Soy de pueblo. A pesar de ser nacida en el mismísimo centro de Bilbao, y orgullosa residente en la misma ciudad, mis recuerdos infantiles siempre están asociados a los veranos en el pueblo.
Por cosas del trabajo, hace un tiempo estuve viviendo 3 años en el pueblo yo sola: me harté de campo, de frío polar y de despertares con gallo, y me volví a la urbe. Sin embargo, cuando empieza el buen tiempo lo empiezo a echar de menos y ahora estoy pasando unos días en él: calor infernal y verbenas, estupenda combinación.
Como no podía ser menos, siendo de pueblo tenemos una huerta de pueblo, con productos de pueblo crecidos al sol de pueblo. Mi padre fue un pionero de la agricultura ecológica, tan completamente ecológica que la huerta parece más una selva que otra cosa, porque todas las plantas van a su libre albedrío...
Entre todo ese lío vegetal, crecen tomates, calabacines, pimientos, remolachas, uvas, espárragos, pepinos... Pero lo que a mí más me gusta, y que más envidia sana le da a Uno de dos son los frutos rojos, y no tan rojos: moras, grosellas y frambuesas.
Las matas de frambuesa dan dos cosechas al año (junio-julio y septiembre), y estos días nos estamos dando un atracón literal. Se comen directamente de la planta, o frías con zumo de limón y azúcar, en batido, con yogur, en ensalada, en mermelada...
Si los que solemos cocinar en casa somos adictos a los buenos productos, a lo "no envasado", imaginaros la gozada que es cultivar y recoger tus propios ingredientes y que todo sea casero 100%. Seguro que alguno de vosotros sabe lo que es, y el orgullo desbordante que se siente!
A ver si puedo poneros esta semana la receta de una tarta de queso que hice ayer, con frambuesas asomando por todos lados. Es la pionera del movimiento VSHY (verano sin horno ya). Porque con pirólisis o sin ella, los hornos necesitan también descanso estival.