Por Gastón del Torto / @g_deltorto
River está viviendo un momento crítico, acaso único en sus 110 años de vida. Tal vez comparable sólo con la sequía de 18 años sin títulos aunque, por lo menos, en aquella época la gente se ponía mal por no salir campeón. Ahora la historia le puso la permanencia como principal objetivo. Comenzó último esta temporada y con malas actuaciones pero buenos resultados, principalmente de parte de Juan José López, lo llevaron a pelear por no entrar a la promoción, dejando de lado el descenso directo. Hoy, a dos fechas del final, River está afuera pero solamente por obra del destino y del mismo dios. No jugó bien como para merecer el empate y ya no depende de sí mismo, porque si Olimpo, Arsenal y Tigre ganan sus siguientes compromisos, aunque el “Millonario” consiga los 6 puntos que restan, jugará la una de las series de promoción.
En el empate de hoy en uno frente Colón, el técnico de River, J. J. López, se encargó de reafirmar que la acumulación de delanteros no resuelve nada. Mucho menos si son de características similares. Sin duda la desesperación de saber que su equipo debe empezar a ganar de una vez por todas y no conformarse con empates, como señala en su discurso, lo llevó a poner a Mariano Pavone y a Rogelio Funes Mori en el entretiempo. Aún así, quedó claro que no es ninguna solución. Porque no hubo quien ayudara a Erik Lamela a abastecerlos (salieron Manuel Lanzini y Diego Buonanotte), se molestaron entre sí, protestaron demasiado y de hecho, los dos sustitutos no influyeron en el trámite del partido hasta el gol.
Durante el primer tiempo, aunque tibiamente, el local se acercó bastante al arco de Diego Pozo. Intentó jugar con los tres creadores pero algunas imprecisiones, el desorden del mediocampo y la falta de explosión en los últimos metros llevaron a un toqueteo defensivo intrascendente. Por su parte, Colón se plantó con un esquema rígido de dos líneas de cuatro donde apenas Damián Díaz tuvo algunas libertades para jugar. Controló un poco más la pelota pero no molestó en ningún momento a Juan Pablo Carrizo.
En la segunda etapa, de arranque, el entrenador de River sorprendió con los cambios antes mencionados. Naturalmente, el equipo decayó, comenzó a faltar gente en la mitad para administrar la posesión y para colmo, en una contra, llegó el gol de Esteban Fuertes. A partir de ahí, los jugadores locales perdieron la cabeza, comenzaron a recurrir al pelotazo, corrieron para todos lados sin respetar siquiera sus posiciones y atacaron con coraje pero sin ideas. En este ambiente llegó el empate de Leandro Caruso, en una jugada aislada, tras un centro por abajo de Pavone que Funes Mori no pudo conectar.
La esperanza de la victoria obviamente aumentó, la gente se contagió y quiso ayudar a través de los cantos. Pero más que el empate, dios no pudo hacer (bastante con eso). Incluso, la manera de llegar no cambió; continuaron los pelotazos y la lucha en cada sector del campo. Sin embargo, Lamela tuvo la oportunidad de oro en sus pies aunque controló mal y la pelota se le terminó yendo larga.
Esto fue River, así fue el partido. Con emociones pero ordinario y mal jugado por parte de ambos. De una vez por todas, el conjunto de J. J. López debe empezar a ganar. Hace ya varios partidos que el discurso señala que el empate no es un mal resultado pero eso se transformó en una excusa que no tiene validez. Con el tiempo, los partidos son menos, los puntos más primordiales y las opciones acotadas. De hecho a este equipo se le hace muy difícil depender de sí mismo, no juega como para hacerlo. Es así que tal vez haya que esperanzarse más con los malos resultados de los rivales directos que en los del propio River.
Hasta el momento, con la victoria de Huracán sobre Tigre, la de Arsenal sobre Olimpo y los empates de Quilmes con Boca y Gimnasia con Racing, el “Millonario” está justo afuera de la zona de promoción, por encima del conjunto de Bahía Blanca. A dos puntos aparece al equipo de Rodolfo Arruabarrena y a tres, el de Gustavo Alfaro. Por último, la semana próxima, el equipo de J. J visitará a Estudiantes que, a pesar de no estar pasando un buen momento, no es un rival para desestimar.