Les confieso de antemano que generalmente me importa un bledo con quien se acueste cada cual. Pero con algunas personas hago una excepción acorde con el tamaño de la hipocresía del susodicho.
Con demasiada frecuencia, se nos impone una moralidad en las relaciones sociales y sobre todo sexuales, que rezuman conservadurismo por todos lados. La ofensiva del pensamiento neocon por regular las relaciones de cada cual se han acrecentado, imponiéndonos legislativamente una pátina de caspa por todos lados. Que si no se le llame al matrimonio entre personas del mismo sexo matrimonio, que si el aborto, que si tal…
No sólo pasa en el ámbito de la sexualidad y las relaciones sociales. Es demasiado frecuente ver como los que opinan sobre la economía, las relaciones laborales, etc.. son los menos indicados para hablar.
Porque sería normal que muchas de estas afirmaciones tan duras que hacen algunos, fueran acompañadas por una coherencia en su forma de actuar en lo cotidiano. Pero eso no sucede. Desde presidentes de la patronal incursos en casos de corrupción y que dejan a su suerte a los trabajadores de sus negocios hasta políticos que dan lecciones de honradez hasta un minuto después de salir esposados en algún juzgado, es demasiado frecuente la doble moral, que va calando como gota malaya entre la ciudadanía desesperada y harta de tanto mamón.
Divar es una de esas personas. Pero es sólo un jemplo de la inmoralidad y la hipocresía instalada.
Desde opinar que no era para tanto el gasto de unos cuantos miles de euros (6.000 porque todavía no se conocía todo) que es el equivalente a la pensión que cobra anualmente muchos jubilados, a no dar cumplida cuenta de sus actividades, tomándose cuatro días de lujo sibarita por reuniones de horas que para remate, pueden ser que no se hayan ni celebrado.
Hace rato que mi vaso rebasó la paciencia con este tipo de actitudes inmorales.
Que se pague él las vacaciones. Que se pague él sus vicios. Pero que se vaya de una vez.