Revista Psicología

Distimia y Terapia Gestalt: ¿Una pequeña depresión…?

Por Clotilde Sarrió Arnandis @Gestalt_VLC

La Terapia Gestalt contempla al ser humano encontrándose en transformación permanente en su contacto o interacción con el entorno. Es en este campo organismo-entorno donde surgen determinadas formas de la experiencia y una de ellas es la experiencia depresiva, aplicable tanto para la depresión propiamente dicha como para la distimia o Trastorno Depresivo Persistente según su nomenclatura asignada en el DSM-5.

Distimia y Terapia Gestalt: algo más que una pequeña depresión

Denominaciones de la distimia

Etimológicamente, distimia es un término procedente del griego que significa “mal humor” o “humor perturbado”. Se trata de un trastorno afectivo de tipo depresivo, muy frecuente en su prevalencia y que evoluciona con carácter crónico a expensas de síntomas que comparte con la depresión (baja autoestima y estado de ánimo melancólico, triste y apesadumbrado) pero sin cumplir con todos los criterios necesarios para que pueda considerarse como una depresión verdadera.

A lo largo de la historia de la psiquiatría la distimia ha recibido varios nombres como Depresión Menor (denominación que se presta a la confusión ya que, aunque los síntomas no sean tan abundante ni intensos como en una depresión, la permanencia de los mismos durante años llega a producir un malestar intenso que nada tiene de menor); también se la llamó Depresión Neurótica (término actualmente en desuso) o Depresión Crónica por la prolongada duración del proceso.

Tras la reciente aparición de la última edición del Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales (DSM-5), la distimia ha pasado a llamarse Trastorno Depresivo Persistente, un término al que deberemos acostumbrarnos en el futuro aunque a lo largo del artículo seguiremos empleando el de distimia por razones de familiaridad con el mismo.

Etiología y epidemiología

Se especula con el origen genético-hereditario de la distimia en cuyo desarrollo intervendrían ciertos factores de índole psicosocial como el estrés continuado. Consideremos que la distimia es muy frecuente en personas autoexigentes o sometidas a constantes tensiones y situaciones que el individuo tienden a convertir en estresantes.

La distimia afecta a un 3 – 5 % de la población y se da con el doble de frecuencia en mujeres que en varones, bien como entidad única o bien asociada a otras patologías entre las que destaca la depresión mayor.

Síntomas de la distimia

Para poder emitir un juicio diagnóstico de distimia, quien la sufre debe cumplir ciertos criterios como presentar un estado de ánimo persistentemente deprimido casi todos los días durante al menos dos años (o sólo un año en niños y adolescentes).

La distimia suele coincidir con baja autoestima y sentimientos de desesperanza, pesimismo y dificultad para tomar decisiones y su evolución cursa con altibajos anímicos, tendencia a la irritabilidad, propensión a la anhedonia (falta de capacidad para el disfrute de situaciones placenteras), trastornos del sueño (insomnio, hipersomnia), astenia matutina, problemas de memoria, atención y concentración, fatiga crónica o cansancio injustificado y tendencia a somatizar en forma de mareos o cefaleas.

Duración de la distimia

Por lo general, la distimia suele durar años e incluso son muchos quienes aseguran haber estado así casi toda su vida, llegando a interiorizar su proceso como algo idiosincrásico e inherente a su personalidad que les hace ser de ese modo hasta el extremo de no identificar la distimia como un estado patológico sino mas bien un modus vivendi.

El malestar persistente del distímico hace que suelan mostrarse irritados, en cierto modo agresivos y predispuestos a las discusiones debido a su baja tolerancia a las frustraciones. Se les suele considerar como unos “amargados”, condición que repercute en su dinámica de relación tanto en el entorno familiar como en otros ámbitos.

Una vez instaurado el tratamiento farmacológico adecuado, lo habitual es que el distímico experimente la agradable sorpresa de descubrir sentimientos de ilusión y optimismo donde antes sólo había negatividad y desesperanza. Es frecuente que entonces se lamente por no haber puesto más pronto solución a su dolencia crónica.

Tratamiento de la distimia

El tratamiento ideal de la distimia es la combinación de psicoterapia y psicofarmacología, concretamente antidepresivos inhibidores de la recaptación de serotonina aunque también resultan útiles los que actúan a nivel de otros neurotransmisores como la noradrenalina o, más recientemente, la melatonina a través de un nuevo antidepresivo –la agomelatina– que consigue muy buenos y rápidos resultados al actuar muy eficazmente sobre la anhedonia que caracteriza a este proceso.

El empleo de los antidepresivos junto a una adecuada psicoterapia consigue que mejore la tristeza, la fatiga y el desánimo proporcionando una mejor calidad de vida.

