Revista Cultura y Ocio

Diario político y literario de Fulgencio Martínez, donde se habla de lo divino y de lo humano / 7

Por Agora

LA ECONOMÍA DE LOS EX

No era necesario ser vidente para temer que las fechorías de la constructora e inmobiliaria Polaris World nos iban a costar un buen puñado de millones de euros a los españoles, que no vamos sobrados de líquido, sino cuesta arriba y en la reserva. El Banco de España ha cifrado en torno a mil doscientos millones de euros la cantidad que han volatizado los dirigentes de Bancos y Cajas de Ahorro en sus operaciones comerciales con Polaris, las cuales consistían – salvo información más exhaustiva- en extender la alfombra por donde pisaran los constructores, los héroes aquellos del ladrillo. Ay, la troyana doncella Caja de Ahorros del Mediterráneo ha resultado la más dadivosa con los héroes, y la más perjudicada en su honra. Mis respetos a sus exconsejeros, como Juan Bernal – actual consejero de Economía del gobierno regional de Murcia-, y a sus exdirigentes, como la ex directora general María Dolores Amorós, que ahora pide una millonada de euros de indemnización por los perjuicios que le ocasiona su cese. Los jubilados a los que se ha saqueado los ahorros con el asunto de las participaciones, y la sociedad en general está en deuda con esa señora porque -consolémosnos- lo podría haber hecho peor. La lógica de lo peor no distingue inocentes de culpables, nos ha metido en un camino ciego. La economía, hoy, está en manos de los ex; basta ponerse ese prefijo delante del oficio y el nombre para convertirse en experto. Luis de Guindos, por ejemplo, ex de la banca de inversiones americana Lehman, que tanto hizo por meternos en la actual crisis, tenía, lógicamente, la más cumplida ejecutoria para ser ministro de Economía del gobierno de España.

Del informe del Banco de España se deduce que, cuando se anunció el fiasco de la burbuja inmobiliaria, la CAM aceptó de Polaris, en pago de sus créditos impagados, terrenos desvalorizados, kilómetros de paisaje destrozado, abandonado, petrificado y doloridamente, ahora, socarrante de los bolsillos de todos. Cándido y hermoso ejemplo el de aceptar en pago la donación del bien con menos valor; que no se desanimen los afectados por la hipoteca, a quienes los Bancos les exigen hasta el último centimico, la casa y seguir pagando el crédito por la depreciación de ese bien.

Las consecuencias de la mala gestión de estas entidades financieras, y también de la pasividad de quienes debían ejercer sobre ellas el control social (incluyo en la corresponsabilidad social tanto a los consejeros políticos como sindicales, que esperan en silencio a que pase un ángel sobre su implicación) no es justo que las sufran solo los ciudadanos de tropa. Algunos generales deberían demostrar que merecen siquiera el sueldo de soldados novatos. Y por supuesto, a los que pronostican, a los adivinos de oficio y a otros “expertos” de prefijo, se le debería dejar que pasaran libremente, sin indemnización, al “enemigo”. Pero, frente a los deseos de este humilde escritor, está la lógica y está la realidad.

Os contaré una anécdota, que puede ilustrar la ceguera alegre en que vivíamos, antes de arribar a esta otra ceguera sangrante donde triunfa lo que el filósofo trágico Clément Rosset llamó la lógica de lo peor. Allá por 2007, la asociación cultural Taller de Arte Gramático - que dirigía yo, a la sazón- recibió el Laurel de Cultura que otorgaba el Colegio de Periodistas de la Región de Murcia. La entrega de los Laureles tuvo lugar en el moderno centro cultural de Torre Pacheco. Allí se encontraba la plana mayor de los políticos del Partido Popular, autoridades autonómicas y dirigentes locales. Cuando se me anunció, subí al estrado para recoger el premio y, tras agradecérselo a Juan Tomás Frutos, decano del Colegio, dije, mirando al público, que me alegraba de encontrar ahí personas, pues en mi camino en coche por el campo de Torre Pacheco solo había visto grúas. Luego, acepté el honor en nombre de la asociación que presidía, porque mi cargo -dije- se me dio por la costumbre nuestra de nombrar presidente al primero que se ausentaba para ir al cuarto de baño. Hasta el presidente Ramón Luis Valcárcel sonrió a esta pequeña broma anarquista. Antes de finalizar el acto se hizo subir a todos los galardonados, entre ellos se encontraba el delegado de Polaris World, que había recibido el Laurel de Economía y Empresa (sic, con mayúscula). El delegado de esta Corporacion se negó a ponerse, para la foto, en el grupo donde yo estaba, y tuvo que intervenir Antonio González Barnés, entonces concejal de cultura del Ayuntamiento murciano, que me cogió del brazo para que no abandonara el escenario. Yo no era capaz de imaginarme que mi breve intervención -por otra parte, ecologista- pudiera suscitar en alguien un grado tal de intolerancia; hasta tal punto había crecido la prepotencia. En la copa posterior se dividió el cotarro: por una vez, la cultura por un lado, la prepotencia del dinero especulador, por otro. Lo curioso es que tanto gente de derechas, algunas de izquierdas, y otros muy de derechas, como el director en Murcia de La Razón (a quien le agradeceré siempre su gesto de apoyo, más allá de sus ideas políticas y de las mías), se pusieron a mi lado. De pronto, me convertí, sin quererlo, en un buzón de quejas improvisado, en una oficina de reclamaciones del consumidor para todos los afectados por Polaris, les juro que la cosa me superó: fui el paño de lágrimas de alguna señora votante del Ramón Luis, quien desde la distancia me pareció que me guiñaba el ojo. Desde el cristal de mi copa le veía, al Presidente, ir y venir imparcial en el duelo homérico entre el ingenioso Ulises y el aguerrido Áyax. En la Ilíada, todos sabemos cómo la fuerza bruta perdió. Al menos, nos queda esa compensación, por vía simbólica, de la literatura.

Fulgencio Martínez


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