DIOS CERCANO. Publicado en Levante 1 de julio de 2011
Me llamó la atención. Era un simple comentario, con cierto tono despectivo: “este tío escribe de Dios como si fuera el vecino del quinto”. En efecto, hablar de Dios con cercanía y cierta amistad, como si fuera “otro”, un conviviente en la misma comunidad, es, en apariencia, algo osado. Sin embargo, dos consideraciones me vinieron a la mente. En primer lugar, que si no se pudiera hablar de Dios así, en realidad, es mejor no hablar de Él. Sencillamente, porque no habría mucho que decir: sería lo innombrable, lo inefable, lo ininteligible. El Dios de los filósofos no deja de ser extraño y lejano: un concepto; no un Dios vivo y actuante. Pero esto no es así. Al menos, desde la concepción cristiana. Si no se pudiera predicar de Dios, como decía san Agustín, Deus intimior quam ego interiori meo, que es más íntimo a mí que mi misma intimidad, ciertamente no hay mucho más que señalar. Se nos hace raro, mejor dejarlo. Carente de rostro (Levinás), algo al que uno siquiera puede mirar o dirigirse. Y no sólo eso, sino que, como ha puesto de manifiesto la filosofía nihilista (Nietzsche), sería incluso un ser sospechoso, contrario a la libertad del hombre, porque le da jaque mate: entra en dialéctica con él. Es el rival, por antonomasia, de mi real gana; y, entonces, o él o yo: una fatalidad.
Pero hay una segunda consideración: si Dios no ha entrado en la historia, en nuestro mundo, tendríamos que hablar a lo sumo de un simple deísmo; y, de eso, a estas alturas ya sabemos a dónde conduce: al Dios ocioso de los ilustrados del siglo XVIII; y tal Dios, por no tener nada que hacer, nada que decir, ni nada en qué intervenir, se nos hace peregrino. Un Dios así, es prescindible, según la formulación del etsi deus non daretur (como si Dios no existiese).
Quizá es que andamos perdidos en nuestra perplejidad. Y se nos antoja difícil aceptar la intromisión de Dios. Lo dice de modo magistral Joseph Malègue: “Lejos de serme Cristo ininteligible, si es Dios, es Dios quien me resulta extraño si no es Cristo”. El Aquinate ya había explicado en su defensa de la fe cristiana que, como la amistad consiste en cierta igualdad… nos convino que Dios se hiciera hombre, y así conociendo a Dios visiblemente, nos sintiéramos arrebatados al amor de lo invisible.
De modo que hemos de revisar nuestros presupuestos. Quizá Dios esté muy cerca, más cerca de lo que pensamos, pero a condición de que saltemos los condicionantes culturales que nos constriñen. Y caerá, de seguro, del lado del corazón. Porque las intuiciones del corazón son más certeras a la hora de inclinar la balanza del lado luminoso: son los materiales para el edificio, cuyo cemento es la inteligencia (Pascal).