Revista Cultura y Ocio

Dietario 122

Por Calvodemora

Me ocupó hoy bien temprano la idea de los ángulos muertos. Momentos epifánicos que pueden encauzar el día o lastrarlo con vehemente ahínco. Se tienen esos destellos de esplendor en estados de extremo cansancio y el que ahora manejo es particularmente esplendoroso o, en lo que alcanzo, así me lo parece. Será el cansancio. Está el verano a las puertas. Ahí daré rienda suelta a los desvaríos que no cobran sentido ahora. Tengo cosas aplazadas que requieren que se las comience. Algunas llevan años en esa paciente línea de salida, arrimadas a ella y olvidadas o postergadas más tarde. Los ángulos muertos me pareció buen título para un cuento o una novela. Hay sustantivos a los que les calzas el adjetivo correcto y tienes hecho medio trabajo. Sale todo sin que parezca que interviene tu voluntad: la trama avanza con la elocuencia de lo contado cien veces, aunque sea la primera vez que unas palabras buscan a otras y se ensambla un texto. Luego puede ser farragoso o torpe o hueco, pero se acaba por imponer a la realidad, adoptar una traza reconocible, cometer el atrevimiento de creerse a sí mismo y exhibirse sin pudor. Escribir es no tener pudor. Los puntos muertos son las zonas ciegas: no ves o no te ven. Todos los demás puntos (infinitos) carecen de trascendencia cuando irrumpe el muerto. Como sucede en la vida. Queremos lo que no podemos o no sabemos alcanzar. El cansancio induce a veces a tutear al riesgo. Está la tarde espléndida (hace el calor novicio del verano a punto de quedarse) y sigo con el sustantivo y el adjetivo ocupando mi cabeza. A ver qué sale esta noche.


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