Revista Cine

Diplomacia

Publicado el 18 noviembre 2014 por Apetececine

Por Josemanuel Escribano

Dir. Volker Schlöndorff
Pro.: Marc de Bayser, Frank Le Wita Gui.: Cyril Gely, Volker Schlöndorff
Int.: Niels Arestrup, André Dussollier, Burghart Klau
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El maestro Volker Schlöndorff parece inagotable: ha cumplido ya 75 años, y 50 de carrera repleta de títulos importantes: El joven Torless, con el que se dio a conocer en 1966, El honor perdido de Katharina Blum, que fue premiado en San Sebastián en 1975, El tambor de hojalata, que le valió el Oscar, la Palma de Oro de Cannes y otros muchos premios en 1980, Tiro de gracia, El amor de Swann, sobre la obra de Marcel Proust, El ogro>, El silencio tras el disparo… Es verdad que los más significativos pertenecen a su primera época, pero Schlöndorff sigue en la brecha y no ha perdido fuelle ni el instinto de reconocer una buena historia y apostar por unos magníficos intérpretes.

DIPLOMACIA
Y lo demuestra con esta última película, Diplomacia, que ha ganado los premios al mejor director y mejor actor en el reciente Festival de Valladolid. Cuenta lo sucedido en París en los momentos finales de la II Guerra Mundial. O, por decirlo mejor, lo que no sucedió… y qué fue lo que lo impidió. El 24 de agosto de 1944, el general Dietrich von Choltitz ve caer la noche sobre París desde su lujosa suite del Hotel Meurice. Según las órdenes del mismísimo Hitler, antes del amanecer la ciudad debe ser destruida, justo cuando se consume la entrada de los aliados y quede de manifiesto que la guerra, definitivamente, se ha perdido.

El general, con la ayuda de un ingeniero francés colaboracionista –seguramente muy a su pesar-, ha preparado al detalle la operación. Todo París está minado, esperando tan solo su decisión. Primero saltarán por los aires los puentes del Sena, provocando una crecida descomunal que arrasará calles y edificios. Y después, simultáneamente, caerán las más preciadas joyas de la arquitectura parisina: el Louvre, la catedral de Notre Dame, la Ópera, el Arco del Triunfo y, por supuesto, la Torre Eiffel. Von Choltitz no es ningún ignorante; es consciente del horror que va a provocar, pero su férreo sentido de la disciplina y su absoluto acatamiento de las consignas del Führer –y el temor a las represalias, también: su familia aun permanece en Alemania- no le permiten dudar. Está a punto de levantar el teléfono y dar la orden.

Y en ese momento, como por arte de magia, aparece en la sala el cónsul de Suecia, Raoul Nordling. En realidad, ha entrado por una puerta disimulada en el mobiliario, uno de tantos secretos que guardan los hoteles y las alcobas de París. Tras la sorpresa, y ante la insistencia del cónsul de un país neutral, y viejo conocido de Von Choltitz, además, el general accede a escuchar lo que le propone; que no es otra cosa que desobedecer a Hitler y salvar París de la destrucción. Entre el diplomático sueco, dueño de una oratoria formidable, y el militar alemán, aferrado a sus convicciones y lo que considera su deber, se entabla un duelo dialéctico de proporciones colosales.

DIPLOMACIA
Por la trascendencia del resultado, y también, en la película, por la calidad de sus intérpretes. Niels Arestrup y André Dussollier –dos de los más grandes actores de Francia y de Europa- despliegan todo su talento en una sucesión de demandas y exigencias, réplicas y contrarréplicas, afirmaciones y negaciones rotundas e insinuaciones sibilinas y, por qué no, también dudas y mentiras. La tensión no decae en ningún instante; cierto que la película puede resentirse en algunos momentos de su evidente estructura teatral –de una pieza de Cyril Gely-, pero la habilidad narrativa de Schlöndorff y el superlativo y apasionado duelo interpretativo de sus protagonistas la elevan muy por encima de esa circunstancia.

Diplomacia es una muy interesante película: en primer lugar, es una oportunidad más para que Schlöndorff y el cine alemán –la cultura y la sociedad alemanas, en realidad- exorcicen el fantasma de la culpa por el pecado del nazismo; también la exposición de una crónica –seguramente muy certera- de unos momentos cruciales en la historia contemporánea, y por último, y sobre todo, una ocasión para aprender de la historia y disfrutar del trabajo de unos genios de la pantalla.


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