A veces, al acabar la jornada, me alejo de mis compañeros para sentarme sobre un tronco podrido y pensar tranquilamente al regazo de la noche estrellada. Entonces me pregunto de qué sirven nuestras proezas si nadie las valora.
¿Quizá nos equivocamos al elegir estas selvas para nuestra lucha? ¿Nos apreciarían más en otras latitudes? Al final siempre me animo diciéndome que los importantes somos los actores y no el escenario.
Mercenario en la R.D. del Congo