Impactado después de haber visto ayer ¡ya era hora! “El Salario Del Miedo”, la afamada película filmada por Clouzot en 1953. No la había visto nunca y en cierto modo agradezco haber llegado a este (famoso y premiadísimo, no estoy descubriendo nada) largometraje con no demasiadas referencias, más allá de “esa película de unos tipos jugándose la vida mientras transportan en camión un cargamento de nitroglicerina”. Para empezar, porque la experiencia fílmica va mucho más allá de su atractiva sinopsis y es de las que dejan poso en el espectador, y para continuar porque a pesar de un cierto desequilibrio en su metraje (ese prólogo de prácticamente una hora -exquisitamente filmado, todo hay que decirlo- me pareció un pelín desconcertante, y el epílogo con un cierto tufillo moralizante se antoja como absolutamente prescindible) la película te mantiene agarrado al sillón con una tensión digna del mejor Hitchcock, quien por cierto perdió frente a Clouzot en su lucha por los derechos de la novela original en la que se basa el guión.
Tuve además la fortuna de verla en su versión original, algo prácticamente imprescindible en ese arranque que nos presenta a un hatajo de perdedores arribados a un lugar de miseria en un país sudamericano. Las Piedras, que es como se llama el pueblo, tiene algo del Tampico en el que arranca “El Tesoro De Sierra Madre”, pero enseguida empieza Clouzot a mostrar divergencias con la magistral película de John Houston, en una (quizás demasiado larga, insisto) presentación de personajes que se vale además de la maravillosa fotografía de Armand Thirard para proponer un lenguaje propio. El desconcertante homoerotismo de algunas de las imágenes y diálogos entre los cuatro hombres protagonistas, sutil pero permanente a lo largo del film, choca con la dureza y valentía que les exige la situación límite a la que se entregan, algo que contribuye a esa sensación de “esta película no es lo que yo pensaba que iba a ver” Y cuando, por fin, arrancan los camiones y empieza la verdadera angustia, empieza también una película impecable que no da tregua y que presenta múltiples niveles de lectura: no sólo un thriller despiadado y angustioso, sino también una crítica abierta a la explotación del débil por los salvajes mecanismos de la economía, un mensaje terrible sobre nuestra incapacidad para escapar de la culpa mientras luchamos por nuestra supervivencia, y una bola de demolición contra esa estereotipada masculinidad que no da cabida al miedo.
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