FUNERALES DE FRAGA
Vaya por delante que yo le desearía a Manuel Fraga que estuviera en el infierno si no pensara que allí hay alguna gente buena. No comprendo ese celo provinciano de quienes están propagando la apoteosis de ese señor. Ya está en los altares, en la iglesia de Aledo, sin que el obispo de turno se sonroje. Santo Tomás, que todavía es autoridad para los católicos, según creo, incluyó la sorberbia entre los pecados capitales. Aquel gallego no fue menos soberbio que muchos réprobos, pero, por lo visto, ahora se trata de registrar su mansedumbre cristiana y su fe de vida democrática para ascenderlo a la escala de los bienaventurados. Muy barato se ha debido de poner el billete al Cielo; aunque, con esta crisis, más de una compañía aérea de bajo coste anda regalando viajes en primera clase al contratar un paquete turístico. Se ve ahí la mano ahorradora del gobierno de Rajoy, que ha hecho todo lo posible para que los funerales de Estado del ciudadano Fraga no agranden más la deuda de España: el mismo combinado de vuelo+hotel para tanto ministro asistente al acto, sólo ha supuesto un módico gasto adicional. Subir los impuestos no da para mucha fanfarria, ni está el país para cantar por alegrías, menos aun, en latín, ha avisado el ministro de Hacienda.
Más simpático es el jaraneo de los señores políticos parlamentarios, que casi en bloque han llorando la pérdida de don Manuel. Se ha ido todo un carácter, todo un hombre: algunos todavía miran para atrás con miedo, no vaya a ser que les caiga un grito recio si ponen una coma torcida en el obituario glorioso del ministro de Franco, y eterno aspirante a presidente de gobierno del régimen que fuera.
Los españoles decentes no estamos en paz mientras sigan en la cuneta abuelos y padres que defendieron la República, aquel régimen legítimo denostado por ese gran Difunto y sus conmilitones ideológicos. Los políticos de izquierdas, al menos, tendrían que secarse las lágrimas y poner de su parte para que descansen en paz los restos de los asesinados por Franco: ¡déjense de gaitas (ahora hablo en serio, señor, y bien alto, como don Manuel) y cumplan su deber de enterrar a los muertos, cristianamente o no!
Fulgencio Martínez
El artículo de Fulgencio, publicado en La Opinión de Murcia, 23 de enero de 2012