Revista Coaching

Dirigir bien

Por Interesproductivo @RoberttiGamarra

 

Dirigir bien

@morguefile

El ritmo de crecimiento de una empresa, o de su masa social, está estrechamente relacionado con la calidad de la dirección, con su transparencia y proactividad. Cuanto más se incrementa esa calidad, la posibilidad de incorporar a los empleados a la causa corporativa es mayor, la imagen exterior mejora y aumentan los dividendos. Por lo tanto, dirigir bien resulta una obligación si se pretende llegar a la excelencia en la gestión de una iniciativa.
En este punto hemos de dejar clara una cosa: existe una notable diferencia entre proyectar una idea y ser capaz de dirigirla. O lo que es lo mismo, quien concibe la idea no siempre es el mejor colocado para asumir la dirección del proyecto. Tener gran capacidad para crear no faculta a la persona a ser un buen director, ya que esto último concierne directamente a la capacidad de comunicación, a la habilidad para transmitir conceptos a todos los niveles, tanto interna como externa, e incorporar el mensaje en  los derivados de estos niveles, pertenezcan o no a la estructura de la misma empresa.


Por otro lado, la comunicación corporativa es atemporal, no tiene fecha de caducidad. Practicar en todo momento una comunicación proactiva es fundamental. Por lo tanto no se puede renunciar a la transparencia o a la empatía con las áreas ni antes, ni durante ni después de escenificar el cambio en la estructura global de la propuesta.

En segundo lugar queda valorar el alcance de la comunicación en el devenir de la empresa. Cuanta más calidad se cultiva en el ejercicio de la comunicación, los resultados mejoran, porque es la forma de involucrar equitativamente a todos los actores en el proceso evolutivo. Sin embargo, si la dirección carece de habilidad para manifestarse, los conflictos son inevitables, porque las personas que conforman la red de producción, se sienten excluidas de las tomas de decisiones y limitan sus compromisos a cumplir con lo básico, lo cual es insuficiente para generar beneficios.
En el momento de acometer un movimiento, sea del tipo que sea, la comunicación adquiere vital magnitud. Imaginemos la proyección de una serie de ajustes de personal, y que justo antes de llevarla a cabo, en la empresa  empiece a circular el rumor de que  va haber despidos. El caos provocado por esa habladuría puede ser incalculable, porque, sin venir a cuento, todo el mundo sentirá peligrar su puesto de trabajo, lo cual originará nervios, descalificaciones y el rendimiento caerá brutalmente. Por todo esto, es fundamental la calidad de la comunicación, debe ser clara, llegar en el momento oportuno y ser transmitida por el estamento adecuado.
Por otro lado, la mejor forma de verificar el alcance de una comunicación es entendiéndola. Es decir, nunca se debe lanzar nada sin saber cómo reaccionará el receptor del lanzamiento, y a esto sólo se puede llegar poniéndose en la piel de la otra parte, del destinatario. Así se entiende mejor el impacto de una decisión o de una comunicación.
Por último, todos los actores deben conocer con exactitud las vías de comunicación oficial, de modo que nadie acuda a formular su pregunta en la ventanilla equivocada. Si existe un protocolo claro de procedimientos, y cada cual asume las condiciones, se eliminan los riesgos de una posible ambigüedad o fuga de la información, que pueden acabar disminuyendo las competencias o la productividad.
Además de identificar la ventanilla idónea, se debe saber a quién acudir. Es natural que en la estructura de dirección de una empresa no esté todo el mundo autorizado a tomar decisiones, ni tenga capacidad de respuesta, por lo que confundir las competencias puede generar respuestas sumamente peligrosas, poniendo en juego la seriedad corporativa.


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