Digo expresamente que el alma no tiene un conocimiento adecuado de sí misma, ni de su cuerpo, ni de los cuerpos exteriores, sino tan sólo confuso, siempre que percibe las cosas según el orden común de la naturaleza, esto es, siempre que es determinada exteriormente, por el choque fortuito de las cosas, a contemplar esto o aquello, y no siempre que es determinada internamente, a saber, porque contempla muchas cosas a la vez, a entender sus concordancias, diferencias y oposiciones. Pues siempre que es dispuesta internamente de una u otra manera, contempla las cosas clara y distintamente, como mostraré más adelante.
De la Ética demostrada según el orden geométrico de Espinosa versión de la Editorial Trotta.
En este texto Spinoza diferencia el orden común de la naturaleza y el orden determinado internamente. Sin embargo, el orden común de la naturaleza y el orden del que un individuo es capaz no son lo mismo, no pueden ser los mismo, media un agente, principalmente porque el orden común de la naturaleza no tiene historia (a no ser la historia del tiempo mismo, objeto de la Fisica), pero el orden del que es capaz un individuo tiene historia, tanto desde el punto de vista filogenético, como desde el punto de vista ontogenético. La determinación interna es un producto, de un aprendizaje que ha ocurrido a lo largo de la historia y que necesariamente ha de repetirse con todos y cada uno de los individuos (almas) que lleguen a ser capaces de tal orden. Advertir también que es imposible sustraerse definitivamente al orden común de la naturaleza (el idealismo absoluto puede leerse de este modo:el espíritu ha conseguido ser causa absolutamente de lo que le ocurre).
De ahí que este texto puede y debe ser interpretado según una línea filogenética, es decir, referida a la especie humana, y por tanto necesariamente se ha de analizar a los animales si hay en ellos alguna práctica en las que haya algún indicio de sustraerse al orden común de la naturaleza (visto así a saber que es lo que tiene de común tal naturaleza). Para lo que la etología es las disciplina coadyuvante. Sin embargo, y esta es la tesis que defendemos: la determinación interna es una práctica específicamente humana (por supuesto algún tipo de protocomportamiento podemos encontrar en los animales) y que sólamente el hombre pudo apropiarse de tal práctica con la escritura, con el artefacto técnico de la escritura y no desde el principio sino que debió someterse a un uso recurrente a los distintos modos de presentarse (jeroglífica, ideogramática, alfabética), para llegar a esta determinación. Pero entonces, la conciencia de esta apropiación se debió entender concebir como una pérdida. Este planteamiento es aporético y es, quizá, lo que no vió Nietzsche cuando criticaba la decadencia de Platón (o del Sócrates platónico). Explicitar la práctica de controlar las determinaciones exteriores, termina idealizándose, pero si no se hace así no hay una verdadera apropiación de esta práctica, y por tanto no se puede enseñar (narices, volvemos a otra aporía la de Protágoras y Sócrates cuando se confunden sus rostros porque defienden al final de su diálogos aquello que pretendían acusar).
La medida como ejercicio de cambiar la determinación exterior por la interior es una práctica, su explicitación interrumpe dicha práctica, e inaugura otra que corre el riesgo de olvidar la primera y caer en aquello que habíamos sometido lo fortuito de los encuentros. Si además pretendemos enseñar en qué consiste tal medida, (ya que el proceso de determinación interna solamente se asegura en la historia si los individuos efectivamente lo ejercitan) o somos unos sofistas, o no tenemos nada que decir. Y sin embargo, es imposible sustraerse a la práctica (esta vez educativa). Un saludo.