LA SEMANA DEL DÍA MUNDIAL DE LA POESÍA, DEL COMIENZO DE LA PRIMAVERA, DE LA PRIMERA CONDENA POR CORRUPCIÓN A UN EX-PRESIDENTE AUTONÓMICO, Y VÍSPERAS DE LA HUELGA GENERAL DEL DÍA 29 DE MARZO
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Miércoles, 21 de Marzo, Día mundial de la Poesía.
PRIMAVERA CERRADA EN ESPAÑA
El poeta es el bululú que representa
todos los personajes de una historia
civil, aprende en los nidos del presente
a tomar altura y a imitar los tonos
de una generación que se disciplina
en los cuarteles o mendiga en palacios
pero en la que arden aún corazones libres.
Indignadas olas jóvenes protestan
con el claro rosal de su rebeldía,
quieren salir del limbo de la desesperanza
y airean ya sus espinas impacientes;
desertan de los cuarteles del estudio
y de las alcantarillas, y sacuden
las cartillas del paro y las alfombras
de palacio, lanzan consignas y llenan
las plazas, suben ahora a los escenarios
que el viento rajó y saqueó el óxido.
Los salones de la mar tienen arañas
hechas de jóvenes cuerpos ahogados.
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CONTRA LA PRESCRIPCIÓN DE LOS DELITOS DE CORRUPCIÓN
Entre los animales racionales políticos, como les llamó Aristóteles, apenas se podía contar con un político español del momento. Si se entiende que en el animal político prevalece el instinto que favorece el bien común, el interés de la comunidad, antes que el suyo propio o de una facción,
poco de esto podemos encontrar en los especímenes politicos actuales. Lo digo porque ante la avalancha de casos de probable corrupción, no solo actúan, todos, con mecanismos de defensa y dilatorios, cuando no echan balones fuera; sino que insisten en no reformar el código legal para que no prescriba la acción penal para los grandes delitos económicos y de corrupción. Estos delitos no deberían prescribir porque el posible daño que suponen a lo público es irresarcible y porque minan la confianza de la sociedad en sus instituciones y en el juego de la solidaridad que constituye el vínculo social. Pero, además, para ellos no debería existir ningún tipo de inmunidad ni estatus especial, sea quien sea el que lo ostente, desde el rey hasta el último villano y el último parlamentario. Que no se quiera reformar esto, hoy en que, según el presidente Rajoy, solo tenemos una opción: reforma o inmovilismo, tiene su gracia. Decía Pericles, el gran dirigente de la Atenas democrática, que la democracia se fundaba en un pacto: la máxima confianza en el hombre (traducido a ideas filosóficas: en un optimismo sobre la condición humana, en el máximo respeto al hombre y a sus valores) pero también en la máxima desconfianza ante un hombre concreto, ante cualquiera que detenta el poder. La ley debe mirar con lupa a cualquiera que tiene un poder concedido por el pueblo. La democracia ateniense era a veces tan puñetera y coherente con el principio de ejemplaridad que son célebres los casos de ostracismo, y aquella anécdota de Arístides, que relata Plutarco. El propio general Arístides, en la asamblea del pueblo, ayudó a un analfabeto a escribir en la ostraca el nombre de Arístides aunque ese voto condenaba al destierro al héroe de la batalla de Salamina. El mismísimo Pericles quiso reformar la ley ateniense que solo concedía la ciudadanía a los hijos e hijas nacidos de madre ateniense, cuando el general tuvo un hijo de una mujer extranjera. El pueblo rechazó esa propuesta y Pericles sufrió un tiempo de inhabilitación simplemente por sugerir un cambio de la ley que le beneficiaba en lo personal. Quiere esto decir que la democracia puede ser agradecida con sus grandes hombres sin que tenga, a la vez, que ser rehén de éstos cuando no actúan pro bien común.
La propuesta de que no prescriban los grandes delitos económicos ni los delitos de corrupción, así como de que no haya ningún amparado ni aforado con ningún privilegio de sangre, clase, rango o cargo, creemos que debería ser llevada a un programa reformista, y se la ofrecemos al señor Gallardón para que la estudie, él que, como Ministro de Justicia, está tan preocupado por la violencia estructural; pues la ausencia de una ley anti-prescripción de esos delitos no favorece su prevención sino al contrario: anima a los posibles delincuentes y, en fin, genera un descrédito y una constante fuente de injusticia sobre el cuerpo social, que en su inmensa mayoría somos los que pagamos las consecuencias.
Fulgencio Martínez