Desde Puerto Príncipe.
“This is the end, beautiful friend. This is the end. My only friend, the end”. He querido que está entrada sea especial. Por eso he decidido tomar prestado el inicio de una de las canciones que inmortalizó Jim Morrisson al frente de The Doors… No se me ocurría mejor manera para despedirme de vosotros que utilizando esta canción que habla de sueños truncados. De caminos vacíos y de despedidas…
…. Y es que esta carta es, eso, una despedida. Desde hace dos semanas estoy en Haití. Ha sido un viaje de sinsabores, de decepciones constantes y de desmoralización absoluta. He estado pensado tranquilamente. Analizando los pros y los contras. La situación. Mi situación. Y creo que ha llegado el momento de dejarlo. De dejar de jugarme el tipo. De recorrer el mundo… He dicho basta. Los que me conocéis- personalmente o por Facebook- sabéis que esta es una idea que me lleva dando vueltas a la cabeza hace tiempo; pero que al final siempre descarto; porque me encanta lo que hago.
Pero en Haití me he dado cuenta de que me estoy convirtiendo en un periodista que no quiero ser. En un periodista que reza para que el vehículo que lleva delante reviente en mil pedazos alcanzado por un IED o que explote una revuelta donde haya muertos y violencia. Donde la población sufra y que el cólera siga en su máximo apogeo acabando con la vida de miles de personas. No quiero acabar convirtiéndome en un periodista que desea que muera gente para poder vender sus historias. No. No quiero alegrarme porque la sangre llegue a la calle.
Decidí dedicarme a esta profesión porque quería contar las miserias que padece el mundo. Quería ser los ojos de aquellos que no pueden ver y la voz de los que no pueden hablar. No quería convertirme en un cabrón sin escrúpulos que piensa que ha tenido un buen día porque se le ha muerto un niño a medio metro y era el único que lo ha grabado con su cámara. No. Si no hay muerto no ha historia. Si no hay sangre no interesa…
En el mundo del periodismo actual, por desgracia, lo que vende es eso. Precisamente eso. Muerte. Heridos. Violencia. Sangre… Y cuanta más mejor. Mejor un niño hecho polvo por un bombazo que una persona que ha perdido su casa por una inundación. Mejor dos tipos matándose en medio de Puerto Príncipe que una historia sobre las familias que viven en los campos de desplazados. ¿Qué tipo de periodismo quiero hacer? No lo sé… Pero sé cuál no quiero seguir haciendo.
Y eso significa no vender ni una sola noticia… Ni una crónica; porque, digámoslo, nos importa un huevo que en esta parte del mundo se estén muriendo de hambre. Sólo hablaremos de ellos cuando se estén matando a machetazos. Entonces nos interesará Haití. Ahora mismo… “si no hay muertos o violencia no te vamos a comprar nada”, me decía el jefe de internacional de una televisión nacional hace tres días.
Pero no quiero ir de víctima; ni ser demagogo y decir que lo dejo por culpa del tipo de periodismo que se hace en España. No, ni mucho menos. Viajo a zonas de conflicto y, en parte, también me lucro de la muerte… pero desearlo. Uffff.
Hace un par de meses publiqué una carta en la edición on-line de El País denunciando lo precario de nuestra profesión. Recibí varias hostias por parte de algunos compañeros… Creo que no entendisteis el fondo del mensaje. No mendigaba por un puesto de trabajo, ni por una nómina a fin de mes. Ni mucho menos. Me encanta ser freelance porque soy yo quien elige los temas, quien los busca, quien elige donde ir o donde no. El tipo de reportaje que quiero hacer y el objetivo…
No, ni mucho menos estaba suplicando por un puesto en una redacción. Sólo pedía que a los free no se nos mangonee. Que no se rían de nosotros. Que no nos vacilen. Nosotros nos la jugamos mientras el tipo que nos regatea por nuestras historias está calentito detrás de una mesa de escritorio mirando el culo a su secretaria. Merecemos un respeto que nunca- o casi nunca- encontramos. Llamamos a los medios de comunicación para ofrecer nuestras historias y nos preguntan “¿pero quieres cobrar?” o el manido “estamos en crisis, ya sabes cómo va esto”. Eso es lo que trate de denunciar. Me la suda- y mucho- la nómina a fin de mes. No curro por el dinero, sino porque me encanta lo que hago… pero no puedo vivir del aire. No puedo regalar mi trabajo para que otro se lucre con él y se ponga una medallita o recoja un premio mientras a mi me dan una palmadita en la espalda. Odio que me tomen el pelo o que piensen que soy gilipollas…
Llevo casi tres años recorriendo zonas conflictivas- y no tanto. He crecido como periodista y esta profesión me ha hecho mejor persona. Me ha hecho valorar lo que tengo. Me ha dado fuerzas para no rendirme… ¿qué derecho tengo yo a quejarme cuando hay gente que ve morir a sus hijos porque no tiene con qué alimentarlos? Quizás, al final… es posible que un antiguo jefe tuviese razón “y no valgo para esto”. Es muy posible que me haya creído mucho más bueno de lo que realmente soy. Seguramente haya sido así… porque de lo contario es posible que se respetase más mi trabajo y no se me despreciara como lo han hecho hasta ahora.
Es duro renunciar a lo que más te gusta… pero he preferido ser yo quien elija el momento y el lugar. Me he querido dar esa pequeña satisfacción. “No me echáis cabrones… me voy yo”. Espero que los que vengan detrás no se rindan como he hecho yo. Espero que los que están ilusionados en las facultades sigáis peleando por nuestros derechos… Y a los que seguís… Tenéis mi admiración y mi más profundo respeto por lo que hacéis. Vosotros sois los que hacéis grande esta profesión y me siento orgulloso de haber compartido un pedacito de esta profesión con vosotros.
No me gusta decir adiós… Sabéis donde encontrarme. Un abrazo a todos!