Comienza tu boca en un desierto
de noche de estrellas fugaces
que escapan de tus labios cuando al fumar
expulsas el humo en círculos santos,
envolviéndome y concediéndome aureolas,
que me beatifican como devota de tus pecados.
Culmina tu boca en un milagro
de multiplicación de besos y palabras
que me conducen a mi propio Génesis,
versículo 4, Evangelio de tu lengua:
-Y yo he visto cómo se abren mis venas
al paso de tu piel sobre la mía-.
El Apocalipsis, amor, es confesarte
que no hay agua bendita que me sacie más
que la que brota de tu cuerpo.