Ilustración de Joseba Morales.
A finales de los años cuarenta se publicó la novela 1984 de George Orwell, un clásico de la literatura que introdujo el concepto del omnipresente ojo vigilante del Hermano Mayor (o Gran Hermano, dependiendo de la traducción). Un ente que sabía todo de todos y del que nadie podía escapar. Igual el literato se asustaría de lo cerca que estaba su imaginación de lo que sucede hoy en día.
Siete de la mañana y suena el despertador. Lo apagas pero lo tienes en el móvil, así que aprovechas para mirar qué pasa en Twitter y responder un par de mensajes de Facebook, además de escribir que justo te estás levantado para irte con María a tomar un café. Cuando estés con ella harás una foto y la subirás rápidamente, no sea que se pase el momento y te encuentres con algo interesante para contar a la gente que te sigue. Luego te irás a ver una exposición, habrás indicado con todo detalle el sitio en el que estarás para que así todo el mundo te tenga localizado. Seguirás luego con otros amigos tomando unas cervezas y saliendo de fiesta, algunos harán fotos mientras estás brindando con las copas y también mientras bailas, muchas se subirán a la redes para que todo el mundo pueda ver lo bien lo estáis pasando.
Todo esto es algo completamente normal, a nadie le extraña que sucedan así las cosas y realmente tampoco tiene en sí mismo nada de malo. Si no se hace con villanía, ¿porqué debería existir un problema?
En 1984 los ciudadanos eran vigilados por pantallas y cámaras que no se perdían un solo detalle de su vida. Siempre encendidas y atentas a lo que sucedía por delante de ellas. La libertad se termina si te sabes siempre vigilado, tengas o no nada que ocultar, empiezas a tener cuidado con las cosas que haces, cómo te mueves y qué dices, pierdes por completo la intimidad pasando a ser de dominio público.
No está tan alejado de lo que está sucediendo en nuestros días. Lo que hace años podía parecernos una utopía, el estar siempre conectados y poder compartir experiencias, ha demostrado tener un terrible lado oscuro que lo acerca más a ser una distopía social que otra cosa.
¿Y quiénes están promoviendo esto? ¿Un gobierno autoritario que pretende controlar a los ciudadanos? No será el nuestro, está muy ocupado incumpliendo sus promesas electorales y haciendo recortes en temas sociales que no se deberían tocar. No, no son los gobernantes y es que aunque quisieran, que muy probablemente sea así, no les haría ninguna falta ya que somos nosotros mismos los que estamos permitiendo que sea así, nos convertimos sin saberlo en guardianes a la vez que en espías, controlando sin pensarlo a la gente que tenemos a nuestro alrededor, revisando lo que han hecho e incluso pretendiendo usarlo para fines de dudosa ética.
Se sabe que las empresas usan los datos que, libremente con alegría y bastante salero, volcamos en Internet para poder así hacernos llegar publicidad que se ajuste a nuestros perfiles e intereses. Nuestro correo electrónico se ve asaltado por mensajes que no queremos, y entonces agradecemos el filtro para el spameo, que nos ofrecen desde impresoras a tebeos pasando por la viagra. Pero no estamos nosotros libres de pecado y aunque no es el mismo uso en parte sí la intención, ya que todos conocemos a alguien que se ha servido de las biografías en redes sociales para tener datos sobre una persona que le interesa o para intentar hacerse el encontradizo en una fiesta a la que no ha sido invitado pero que está puesta en un evento público.
Leyendo a Orwell uno no puede asegurar que realmente exista el Gran Hermano, cabe una muy plausible duda de que no sea más que una invención pero lo que es innegable es que la creencia colectiva en el mismo le da una vertiente de realidad igual de terrible. El poder se otorga con nuestras acciones, temores y pensamientos. Hoy no hace falta que nadie se saque de la manga un ente al que tengamos que temer, ya nos hemos convertido nosotros mismos en él.
Doc Pastor
Escribo de cine, cómic y lo que haga falta (ahora un libro divulgativo). Fundador-Director Editorial de Ruta 42, coleo por más sitios. Mi perrito se llama Loki.
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