Revista Cultura y Ocio

Distancia de rescate. Samanta Schweblin

Por Mientrasleo @MientrasleoS
Distancia de rescate. Samanta Schweblin
     "Son como gusanos.
     ¿Qué tipo de gusanos?
     Como gusanos, en todas partes.
     El chico es el que habla, me dice las palabras al oído. Yo soy la que pregunta. ¿Gusanos en el cuerpo?
     Sí, en el cuerpo.
     ¿Gusanos de tierra?
     No, otro tipo de gusanos."
     Las lecturas llegan a nuestras manos de modos muy diferentes. En la red, uno recoge recomendaciones, ve personas con gustos afines, las sigue, comenta... a veces hasta se toma una caña. Este libro me lo regaló Sergio, librero, de los de verdad, lector, de los buenos y un montón de cosas más que se van descubriendo con el tiempo, las buenas. Hoy traigo a mi estantería virtual, Distancia de rescate.
     Conocemos a Amanda, una mujer con una niña pequeña que se muda a un pueblo soleado y pequeño de Argentina. Allí conoce a Carla, una mujer marcada por un trágico suceso a su hijo, David, que marcó su vida. Poco sospechan entonces que la tragedia se cierne sobre ellas desde el momento en que se instalan en este remoto lugar.
     Distancia de rescate es un relato largo o novela corta que apenas pasa de cien páginas. Sin embargo no es una lectura rápida, hay que hacerla de forma pausada, digerir lo que la autora nos cuenta. Articulada como una conversación ininterrumpida entre David, un niño que parece saberlo todo, y Amanda, un adulto que parece estar abriendo los ojos y tener mucho por descubrir, asistiremos a la reconstrucción, pregunta a pregunta, de lo sucedido en los últimos días en la vida de estas dos recién llegadas. Como constante una pregunta: ¿Qué es lo importante?, eso parece ser lo que realmente le importa a David, quien pregunta, y parece empeñado en que el lector y la mujer con la que habla descubran donde reside la verdadera importancia. Pero no la del relato, sino la de la vida. Y como marca, la "distancia de rescate". Y Schweblin nos explica algo que a los padres les resultará familiar: la distancia de rescate es esa que permite a la madre reaccionar a tiempo ante un peligro para poner a salvo a su hija, esa distancia que se vigila, se calibra y, a veces, se excede amparados en el "no va a pasar nada". Pero precisamente para explicarnos lo que pasa, existe su historia.
     Una historia a dos niveles, escrita casi como un cuento y que consigue ir tensando al lector. Un accidente a un niño, un médico lejano, una curandera que habla de migrar un alma, una madre que vive angustiada por lo que sucedió... otra madre que llega al pueblo. Llega con una niña a la que vigila, un lugar desconocido, gentes diferentes, plantaciones, desconocidos... y una atmósfera que se va cargando mientras esta mujer calibra una y otra vez la distancia de rescate con su hija. A fin de cuentas, ¿qué es lo peor que puede pasarle a una persona? Tal vez por este camino nos encontremos con lo verdaderamente importante...
     Por debajo de esta lectura, la de la tensión, hay otra en la que no se dan nombres, pero que es mucho más intranquilizadora. Una lectura en la que se denuncian cosas que son cotidianas en algunas zonas y que, expuestas directamente a la mirada del lector, consiguen estremecernos. Una historia tóxica, con caballos y perros y patos, una historia con dibujos colgados en paredes y con supersticiones que pasan por barreños de agua y muñecas atadas, de pueblos que saben y turistas que desconocen, y de consecuencias fatales a este desconocimiento. Una historia contaminada por el silencio de un dolor que no escuchamos, como si no existiera: pero que existe. Una historia de madres e hijos, y de amor y protección, y también de almas rotas en mitad del campo.
     Y la suma de ambas se convierte en una gran lectura. De esas de las que uno no sale indemne, porque desde las primeras páginas ha establecido una relación con la forma de narrar de la autora, tan personal. No encontraremos en esta novela giros argumentales que nos dejen con la boca abierta, pero no hace falta para quedarse boquiabierto pensando en lo que nos relata. Y cerrar el libro, y fijarnos en la cubierta, y comprender las granadas. Comprenderlo todo. Y entonces, con el corazón aún encogido, recomendarlo a sabiendas de que un libro puede dar miedo sin ser de terror. Sobre todo si uno es padre. O madre.
     Y vosotros, ¿con qué libro comenzáis la semana?
     Gracias

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