Revista Insólito

Dietas absurdas y mortíferas: una obesión como otra cualquiera

Publicado el 11 julio 2013 por Iris Bernot @irisbernot
     Me fascina y me inquieta la relación que tienes con la comida, lector obsesionado con las dietas. Te pones a comer como un animal durante todo el invierno, y cuando llega el verano y tienes que quitarte la ropa y tienes miedo a parecer un cetáceo en la piscina o en la playa de tu pueblo, empiezas a pensar en que tienes que adelgazar y que tienes que hacerlo, ademas, lo mas rápido posible , y entonces abres Internet o te vas a casa de una amiga o amigo, y te informas de cuáles son las dietas más absurdas y peligrosas para la salud que hay, porque quieres probarlas todas. Ya has probado bastantes y has estado ingresado en el hospital por ello, pero que más da, al fin y al cabo la vida son dos días, y no vas a dejar de estar guapo porque tu salud esté al borde del precipio, ¿no? Hacer ejercicio y comer menos no, ¿para que? ¿Es que además de tener que estar más delgado encima vas a tener que hacer sacrificios? pues claro que no, hombre, faltaría más...
     Tú sabes que lo mejor para adelgazar es dejar de comer o comer de una forma absurda y rallando la anorexia, o eso es lo que siempre has oído por ahí, y en vez de llevar una alimentación sana y variada y mover un poco el trasero, decides que eso es para los médicos, que son unos pesados con su manía de salvar vidas, y te dispones a hacer todas las dietas absurdas y mega peligrosas que circulan por ahí. Te gustan todas, la de las proteínas, la del Dukan ese que dice que es médico y que en realidad es un curandero venido a más porque ha tenido suerte, la de la alcachofa, esa en la que se lleva una sonda en la nariz como si se estuviera agonizando en un hospital... Te molan todas cantidad, no lo puedes evitar. Has nacido para torturar a tu cuerpo porque tienes claro que es secundario y que lo importante es que te ayude a ligar y a que te miren con buenos ojos, y no que esté en buenas condiciones. ( No tienes otro, pero bah, ¿a quien le importa que estés decrépito por dentro?. Nadie ve el interior de nadie, y tú eso lo sabes muy bien, porque vives de cara al exterior)     Cuando llevas unas tres semanas probando dietas, empiezas a estar de una mala lech... que no te aguantas ni a ti mismo. Todo te sienta mal, todo te revienta, y en tu cabeza la idea de incendiar media ciudad o medio pueblo empieza ser cada vez más atractiva. Te duele el cuerpo como si algún portero de discoteca te hubiera pegado una paliza por ser feo o por ir en chancletas, y la repentina depresión que empieza a desolarte tiene que turnarse con las paranoias y las ansias destructivas que invaden tu cabeza. Sabes que todo es por la dichosa dieta, y que vas a acabar más enfermo que cuando comías tizas para saltarte los exámenes de mates cuando tenías once años y una profesora que se duchaba poco porque creía que el agua en exceso era mala, pero te da igual, porque mientras sientas la adrenalina que te da el saber que te estás auto destruyendo a ti mismo sin que nadie pueda hacer nada al respecto, (- hago lo que quiero con mi cuerpo, valeeeeeeee????- sueles gritar histérico), seguirás haciendo dieta tras dieta sin parar. Luego, cuando pasan un par de meses y ya estás al borde del abismo, sales una noche a cenar con los compañeros de trabajo o con los amigos, y te pones hasta arriba de comida. Comes hasta que no puedes más, hasta que sientes que la comida está intentando abrirse paso por el esófago para llegar hasta el estómago, y entonces te pides el café con sacarina, y te ríes de tu propio intento de tener la conciencia tranquila. Al día siguiente, decides que solo te vas a alimentar de agua y de manzanas lo que queda de verano, y vuelves a entrar en la espiral de dietas absurdas y de locura en la que llevas meses, y piensas que en otoño, cuando tengas que hacerte un análisis de sangre por prescripción médica fliparás con los desastrosos resultados que te saldrán, pero eso ya será otra historia, ¿verdad?...

Dietas absurdas y mortíferas: una obesión como otra cualquiera

jajjajaa, ahora sí que he subido un peldaño más en la absurdez



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