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Dies Irae, de César Pérez Gellida

Publicado el 06 mayo 2014 por Rustisymustis @rustismustis

Dies Irae
Autor: César Pérez GellidaEditorial: Suma de LetrasISBN: 9788483654538Páginas: 564
Sinopsis
La acción de este thriller implacable arranca en la ciudad italiana de Trieste. Au­gusto Ledesma elige el que fuera hogar de James Joyce como primer escenario para continuar su siniestra obra, que alimenta del aliento de sus víctimas y de la humilla­ción de sus perseguidores. Hasta allí se trasladará el ins­pector Ramiro Sancho en su frenética y obsesiva persecu­ción de un asesino en serie que parece haber acentuado su voracidad. Entre tanto, al otro lado de la frontera, el psicó­logo criminalista y exagente del KGB Armando Lopategui, «Carapocha», recorrerá las calles de Belgrado junto a su hija y ahora discípula con el propósito de zanjar cuentas con un pasado despiadado del que no logra despojarse. 

Reseña de Rustis
Retomo mis impresiones sobre la trilogía «Versos, canciones y trocitos de carne» del vallisoletano César Pérez Gellida conectando con el que fue el final de mi anterior reseña: si algo se le puede pedir a un autor novel, es que sea capaz de crecer y mejorar libro a libro. No esperaba en este caso demasiado al respecto, dado que los tiempos de escritura y publicación de las tres patas de esta criatura fueron demasiado cortos como para pensar en que el autor manejó márgenes viables para esta personal «petición». Sin embargo, en cierta medida Pérez Gellida ha superado mis expectativas, lo cual me alegra y me hace presuponer -aunque aún no he iniciado la lectura del tercer tomo- que estamos ante un escritor que puede dar mucho que hablar en el futuro. Vale, es cierto que ya está dando que hablar. Me refiero, más bien, a que quizá pueda sostener en el tiempo este éxito y quedarse en el panorama literario mucho más que como «flor de un día».
Dies Irae, de César Pérez GellidaLas bases que se habían puesto sobre la mesa en Memento Morireaparecen en este Dies Irae: por supuesto, se continúa la historia de Augusto Ledesma, Orestes, Pílades, Ramiro Sancho, etc. Pero se mantiene también la agilidad del ritmo, el cruce de palabras y canciones, y los poemas que ponen en juego el personal sello del asesino. Del mismo modo, he ido observando al adentrarme en esta historia que algunos de los defectos apreciados en el primer libro, aunque en cierta medida continúan, han sido pulidos o, por lo menos, otros detalles del desarrollo de la novela son capaces de brillar por encima restándoles aún más relevancia de la que tenían.
Me gustaría centrarme esta vez en el buen manejo que César Pérez Gellida hace de los inicios y finales de sus libros. Se trata de un rasgo que aprecio y subrayo en cualquier relato, sobre todo cuando me encuentro ante un género breve, pero que en este caso es destacable ya que, tratándose de una trilogía, la atención del lector ya está captada prácticamente desde que el libro cae en sus manos. Sin embargo, sabio es el escritor que no se conforma con esto, y pone toda la carne en el asador para preparar el guiso presentando los ingredientes con orden, inteligencia y ritmo. Esto ya se apreciaba en Memento Mori, cuyo inicio me pareció uno de los platos fuertes de la novela. Sin embargo, en el caso de Dies Iraese sigue la línea mejorándola: en el comienzo, aparece la presentación breve, ágil, intrigante y ordenada de los que serán los dos elementos clave: la continuación de los crímenes de Augusto Ledesma, y la historia del conflicto bélico de los Balcanes, en este caso en relación con el pasado del criminalista «Carapocha». De este modo, la estructura de la novela se sostiene sobre estos dos pilares, se capta la atención del lector, y el resto de la novela nos irá guiando en uno y otro sentido, entremezclando ingredientes que, es de justicia decirlo, no son nada sencillos de conducir.
Dies Iraemantiene el género negro ya conocido en su predecesora, aunque aumenta la vinculación con el thriller, incluso más visual y cinematográfico esta vez. Pero se introduce una incursión en el terreno de la novela histórica al situar aquella guerra tan cercana a nuestros tiempos, aquel genocidio infame, como uno de los ejes del relato. Pérez Gellida nuevamente se ha preocupado por obtener una documentación precisa y fiable, quizá esta vez más cercana a sus propios conocimientos, como licenciado en Geografía e Historia que es. Y debo reconocer que sigo vislumbrando ese peso excesivo del dato, de lo teórico, que no acaba de someterse con total precisión a los límites de la historia concreta que se narra. Al autor sigue faltándole una exploración más minuciosa en el modo de ambientar una novela, de integrar ese magma de la documentación sin que existan ocasiones -que existen- en que lastre no solamente el ritmo sino incluso el propio pacto de ficción.
Dies Irae, de César Pérez Gellida
Sin embargo, esta vez considero más oportuno resaltar otros aspectos que son más llamativos y que, en conjunto, convierten a la novela en un producto mucho más rico y maduro que el anterior. La narración se aprecia más pensada, más pausada, sin perder por ello la agilidad propia del género. Eso sí, la lectura de Dies Iraeresulta mejor y aporta mayor placer si se degusta con menos velocidad, con atención a los detalles y paladeando los muchos brillos que aparecen aquí y allá.
La brutalidad inherente a Ledesma ya no se presenta en forma de flashes que vienen y van, sino que se sostiene en el tiempo, porque no solamente él será la maldad tomando cuerpo, sino que resultará uno más de los elementos que convierten la historia en un apasionante universo de exploración del mal: el psicópata, el genocida, el que vuelve la cabeza y se torna cómplice, el que se venga... Muchos tipos de maldad, muchas formas de expresión del crimen unidas en una sola historia. Nuevas formas de atraparnos en la lectura sin descuidar la evolución de los personajes ya conocidos. De manera muy inteligente, César Pérez Gellida decide esta vez combinar además dos narradores: uno en tercera persona para el viaje de Ramiro Sancho, por un lado, y de «Carapocha», por el otro; y una primera persona reservada para el atrayente y oscuro psicópata. Este último estilo, quizá el más apetecible para desentrañar la mente del asesino, para escudriñar en sus razones, para «comprenderle». No por ello sobra decir que elegir este tipo de narración a partir del «yo» complica las cosas a un autor muchísimo más, pues puede perderse verosimilitud para lograr mayor interés, ritmo y sorpresas, o bien optar por resultar creíble y perder una parte de «acción». Me alegra poder decir que el autor ha encontrado aquí la justa medida y ha sabido manejar esta mezcla de voces, perspectivas, e incluso de tiempos históricos y lugares sin perder el hilo, sin volvernos locos y sin abusar, de nuevo, de las sorpresas.
Solamente un apunte más, para el final de la historia: la verdadera sorpresa, como no podía ser de otro modo, está en la resolución de la trama. Pero no es una sorpresa condenada al giro inesperado desconectado totalmente del resto de la historia. Es uno de esos finales que nos deja con la necesaria obligación de releer las dos novelas e ir observando cómo tuvimos todo al alcance de nuestros ojos. Aún me falta hacer este ejercicio para terminar de asegurarme de la capacidad de Pérez Gellida para hilvanar sin dejar flecos, pero esto es algo que creo que merecerá la pena dentro de un tiempo, cuando la historia completa repose en mí y sea capaz de verla con mayor perspectiva.
De momento mi felicitación para quien se está mostrando, hasta ahora, como un valor en alza. Un diamante en bruto que podrá pulir sus mínimos desaciertos si continúa narrando con inteligencia y tino.

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