Revista Cultura y Ocio
"¿Qué ocurre cuando se viene abajo el sistema informático?"
Jueves, 26 de mayo de 2011
Llegamos temprano al recinto del Parc del Forum, ávidos de música y con el ánimo por las nubes. Una tarde soleada que resalta el bello entorno donde se asienta el San Miguel Primavera Sound 2011 nos recibe y siempre es bueno el poder acceder rápido para ver cómo van las diversas ubicaciones festivaleras, desde los escenarios a cualquier tipo de instalaciones que se nos ocurran (servicios, barras, merchandising). En el escenario Pitchfork nos esperan a las cinco de la tarde Toundra, cuarteto madrileño de rock instrumental que se presentan reforzados por una violonchelista, otra guitarra acústica y un teclado. Sin presentaciones -no hay micro- el grupo consigue ir envolviendo con sus guitarras a la audiencia hasta alcanzar unos climax muy bien trabajados, más endurecidos que en su segundo álbum, publicado en 2010. Bases musculosas, sólidas, envuelven la hipnosis guitarrera que generan con muy buenos argumentos y capacidad de sugestión elevada a la máxima potencia.
Nos hemos cepillado el concierto sin poder comprar ningún tipo de bebida. Algo que podría haber resultado anecdótico, se acabaría convirtiendo en la noticia de la jornada. Tardan en llegar los ordenadores a las barras ubicadas en los escenarios Pitchfork y San Miguel (luego sabremos que ha sucedido lo mismo en el Llevant) y no es posible atender las demandas de la cada vez mayor cantidad de público que ya se marca la primera de las grandes colas que tendrá que soportar: la de la pulsera identificativa. Poco después nos anuncian que el sistema se ha caído y que la tarjeta de entrada, que se recarga con dinero para pagar a través de ese método informático, no puede usarse. No hay plan b, ni tickets, ni nada. Momentos de caos hasta que entran en juego los mochila-man, esos esforzados chavales que llevan a sus hombros un depósito con cerveza y que suponen la salvación del sediento y hastiado público que se agolpa en interminables colas en la única barra donde sí es posible pagar con la tarjeta. Me pierdo la mitad de la actuación de Triángulo de Amor Bizarro, a quienes vi hace unos meses en Gijón, en esas eternas colas y sólo tengo el consuelo de escucharles a lo lejos... Su intensidad contagiosa, ese potencial eléctrico que los gallegos saben extraer de sus composiciones me sirve de vano consuelo. Una vez sentado en uno de los comedores, espero la llamada del programa de la RPA "La Buena Tarde" para entrar en directo y comentar cómo va el festival. Me llega la música, también hipnótica, de Moon Duo, que actúan en el escenario Ray Ban, mientras trato de hablar con Cristina Natal y Patricia Serna, a las que oigo en la lejanía. Parece que también los teléfonos móviles se han sumado al caos informático...
El intervalo previo a la, esperada por muchos, actuación de Public Image Limited, P.I.L., lo aprovecho para contactar con amigos madrileños y granadinos con los que acudir al escenario Llevant. Nueva cola cervecera -para reponer fuerzas con una pizza, vale el dinero y no hay que esperar- y momentos para los Of Montreal, banda estadounidense programada para la fiesta y los festivales. La caña para los ávidos de baile y desfase, con atracciones escénicas de sobra para entretenerse y no pensar en nada más que danzar y danzar. Quienes desean algo más que un mero entretenimiento y atracciones circenses, bailes de máscaras y espectáculos extramusicales buscan nuevos escenarios donde acudir. Es el momento de P.I.L., una de las bandas que justifican la presencia de muchos en Barcelona. Abren con el esencial "Public Image", una bomba de relojería que pierde parte de su potencial en los habituales ajustes. Todo lo que viene después, sin embargo, es una de esas sesiones insuperables en la que los músicos se recrean en las virtudes de piezas como "This is not a love song", un tremendo y obsesivo, envolvente "Albatross", "Poptones, un contundente "Flowers of romance"... John Lydon berrea entre esos bajos que llenan toda la atmósfera de una furia controlada, mientras Lu Edmunds nos muestra toda la versatilidad que posee a las guitarras y los teclados. ¡Un momento!: pero si está tocando una mandolina chirriante. ¿Y ese banjo increíble que no suena como un banjo precisamente? El show de Edmunds, enjuto tipo con pinta y gestos de pervertido, un señor al que si te lo cruzaras por la calle te haría cambiar de acera -algo parecido a lo que sucede con Warren Ellis, a quien veremos depués- despliega todo un alarde de recursos que, junto a la incansable base rítmica, remata una de esas actuaciones para enmarcar con el colofón en el bis de "This is what you want this is what you get" (ya ni me acordaba de ese disco y menos aún de la canción), "Rise" y, sí, sorpresa un monumental "Open up", la canción que un dicharachero Lydon grabase junto a Leftfield. El tiempo para llegar a Grinderman, que actúan en el escenario San Miguel se nos echa encima, pero nada importa ante tamaña demostración de virtudes. Ha merecido la pena esperar tantos años hasta contemplarles por fin en vivo. Por supuesto, siempre están esos deseosos de agarrarse a fuego a las etiquetaciones y huir (o rehuir) exhibiciones donde no se hace ninguna concesión ni guiño cómplice.
