Si algo te duele, si sientes la asfixia, miras tus manos a las que percibes como extrañas, quizá sólo tengas que encontrar tu propio modo de existencia. Escribo para un ‘tú’, pero me lo digo a mí misma. Quiero mi propio misterio. Hace algunos años, una gran amiga, sabia como ella sola, me contaba en la barra de nuestro bar de los veranos, el porqué del abandono de un destino cómodo, amable, por su presente mucho más incierto. Un buen día, como tantos, se le abalanzó la gran pregunta y la temida respuesta: “¿Esto es todo?” “No, no puede ser todo”. Y marchó, y cambió, y buscó. Siempre la he considerado una valiente, tiene agallas, muchas agallas.En la búsqueda se sufre, pero en el asiento se muere, poco a poco. Yo sigo sentada en mi habitación, pero voy dándome largos paseos. Y me cuesta horrores, lo que me resulta casi increíble, pero sí, me supone un verdadero esfuerzo alejarme del arrastre y atreverme al yo.
Conocemos experiencias que se cantan desde la sencillez y otras desde el más puro sufrimiento. No hay reglas para esto. Sólo creo en la ilusión.
