NO DIGA MÁS REFORMA
En mi juventud se oía mucho aquello de "No diga Kempes, diga gol". Imaginen: cada vez que el jugador argentino recibía un pase en el área, el locutor de radio no tenía tiempo de nombrar al delantero cuando ya se celebraba el gol. La metáfora estaba servida por la frecuencia tan corta de asociación entre las palabras Kempes y gol. Fuera ya del discurso del narrador del partido de fútbol, que debía ser ahorrativo en palabras para ser eficaz, la asociación se mantenía por antonomasia (Gol como apelativo de Mario Kempes) o por sinonimia.
Las metáforas deportivas estaban, por supuesto, cargadas de pasión y forofismo por los colores, pero su parcialidad no les quitaba eficacia. Las metáforas politicas, en cambio, están plagadas de eufemismos; no pasa un mes sin que se acuñen nuevas expresiones eufemísticas que sustituyen a las palabras que se creen incorrectas o desagradables, pero todos, después de oír el eufemismo, seguimos diciendo la palabra sustituida: así, dice el Gobierno reforma, y decimos recortes; cese de la relación laboral y entendemos despido; liberalización, luego privatización; subida temporal de impuestos, por tanto más pagamenta y más presión fiscal sobre la clase media; más leña al mono.
En estas páginas ya avisamos, desde Reyes, que el señor Rajoy no iba a dar un euro, lo que no supimos sospechar fue la cantidad que nos iba a quitar. Quizá esté usted harto de eufemismos, pues prepárese ahora para escuchar desmentidos, reediciones de frases del tipo donde dije digo, ahora digo Diego, porque cuando dije no sabía y porque aquel malvado Zapatero me engañó... vaya.. Cuando te cogen en un renuncio, no se sale de él poniendo cara de niño entre pillo y bobo, como hace Rajoy. La agenda secreta neoliberal del PP empieza a ser pública cada viernes. En el consejo de ministros no se lee el Corán, pero se ora recitando esa agenda revelada.
Aprovechando que el Pisuerga de la crisis pasa por la Moncloa, mire usted, desmantelan el Estado, pero oiga, como si no lo hicieran, poco a poco, quitándoles primero a los que les votaron para arreglar esto, creyendo en su programa, y de paso a lo que no los votaron ni creyeron. Dice una sura secreta: Dejamos el estado del bienestar en estado de esperanza, como quiere la Aguirre, sin maestros que pagar, ni médicos que dan la lata, ni televisiones públicas, ni infraestructuras estatales, ni investigadores, ni universatarios holgazanes, ni manifestantes en la calle, etc.
Para dentro de un año, tocamos la policía y el ejército (que la seguridad sea privada, el Ayuntamiento que pueda pagarla, pues vale), ponemos impuestos a la Iglesia y luego también a los políticos (demasiado coches oficiales en España, demasiados, ¿30, 50 mil coches oficiales?); dejamos solo al Rey y convertimos la Zarzuela en un nuevo Vaticano, y nos empadronamos todos en Villaborbón para no pagar aquí con nuestros impuestos la nada.
Un poco de cordura. Reformar algo no significa recortar, disminuir o suprimir. Reformar significa cambiar una cosa con el fin de mejorarla. Reformar es sinónimo de enmendar, corregir y también de renovar. Si corrijo un texto, por ejemplo, no solo lo cambio o modifico sino que también lo dejo mejor. Si reformo o renuevo algo, le añado un valor añadido, un incremento de valor, o una actualización. Reformar es modificar, cambiar con un bonus (en la realidad o en la intención del que reforma). Ahora bien, si usted dice que ha cerrado una parte de su casa para gastar menos, o que la ha vendido, no dirá que ha hecho la reforma de su casa sino que ha ahorrado en gasto.
La casa España, a base de tanto recortar (y no reformar), sobre todo en gastos en ciencia, educación e investigación, se está suicidando con este gobierno. Y lo digo así de crudo, y créanme que no tengo ilusiones políticas en otros partidos, pero hay un síntoma de neofascismo y de desprecio a la inteligencia y al saber que está promoviendo el gobierno del PP, dentro de su batería de excusas para recortar en lo más sagrado: el desprestigio de los estudios, el dejar entredicho que sobran universitarios. A un país nunca le pueden sobrar universitarios, aunque no hubiera empleo de su nivel; cuanto más nivel educativo tiene un pueblo, es más culto y también más crítico y democrático.
Fulgencio Martínez