Ni concesiones ni guiños cómplices hay en otro protagonista de los mejores años ochenta (y noventa, y dos mil) Nick Cave. Junto a amigotes de sus Bad Seeds se planteó en 2007 Grinderman y el proyecto ha cuajado con la buena compañía de tipos peligrosos y muy creativos como Warren Ellis y Jim Sclavunos y bien respaldados por el bajo de Martin P. Casey. Destripando blues, destilando un rock pantanoso y chirriante, Cave vuelve a auparse a la máxima intensidad en unas vibraciones que contagian a un público entregado que abarrotaba el escenario principal. La fortaleza y rotundidad que emana de composiciones como "Heathen child" o "When my baby comes" no admite discusiones. Lo que sí nos dejó perplejos fue la canción con la que se despidió: ¿fue el "Sister Ray" de la Velvet?
Nos quedamos con la duda mientras el grupo de granadinos y madrileños con los que estaba se dispersaba en busca de múltiples opciones. Algunos escogen The Walkmen, hay quienes se quedan con Caribou (que repiten), otros como mi amigo Dani Manjón se quedan con Suicide tocando su primer álbum y yo me quedo solo para ver en el escenario Llevant -que suena estupendo- a Interpol. Los neoyorquinos no viven sus mejores tiempos y eso representa un acicate para quienes sabemos que cuando más difícil es convencer más hay que esforzarse. Con un Paul Banks expresándose en un perfecto español, se centran en sus dos primeros álbumes, tocan de refilón su revisable cuarto homónimo álbum y convencen con su lectura del legado de Joy Division al que han sabido imprimirle nuevos bríos desde una perspectiva contemporánea. A estas horas los hombres que acarrean las cervezas se han convertido en las estrellas de la noche y a su alrededor se generan improvisadas colas a la busca del refresco cervecero con el que compartir tantas horas de festival. El sistema sigue, caprichoso, funcionando en unas barras sí y en otras no, con lo cual hay que manejar tarjeta y dinero con habilidad. Recupero fuerzas con una pizza y me pierdo a unos Flaming Lips que se montan su particular fiesta de confetis. He acudido al escenario ATP a ver qué tal se lo montan Salem y la experiencia es un fiasco. Otro nuevo hype, otro timo de la estampita. Saludo a Frank Rüdow, afincado ahora en Barcelona tras su experiencia gijonesa con Manta Ray. Es el momento de los extraordinarios Lüger, una banda hecha y derecha, plena de intensidad que también se trabaja paisajes hipnóticos desde una perspectiva donde no faltan las raíces en el krautrock. Marcialidad solemne para un concierto soberbio.
Todos quieren ver a El Guincho, la gran sensación anual para muchos. Madrileños y granadinos se han reagrupado y paso el aburrimiento que este nuevo hype a la española me produce poniéndome al día con amigos que hace unos años que no veía. De regreso al hotel, primero en el tranvía y luego en el enlace del metro, pienso que, a pesar de los problemas con tarjetas, dineros y sistemas informáticos, este primer día en el Fórum (y segundo de festival) ha merecido la pena. Mucho. Y lo he exprimido al máximo.
MANOLO D. ABAD