Revista Cultura y Ocio

Discurso del oso

Publicado el 02 agosto 2010 por María Bertoni

Discurso del osoLa versión para niños que Emilio Urberuaga hizo de Discurso del oso prueba de manera colorida, tierna, pícara la teoría de que un libro, una película, un cuadro no son obras exclusivas de un escritor, un cineasta, un pintor. En este caso, el cuento que Julio Cortázar parió en 1952 encuentra un segundo autor en un ilustrador madrileño que -curiosidades del mercado editorial- también nació a mediados del siglo XX aunque dos años después.

La adaptación infantil recrea la historia de un oso que vive en los caños de un edificio, y cuyo contacto con sus vecinos humanos es apenas circunstancial. Lo que el animal percibe/entiende de mujeres y hombres adultos evoca la distancia física y emocional que existe entre chicos y grandes.

Para deleite de los amantes de felinos, los dibujos del artista español también incluyen a un gato. El minino es testigo silencioso de una convivencia por momentos accidentada y sin indicios de prosperar.

A principios de 2007, los medios especializados y no tanto anunciaron la traducción de Final de juego al árabe. De esta manera confirmaron que Cortázar fue (es) un escritor de envergadura universal, o por lo visto capaz de franquear los límites de la literatura occidental.

Un año más tarde, la aparición del libro de Urberuaga trasladó la extensión cultural y geográfica al dominio espiritual/existencial. Es que Discurso del oso prueba que su (primer) autor no sólo tiene predicamento en Oriente; también puede conquistar a los habitantes de esa otra patria que Rainer María Rilke describió como la única o verdadera del hombre: la infancia.


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