Incluso cuando se mete el tema de la ayuda humanitaria, que era por donde la película más podría haberse despegado, no sabe como ejecutarlo. Se trata casi de refilón, superpuesto y sin profundizar en ello, pero eso sí, dejando constancia al final de la importancia del trabajo de Lady Di.
Pero como decíamos, con Diana existe un terrible efecto domino, en el que da la sensación que nada funciona. Naomi Watts, la cual me parece una actriz formidable, jamás había estado tan perdida en toda su carrera. No es ya el hecho de que sea incapaz de acercarse a Diana, ni física, ni gestualmente, dos pormenores que se podrían perdonar. Pero la actriz se esfuerza por momentos en poner un acento tan notablemente exagerado, que la mente, de manera perversa, nos evoca a los Celebrities de Joaquín Reyes. Lo mejor de todo es observar como a lo largo del metraje, el acento va y viene continuamente, cayendo en el mayor de los absurdos. No le ayuda a mejorar esto tener una pareja de baile como Naveen Andrews, que no sólo demuestra ser un pésimo actor, si no que forman una de las parejas más improbables y con menos química que hemos visto en mucho tiempo en la gran pantalla.
Diana es un completo desastre, que acaba convertido en una comedia involuntaria por su continua tendencia al ridícula. La historia de este romance imposible, no es ya que no haga justicia al personaje, si no que está contada de una manera tan estúpida que ni siquiera parece digna de pasar más que por las sobremesas de la televisión. Lo más agridulce de todo es que detrás de las cámaras se encuentra Oliver Hirschbiegel, director de las fabulosas El Experimento y El Hundimiento, y que salvo en un par de momentos, como esa magnífica toma del ascensor que parece la bajada a los infiernos de un personaje que está a punto de morir, no queda nada de él. Nos sabemos la vida de Diana de memoria por culpa de los magazines, hacer una película que parece recortada de las propias revistas no es precisamente la mejor idea, y si cuando se indaga en ella, se traza un perfil psicológico al nivel de una Barbie, el resultado, es difícil que sea peor que éste.