Sin tratamiento, la distimia se instala en el soma y en la psique de quien la sufre como una forma de vivir nada saludable y con muchas probabilidades de empeorar dando lugar a episodios depresivos que con frecuencia surgen en la biografía del distímico.

Evolución y pronóstico

Se trata de una patología crónica con tendencia no sólo a durar años sino a instalarse de por vida.

Son pocas las personas que llegan a recuperarse por completo, no obstante, con un adecuado tratamiento (se deberá mantener con carácter vitalicio si han aparecido al menos dos episodios de depresión mayor) mejorará significativamente la evolución y la calidad de vida del paciente.

Es habitual, por su carácter cíclico, que en el curso evolutivo haya días, e incluso semanas (nunca más de dos meses) en las que el paciente esté casi bien aunque cansado, con ánimo mas bien depresivo, introspectivo, con trastornos del sueño y también con dificultad para afrontar nuevos retos.
 A pesar de este desalentador panorama, el distímico consigue hacer frente a sus tareas básicas cotidianas aunque sin estar plenamente satisfecho.

La distimia contemplada desde la Terapia Gestalt: la experiencia depresiva

La Terapia Gestalt contempla al ser humano encontrándose en transformación permanente en su contacto o interacción con el entorno. Es en este campo organismo-entorno donde surgen determinadas formas de la experiencia y una de ellas es la experiencia depresiva, aplicable tanto para la depresión propiamente dicha como para la distimia o Trastorno Depresivo Persistente según su nomenclatura asignada en el DSM-5.

En el DSM-5, tanto la distimia como cualquier otro tipo de patología es contemplada como un sufrimiento del individuo, de tal modo que cada malestar social se acaba convirtiendo en un fenómeno patológico.

Desde el paradigma de la Terapia Gestalt, la distimia —como otras tantas patologías— es contemplada desde una perspectiva de campo, una apreciación de la que podemos concluir que la experiencia depresiva ­–en este caso la distimia– no surge aisladamente en el individuo, sino en el campo relacional del mismo con su entorno más inmediato.

La distimia es un estilo de personalidad que está expresando una fijación en el campo relacional de la persona y que suele asociarse a personalidades dependientes o personalidades introyectivas.

El estilo de personalidad relacional dependiente surge a partir de unas experiencias de relaciones en las que al individuo le ha sido imposible expresar su propia autonomía y libertad de manera espontánea, siendo forzado a aceptar la imposición externa de un conjunto de reglas como si fueran propias, utilizando las introyecciones como modalidad de contacto.

Si este tipo de experiencia relacional se queda fijada y se convierte en repetitiva, el individuo desarrollará un estilo de personalidad dependiente o introyectiva. Surgen así personas no conscientes de hasta qué punto están suprimiendo sus propias sensaciones, porque en su aprendizaje sólo han permitido que surjan las figuras experienciales compatibles con sus introyecciones.

La distimia no es una situación aguda sino crónica y prolongada en el tiempo, que se convierte en un ‘modus vivendi’ o en una norma donde suelen ser frecuentes la baja autoestima, los problemas en la sexualidad y una agresividad contenida.

No hay que olvidar que la distimia, en terminología de la Terapia Gestalt, hay que contemplarla como un “ajuste creativo” en el que cada persona se manifiesta del mejor modo que le es posible ya que no sabe hacerlo de otra forma y siempre teniendo en cuenta la forma en que ellos viven su mundo. Es decir, nos encontramos ante una modalidad depresiva de vivir como un intento de resolver creativamente un problema.

Recordemos que mediante el ajuste creativo, el organismo (la persona) crea el mundo (su entorno) y lo transforma al mismo tiempo que el organismo es transformado por el entorno. O, como dice Jean-Marie Robine citando a su vez a Perls y Goodman:

“El ajuste creador es en un mismo acto, transformado y transformador”.

El trabajo del terapeuta gestalt ante una distimia (al igual que en una experiencia depresiva), no debe consistir en luchar contra el trastorno ni tampoco en limitarse a eliminar los síntomas, sino ayudar al paciente para que éste amplíe sus capacidades, recursos y posibilidades a fin de no repetir, una vez tras otra, las formas rígidas que se aprendieron en el pasado, unos comportamientos que tal vez fueran útiles en el ayer pero que se convierten en inadecuadas en el momento actual. Probablemente sean estas las mismas formas que conducen al individuo a desarrollar su depresión o su distimia.

Clotilde Sarrrió  – Terapia Gestalt Valencia

Dr. Alberto Soler Montagud – Psiquiatria Privada

Licencia de Creative Commons Este artículo está escrito por Clotilde Sarrió Arnandis  y Alberto Soler Montagud y se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Reconocimiento-NoComercial-CompartirIgual 3.0 España 

Imagen: pixabay


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