Siempre estuve en conflicto con los términos que suelen usarse para definir a un Amante de la Música, y siento que ninguno me representa con exactitud.
Según el primer resultado de Google, el Melómano es aquella Persona que siente pasión por la Música, y hasta ahí vamos bien. Sin embargo la página concepto.de, aunque aclara que la melomanía no es una enfermedad, la trata como si casi fuera, describiendo "Síntomas y Manifestaciones" y "Efectos a largo plazo". También nombran el concepto Amante de la Música, y la diferencia parece radicar en las actitudes maníacas (melo-manía) que llevan a comprometer un tiempo y dinero exagerados en el asunto. Tipología y no Patología, por lo menos.
El sitio guioteca.com asegura que el dramaturgo y músico francés Pierre-Augustin Caron de Beaumarchais usó el término por primera vez en 1871, y que el filósofo inglés Ludwig Wittgenstein (1889/1951), quien plasmó en el libro Cultura y Valor su conocimiento, fanatismo (y obsesión) por el compositor Félix Mendelssohn, fue el primer Melómano. Pero mas que las definiciones que puedan encontrarse en internet, bien vale considerar lo que habitualmente se percibe como melómano: Alguien cuyo excesivo interés por la música le lleva a presumir de sus conocimientos, con algo de soberbia y descalificación para con el resto de los mortales.
La palabra Melómano me lleva hacia el cultor de las formas mas eruditas de la música, con tendencia a una sospechosa búsqueda de status. Él sabrá con exactitud en que Teatro Von Karajan dirigió su mejor Marcha Radetzky, pero aunque yo pueda recitar de memoria la grilla completa del Festival Isle of Wight de 1970, suena raro que mi vocación se ajuste al término. Imagino al melómano en el Colón, y no escuchando Sex Pistols, digamos.
Aunque sea inexacto y hasta injusto, en el imaginario popular los melómanos son seres aburridísimos, reunidos en interminables discusiones para demostrar quién la tiene mas larga en conocimientos sobre el Singspiel alemán, las diferencias entre Canzone y Motete, o el efecto emocional contradictorio que argumentaba el compositor Iannis Xenakys.
Como pasa con tantos términos, el significado conciso y real de una palabra puede diferir de su habitual interpretación según los usos y costumbres, y entonces un autoproclamado Melómano está condenado a disfrutar solamente aquella música que pueda considerarse de un alto nivel de excelencia. O por lo menos que los demás crean eso.