Diarios cotidianos - Nagari Magazine
Todos los períodos de entre siglos son convulsos, y están plagados de cambios significativos y propuestas sugestivas en el plano artístico. Entre esas últimas tendencias, una de las que más interés me suscitan es la autoría colaborativa. Eso que se ha discutido en las grandes tribunas académicas desde la emergencia de la denominada “inteligencia colectiva” a partir de los trabajos de Jacques Rancière o George Yúdice. Eso que tan cerca está de los recientes movimientos políticos que convulsionan las democracias liberales de la actualidad mediante las redes sociales, twitter, los smartphones y también, desgraciadamente, las compañías de gestión de datos como Cambridge Analytics, que se ponen a los pies del político que más pague —esa sería una actitud nada innovadora y sí muy perenne en los juegos del poder—.
No cabe duda de que la autoría colaborativa es de difícil aplicación en el ámbito literario. La narración escrita suele ser obra de una autora o un autor, una persona, en todo caso, a la que le gusta significar su individualidad desde el surgimiento de la literatura moderna. Sin embargo, en el entorno literario se le está dando cada vez más importancia a las obras amateur. No llegan a alcanzar la consideración de las obras de los escritores profesionales, pero se las tiene en cuenta. Es una tendencia con mucha visibilidad en los estudios literarios pero no tanta en el mercado editorial, donde la marca del autor sigue siendo un seguro para los departamentos de prensa.
Esta tendencia tiene especial fuerza en Francia, donde Philippe Lejeune: escritor y académico, lleva años recopilando autobiografías y diarios personales, y todo aquello que refleje una narrativa de la cotidianidad —esa línea ha tenido notable resonancia en España gracias al riguroso trabajo del académico Manuel Alberca, aunque en el ámbito de la narrativa publicada y no la privada—. Lejeune ha llegado a fundar una asociación para recopilar y proteger ese patrimonio, producido en buena medida por gente corriente, gente de la calle: la Association pour l'autobiographie et le patrimoine autobiographique.
Una de sus discípulas: Françoise Simonet-Tenant, publicó en 2004 un interesante libro que resumía sus investigaciones en el género diarístico: Le Journal Intime: Genre Littéraire et Écriture Ordinaire. El libro pone el énfasis en el hecho de que, aunque autobiografía y diario no suponen el mismo tipo de producción literaria, ambas se complementan y encuentras vías de diálogo. Es más, a partir de la introducción del diario en la autobiografía, Simonet-Tenant afirma que se pueden incorporar las emociones a una relación contemporánea de los hechos (p. 22). Ese es el punto a partir del cual se puede introducir la literatura de todos, pues todo el mundo puede relatar su propia vida, los momentos emotivos, o llevar un diario que le permita registrar su cotidianidad, y puede hacerlo desde la afectividad que generan sus propios recuerdos. Son esas “écritures ordinaires” de las que habla Lejeune. Se trata de un proceso catártico, personal pero compartible.
El libro de Simonet-Tenant realiza un recorrido por la historia de la literatura diarística no solo la escrita en francés, para pasar a diseccionar las partes y las funciones de un diario. Es ahí donde se describen los distintos tipos de diarios posibles. A modo de complemento, en el capítulo siguiente se exponen las distintas categorías de lectores de diarios. Se trata de una sección que toca el tema de los diarios que se publican, la intervención de los editores y la reacción de los lectores. El libro finaliza hablando de la producción diarística de hoy: de la proliferación de diarios y autobiografías entre los escritores contemporáneos, ya sean estas obras autoficticias o no; de la institucionalización de los diarios tanto en los estudios académicos como en la enseñanza de las lenguas; y de las diferentes posibilidades entre, por ejemplo, el diario de una persona adolescente y el de un escritor profesional.
La autora finaliza su trabajo hablando del tour de force entre la experiencia y el lenguaje que supone toda obra diarística. Aunque menciona los diarios colectivos, no entra a valorar el sacrificio que se requiere para, partiendo de los parámetros de la literatura moderna, alcanzar una nueva forma de creación colectiva a partir de los diarios: el de la imaginación. Si bien los diarios pueden ser escritos de una forma tremendamente imaginativa, como muy bien se demuestra en los de Franz Kafka, repletos de esas visiones que después trasladaría a su muy fragmentaria ficción, es cierto que la imaginación se ha convertido en una marca de clase del autor. Aquel escritor que tiene talento produce obras con una imaginación muy particular, muy propia, individualizada. Y no, no es eso lo que se busca en los diarios cotidianos, y eso debería hacernos reflexionar sobre una nueva forma de valorar la imaginación, y sobre los parámetros estéticos que regirían en una literatura de autoría colectiva por venir.